Por Mario José González Ramos
Resumen: El latinoamericanismo bolivariano ha sido un profundo error. El nosotros de Bolívar estuvo pensado para defender los intereses de la aristocracia criolla. A partir de la mal llamada guerra de independencia, las condiciones de la población indígena y de los negros empeoró sustancialmente. Indígenas, negros y pardos tenían un buen trato con los españoles peninsulares y no se fiaban, con razón, de los criollos. Hugo Chávez se constituyó como el continuador de este fatal error, realizando el llamado mito bolivariano y mezclando las propuestas nacionalistas burguesas de los mantuanos, medidas raciales e hispanófobas, con un izquierdismo infantil, haciendo del supuesto libertador de las américas un ejemplo revolucionario, socialista y promarxista. Nada más lejos de la realidad. El chavismo fue un sistema negrolegendario, continuador extremo del caudillismo expresado en la Hispanoamérica del siglo XIX, líderes carismáticos que dieron paso a los sistemas dictatoriales de principios del siglo XX, y que dieron vida a la formación de repúblicas sin base nacional alguna. Siguiendo al pie de la letra los errores de sus antecesores, Chávez fue incapaz de otorgar una alternativa al modelo rentista que experimentaba el país a partir de 1930 en adelante. El resultado: una pérdida de identidad absoluta, una crisis sin precedentes y el panorama perfecto para establecerse tanto cultural como políticamente como la mano de obra más barata de la hegemonía anglosajona.
Palabras clave: latinoamericanismo, bolivarianismo, chavismo, Hispanoamérica, tercera vía, socialdemocracia.
I. El latinoamericanismo bolivariano
Si algo debemos reconocerle a Hugo Chávez es la intención de liderar una integración regional alternativa al panamericanismo de la Doctrina Monroe. Hemos de decir que empezó su travesía, pero no lo logró. Su mero latinoamericanismo expresado en organizaciones como el ALBA en respuesta y en contra del ALCA que pretendía imponer la Casa Blanca para su provecho particular, a efectos geopolíticos actuales, se presenta como insuficiente y goza de una leyenda negra que más allá de fortalecernos como nación nos aísla de manera consecutiva.
En materia histórica, son dos los nombres de lo que se podría considerar como un primer latinoamericanismo político; por un lado, Simón Bolívar y, por otro, José Martí. Ambos nombres fueron referentes utilizados por dos personas que pondrían patas arriba la historia de Suramérica: Fidel Castro y el ya mencionado Hugo Chávez. Con este último al poder se produjo una especie de «izquierdización» de Bolívar a partir del ejemplo de Martí, quien hubiera sido uno de los responsables del llamado culto a Bolívar.
El latinoamericanismo político de Simón Bolívar desde hace dos siglos, no es otra cosa que el deseo de unificación de las repúblicas del continente independizadas de España. (Morales, 2021). Ya como doctrina, el bolivarianismo es el responsable de un latinoamericanismo de distanciamiento respecto a España, pero responsable también de la exclusión de Brasil, lo que no deja de ser una paradoja que el sueño continentalista en el pensamiento latinoamericano excluya a Brasil. Pero todavía peor, la paradoja y la ironía más grande será que este es un latinoamericanismo de distanciamiento frente a España, pero de acercamiento primero a Gran Bretaña y segundo a los Estados Unidos de América.
El empleo del término latinoamericanismo no es fortuito, pues da cuenta de un artilugio creado para el distanciamiento. Si bien hablar de un latinoamericanismo de Bolívar es anacrónico –pues el término es posterior a sus escritos—, se entiende que el llamado sueño bolivariano a nivel ideológico encabeza tal propuesta. Pues como lo diría Carlos Rangel, diplomático y periodista venezolano en su libro Del buen salvaje al buen revolucionario. Mitos y realidades de América Latina:
Española, pues, y no ‘Latina’ es la América cuyos mitos y realidades me propongo exponer; pero el nombre ‘América Latina’, o ‘Latinoamérica’, invención de franceses o de anglosajones, se ha impuesto de tal manera, que renunciar a él, o insistir a cada paso en que al usarlo se excluye metodológicamente al Brasil, sería una complicación engorrosa y hasta pedante. (Rangel, 1976, p. 23)
Existe una disputa entre si la invención se le atribuye al político chileno Francisco Bilbao o a los franceses y anglosajones. Lo cierto es que, nuevamente, no ha sido fortuita. Y por ello aquí y en lo sucesivo, al contrario de lo que nos propone Carlos Rangel, seremos pedantes y hablaremos de Hispanoamérica cuando corresponda, de Iberoamérica y de Iberofonía.
Por otra parte, el filósofo mexicano José Vasconcelos hablaba del «bolivarismo» como ismo que surge a partir de La Carta de Jamaica. La lectura que se hace es que, a partir de esta carta, Bolívar nos hablaría de una identidad común de los latinoamericanos, de un «nosotros latinoamericano» que, según Vasconcelos y otros autores correspondería al mestizaje. El sujeto ontológico continental se manifestaría en el mestizo. Estemos o no de acuerdo con esto, lo que no sabemos es si Bolívar realmente compartía esto. Porque, suponiendo que ese nosotros de Bolívar será el mestizaje ¿de cuál mestizaje estamos hablando? En su carta expone lo siguiente:
En mi concepto, esta es la imagen de nuestra situación. Nosotros somos un pequeño género humano; poseemos un mundo aparte, cercado por dilatados mares, nuevo en casi todas las artes y ciencias, aunque en cierto modo viejo en los usos de la sociedad civil… nosotros… no somos indios ni europeos, sino una especie media entre los legítimos propietarios del país y los usurpadores españoles. [cursivas mías] (Bolívar, 2015, p. 12)
¿Cuál es esa especie media? El sujeto ontológico particular de Bolívar se situaría entre el indio y el español mientras que los afroamericanos quedarían excluidos de esta ecuación. Esto lo trabaja de manera magistral Grínor Rojo en sus Clásicos latinoamericano: Para una relectura del canon; dividido en dos tomos.
El «nosotros» de Bolívar… no es otro que la clase criolla americana, cuyo ‘lugar’ Bolívar está tratando de determinar en una doble relación de diferencia respecto de las masas populares por un lado… y los agentes del poder colonial por el otro. A Bolívar no le interesa de ninguna manera adelantar la idea de que los latinoamericanos somos todos mestizos. (Rojo, 2011, p. 40)
Sin duda, no le interesa de ninguna manera. Lo más cercano a una imagen «mestiza» continúa diciendo Grínor Rojo es que el prócer comprueba con ellas lo obvio: que la población hispanoamericana no es una población racialmente homogénea. Habida cuenta de que, primero, la hispanofobia de Bolívar se fundamentaría en un resentimiento del propio prócer –y no en un sentimiento «patriótico»— y, segundo, en la influencia que Gran Bretaña ejerció, primero cultural y segundo económicamente sobre Bolívar e Hispanoamérica. Esta homogeneidad de Hispanoamérica da cuenta de muchas cosas; homogeneidad que, vale recordar, poco existe en Norteamérica. Pero esto lo trataremos después.
En una carta dirigida a Antonio José de Sucre fechada del 22 de enero de 1826, Bolívar le escribía:
La alianza con la Gran Bretaña es una victoria en política más grande que la de Ayacucho, y si la realizamos, diga Ud. que nuestra dicha es eterna. Es incalculable la cadena de bienes que va a caer sobre Colombia si nos ligamos con la Señora del Universo, y yo estoy enajenado de gusto y contento al solo pensar que podemos unir nuestro interés y nuestra política a la de la Gran Bretaña.
Por lo tanto, el nosotros en La Carta de Jamaica sería el prefacio donde se establece por primera vez un mecanismo de exclusión de las clases menos favorecidas y un predominio de la clase criolla para distinguir y establecer un latinoamericanismo de distancia entre España y la América Española. Por ello se extrae la tesis —una que comparto− de que no hubo una Guerra de Independencia en Hispanoamérica ¿Quién se independiza de quién si eran todos los mismos? Lo que hubo fue guerra civil. Una guerra entre la aristocracia criolla y los españoles peninsulares. De tales discusiones se originaría el latinoamericanismo cultural, más allá del latinoamericanismo político.
Ahora bien, consciente de la infinidad de matices existentes, de la amplia literatura que nos queda por recorrer y de los inmensos atolladeros de la historia, no es aquí la intención empantanar o desacreditar a la figura de Bolívar como si se tratase del único responsable de todos los males habidos y por haber; pero sí es la intención de manera clara e intencionada mostrar un Bolívar ajeno y en discrepancia absoluta con el Bolívar revolucionario, socialista, protomarxista y… chavista.
A partir del socialismo bolivariano, Chávez convertiría a Bolívar en un significante flotante, válido para todo y para todos, en una meta por la cual trabajar, en un signo y un síntoma. Un espíritu capaz de corporeizarse con el pasar de los tiempos y la muletilla de respaldo ante un proyecto que por su mezcolanza originaria no pudo concretarse.
El Bolívar que abrazó Chávez es un Bolívar ya trabajado, como se afirmaba párrafos arriba, por el latinoamericanismo político y por El Partido Revolucionario Cubano encabezado por José Martí, que buscaba la independencia de Cuba. ¿La continuación de un error? Acusarlos sería actuar de manera intemporal y quizás obviar varias disyuntivas. Pero lo cierto es que la «Independencia cubana» solo trajo consigo la ocupación estadounidense de Cuba, un simple cambio de amo. Y así, de la misma manera que el distanciamiento de Bolívar hizo posible la existencia de neoprotectorados británicos, la independencia cubana trajo consigo el neocolonialismo estadounidense a partir de la Enmienda Platts y solo liberada a partir de la victoriosa Revolución Cubana.
Al contrario de Bolívar y del Bolívar de Chávez, el nosotros de Fidel Castro es diferente. No se trata de establecer paralelismos diacrónicos, pero el nosotros de Fidel [más no Fidel en sí mismo] en materia hispanoamericana estaría mucho más cerca de José Tomás Boves que de Simón Bolívar. Porque Boves se convierte en un caudillo que ofrece una posibilidad a los estamentos más desfavorecido. Aunque se ha tejido mucha leyenda a partir del León de los Llanos asturiano lo cierto es que su lucha estuvo encaminada hacia el bien del proletariado nacional en contra de los desmanes y la tiranía de la aristocracia criolla. Y tal como lo diría Francisco Alfaro Pareja para el estudio de la sociología venezolana Boves tiene un valor histórico imprescriptible porque fue el primer conductor de masas.
Más allá del latinoamericanismo bolivariano, uno de los grandes problemas de Chávez y del chavismo en general estuvo en no haber abrazado un marxismo del todo, sino acercarse a un trotskismo ecléctico cuya combinación se realizó, se amoldó y se trasmutó a través del llamado árbol de tres raíces: Simón Bolívar, Simón Rodríguez y Ezequiel Zamora. Además, de la adhesión a corrientes de izquierda indefinida, pues como sale expreso en varios artículos del Libro Rojo del Partido Socialista Unido de Venezuela.
Toda y todo militante del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) es socialista, bolivariano, antiimperialista, anticapitalista, internacionalista, humanista, ambientalista y feminista. [Asimismo] se inspira en los orígenes del cristianismo, en la teoría de la liberación (…) en la defensa de los derechos de la madre tierra, en la igualdad, en la equidad de género y un largo etcétera [cursivas mías]
Por lo que este ecléctico y caleidoscópico mejunje infantil repercutió de manera directa en la formación de cuadros del chavismo que deformaban continuamente la filosofía de Marx y del materialismo histórico; además, y por su corte bolivariano se teorizó un Marx sin una debida eminente ruptura con Rousseau que se convertiría con el paso del tiempo en una ficción ideológica producidora de un izquierdismo democratizante.
II. ¿De dónde sale Hugo Chávez?
El proyecto de Hugo Chávez, al principio, fue un proyecto militar golpista dotado de una cosmogonía bolivariana que aprendería a partir de sus lecturas en el cuartel. Su programa estuvo encaminado a denunciar el bipartidismo compuesto por AD (Acción Democrática) y COPEI (Partido Socialcristiano) en el que se encontraba Venezuela desde 1959 a partir del Pacto de Puntofijo. Mediante la idea de un golpe militar encabezó su accionar político, solo posteriormente asumiría la línea electoral.
El primer grupo político de Chávez fue el Movimiento Bolivariano Revolucionario-200 (MBR-200 ). Era un grupo conformado por militares retirados y civiles que oscilaban entre lo que se conocía como la «izquierda» y la «derecha» del país. Una especie de logia militar que compartía el mismo culto a Bolívar desde José Antonio Páez, seguido de Rafael Urdaneta, Antonio Guzmán Blanco, Eleazar López Contreras , entre otros.
Los beligerantes comandados por Chávez realizarían el histórico primer intento de golpe de Estado en Venezuela el 4 de febrero de 1992. Intento que resultó fallido y en donde se privaría de libertad al propio Chávez. Gobernaba entonces la segunda presidencia del adeco Carlos Andrés Pérez. Este último sufriría un segundo intento de golpe de Estado, ocurrido meses después el 27 de noviembre de 1992, más violento y con muchas más muertes que el primer intento. En esa época nadie conocía a Chávez, incluso se sabe de una carta que le mandó Fidel Castro a Carlos Andrés Pérez manifestándole su solidaridad y confiando en que se preservara el orden constitucional.
[IMAGEN 1: Los militares alzados pertenecían a las guarniciones militares de los estados Aragua, Carabobo, Miranda, Zulia y el Distrito Federal, y fueron dirigidos por los tenientes coroneles Hugo Chávez Frías, Francisco Arias Cárdenas, Yoel Acosta Chirinos, Jesús Urdaneta Hernández y Miguel Ortiz Contreras. En la imagen, a la derecha, Hugo Chávez Frías comparece ante las cámaras de televisión tras el fracaso del golpe de Estado.]
Tras los fallidos intentos de golpe de Estado en Venezuela y el asesoramiento de personalidades como Luis Miquelena y José Vicente Rangel, Chávez hizo que el MBR-200 adoptara una línea electoral cambiando sus siglas por MVR (Movimiento de la Quinta República) donde la V es el número 5 en caracteres romanos. Una medida muy astuta porque la B y la V en Venezuela suenan iguales, así que de esta manera no se perdía el sentido histórico asociado a la intentona golpista.
Es a partir de la creación de MVR cuando ciertos sectores minoritarios de la «izquierda» deciden apoyar al golpista, entre ellos el MAS (Movimiento al Socialismo) y el PPT (Patria Para Todos), esta última escisión del partido Causa R quien enfrentaría a Chávez electoralmente. Todas estas escisiones y producto de divisiones del Partido Comunista de Venezuela (PCV).
Hugo Chávez resulta ganador en las elecciones de 1998 y el 2 de febrero de 1999 asume el poder. El mismo año convoca una Asamblea Constituyente para aprobar una nueva constitución. Entonces no presentó ningún plan de gobierno sólido ni carente de equívocos, tampoco parecía que le hiciese falta, pocos le prestaron atención; pues el país estaba absolutamente dividido y la mayor parte de la población a modo de prédica murmuraba una y otra vez la necesidad de un cambio. La promesa electoral era sin más derrocar a los partidos de AD y COPEI que habían gobernado durante 40 años.
Entonces hablaba de erradicar la pobreza, pero sin apenas utilizar cualquier jerga específica, era más un líder, alguien no «contaminado» por la politiquería existente, un «desconocido» popular y supuestamente sensible ante las desgracias de los humildes. Un candidato, por lo tanto, que prometía acabar con una crisis social que asolaba al país producto de declinaciones económicas que se venían alertando desde hacía tiempo y en donde intelectuales y académicos compartían la frase llena de nostalgia y de cansancio de quien fuera su artífice Arturo Uslar Pietri: «Sembrar el petróleo». Venezuela dependía casi en su totalidad de exportaciones petroleras, pero la riqueza petrolera se agotaría.
A raíz de la borrachera de ingresos por el petróleo y del enorme gasto público que se aplicó, Venezuela vivía una declinación económica con una inflación que año tras año desde 1973 en adelante promediaba entre el 30 y 40% anual. Ya para 1998 la pobreza alcanzó cifras del 60%, en donde la mitad podía ser considerada como pobreza extrema. Lo que había sido una expansión económica desde Isaías Medina Angarita por el boom petrolero se fue revirtiendo paulatinamente hasta pintar un panorama muy grave.
Este panorama quedaría escenificado en la memoria colectiva el 18 de febrero de 1983: el llamado Viernes Negro. El crecimiento económico acelerado que experimentó Venezuela desde mediados del siglo XX hasta finales de los 70’s no fue suficiente sin una economía política sustentable, siendo los mandatarios presas fáciles del mantenimiento, postergación e incremento de la deuda externa; además de la aparente fuga de divisas y la realidad a la que se enfrentaron con la caída de los precios del petróleo por la disminución de la demanda del crudo en el planeta. En solo 10 años el endeudamiento externo del país se incrementó vertiginosamente. ¿Qué sucedió? ¿Cómo un país con el ingreso petrolero más alto del siglo XX pudo llegar a esta situación? No es difícil saber la respuesta.
En 1974 el expresidente Rafael Caldera entregaría el gobierno a Carlos Andrés Pérez (1974-1979) con una deuda de 600 millones de dólares. Nada mejoró, pues a partir de ese momento y hasta el gobierno de Luis Herrera Campíns de (1979-1984) ese monto llegaría a la sorprendente suma de 36.200 millones de dólares. En todo este tiempo y por la bonanza petrolera de la que hemos hablado se produjo una sobrevaluación del dólar, la moneda local parecía muy fuerte y era de fácil acceso. Las fiestas también eran increíbles. Fue una fuga de capital sin precedentes y el viernes negro marcó, entonces, el final de una era de bonanza y el comienzo de la mayor crisis económica que ha sufrido Venezuela, antes, claro está, del chavismo. A partir de esto, seis años después surge el famoso Caracazo.
El Caracazo surge el 27 de febrero de 1989, cuando la segunda presidencia de Carlos Andrés Pérez llevaba apenas 25 días. Tras la promesa de restaurar la «Venezuela Saudita» —como se apodó a su primer período de gobierno−, CAP aplicaría lo que es conocido como «El Gran Viraje», una serie de medidas económicas bajo la supervisión del Fondo Monetario Internacional. Contrario a lo que ciertos medios afirman y a lo que afirmaría el chavismo posteriormente, el Caracazo no fue una lucha de los oprimidos en contra de los opresores, ni tampoco la respuesta del proletariado ante las medidas neoliberales de CAP. Sin duda alguna fue el producto de un sistema deficiente, pero sin una conciencia de clase sólida ni un motivo. En tal caso estos «opresores» fueron los pequeños comerciantes que a la mañana siguiente veían con dolor sus negocios desvalijados. ¿Opresores? ¡Pero si saquearon el abasto del portugués de toda la vida!
[IMAGEN 2: Los días 27 y 28 de febrero de 1989 se produce en Caracas y otras ciudades del país un estallido masivo de violencia. El incremento de los precios de la gasolina y el consecuente incremento de las tarifas de transporte público, desencadenan una protesta que se convierte en quema de autobuses, destrucción de unidades de transporte público y privado, saqueo de locales comerciales y un número considerable de muertos y heridos.]
Fue una revuelta espontánea y anárquica que, lamentablemente, no contó con ninguna organización o poder político. Se trató más de actos vandálicos en contra de establecimientos comerciales que de otra cosa. No solo se saqueó comida sino innumerables electrodomésticos. Las banderas de los que salieron a las calles fueron televisores sobre sus espaldas. Por lo que el país siguió padeciendo las carencias e insuficiencias de un modelo que se arropaba con una prosperidad petrolera en decadencia, pero con la diferencia de que muchos de los saqueadores ahora tenían televisores en sus hogares.
Años más tarde ante estos sucesos, el chavismo diría que este episodio fue una respuesta ante el neoliberalismo. Según su discurso, había que reivindicar la memoria heroica del Caracazo porque el pueblo se había rebelado contra el capitalismo. La verdad es que durante el chavismo el término neoliberalismo ha servido como lugar común de ciertos dirigentes del oficialismo para encubrir la carencia de un proyecto alternativo petroeconómico y de las vacías propuestas del llamado Socialismo del Siglo XXI. Aún hay quien defiende lo indefendible, no sin rodeos y artilugios rimbombantes. Viven sacándole brillo a un metal oxidado.
El modelo petroeconómico de Venezuela instaurado desde los años 30 del siglo pasado y que ya a finales del siglo estaba palideciendo, creó una división social muy marcada entre pobres y cada vez más pobres y una riqueza excesiva e insultante del otro lado. Y en el medio, una «clase media» educada pero desinteresada que años más tarde decía la famosa frase «éramos felices y no lo sabíamos» pero que en su momento veía a Chávez como «el cambio que necesitamos». Muchos habían alertado sobre las consecuencias de depender de una economía basada en el petróleo. No solo Arturo Uslar Pietri, sino Rodolfo Quintero, miembro fundador y militante del Partido Comunista de Venezuela, en su libro La cultura del petróleo y también el adeco Juan Pablo Pérez Alfonso, cofundador venezolano de la OPEP, quien diría en 1970.
Diez años desde hoy, veinte años desde hoy. Ustedes verán.
El petróleo nos traerá ruina. Es el excremento del diablo.
No es extraño entonces que Chávez, para muchos, constituyera una gran alternativa, en ese momento quizás la única alternativa ante un sistema putrefacto de corrupción. El Caracazo pese a ser una revuelta espontánea y anárquica se constituyó como un mito para la posteridad. Chávez llegó a decir que la decisión irrevocable de ir a una rebelión se tomó a partir del Caracazo. Por lo que el principio de la Revolución Bolivariana en materia de pensamiento no fue a partir del 4 de febrero de 1992, fecha del primer intento del golpe, sino a partir de los saqueos anárquicos que el país experimentó en 1989. Chávez no nacería en 1954 sino el 27 de febrero de 1989. Y así quedó recordado.
Pasaba el tiempo y el gobierno bolivariano no presentaba propuestas económicas realmente eficaces para superar el rentismo, así que no solo no pudo salir del modelo rentista petrolero, sino que sumió al país en una espiral de difícil solución. Al principio el gobierno pudo realizar grandes cosas, pero se debió, nuevamente, a que fue ayudado por el aumento de los precios del petróleo, que pasó de 10 dólares por barril en 1999 a más de 140 dólares en 2008. Y entonces sí, Chávez pudo destinar el gasto social hacia las clases populares a través de las misiones sociales. La calidad de vida de los ciudadanos mejoró: de 1999 al 2009, la pobreza disminuyó, el desempleó cayó de 14,5 por ciento a 7,6 por ciento y el PIB per cápita creció de $4.105 a $10.810. Pero la riqueza de un país no se mide por los yacimientos petrolíferos que posea, por el clima o por los recursos minerales. Las mejoras fueron efímeras y pasó lo mismo que con el Carlos Andrés Pérez de los años setenta. El precio del petróleo volvería a caer desde el año 2011, comenzaba la tragedia, además al mismo tiempo comenzarían las expropiaciones a empresas privadas. Entre los años 2002 a 2006 el gobierno expropiaría 15 empresas privadas y entre 2007 a 2012 se apoderó de unas 1.147 empresas. Las expropiaciones no solo cerraron sectores productivos, sino que fueron reemplazadas con empresas estatales absolutamente ineficientes.
¿Traicionó entonces Chávez al pueblo? No estoy muy seguro de ello, al menos no al principio. Traicionó a una llamada «clase media» que veía en su figura un cambio social pero no tanto económico; fue apoyado por empresarios y dueños de medios de comunicación que veían a una persona capaz de ser moldeada y controlada a causa de su patriotismo; pues la política durante los gobiernos anteriores estaba cada vez más encaminada a los mandatarios estadounidenses y cada vez más alienada al Consenso de Washington.
El carismático presidente les otorgó una nueva identidad a los marginados de la población, le prometió sacarlos de su indigente estado y arreció contra los desclasados del país. Recordó a Los Olvidados que Luis Buñuel retractaría e hizo que ellos mismos recordaran su propio olvido. Fue la época en la que su discurso como militar golpista fue cambiando hacia una jerga revolucionaria que fue adquiriendo cada vez más peso. Y entonces, el populismo de Chávez hizo que la sociedad se dividiera en dos y acabara totalmente polarizada. Fue una especie de lucha cuasi estamental en donde oscilaban los chavistas y los denominados escuálidos, nombre con el que Chávez denominaba a sus opositores. Fue tanto el peso de esta palabra que hasta los opositores la hicieron suya sin investigar su significado.
¿Cuál fue el problema? Que poco a poco y a partir de ello generó un parasitismo social. No hubo dictadura del proletariado; no se elevó al proletariado a clase nacional con capacidades para producir riqueza y superar el abandono marginal; los pobres seguían siendo pobres y mientras más pobres mejor. Para Chávez: «ser rico es malo». Así, sin más. Y quiso llevar al estado a un período preindustrial, promoviendo cosas como la agricultura urbana; pretendía que las personas sembraran pimentones en las puertas de sus hogares. Las instituciones del Estado se convirtieron en una especie de Gran Burguesía, la famosa boliburguesia que alimentaba a base de bonos, economía informal y burocracia estatal no solo a los marginados que iban adquiriendo una nueva identidad sino al lumpemproletariado que acudía a cuantas manifestaciones hubiera para recibir una parte del inmenso refrigerio y colectivos que luego de participar en la creación y mantenimiento de las comunas salían en motocicletas a robar móviles de verdaderos trabajadores. Chávez fue un gran conductor de masas, pero al contrario de José Tomás Boves quien sí luchó por su liberación, el mandatario no hizo más que prometer, prometer y prometer.
La polarización y lo mediático en cuestión sociocultural estuvo tan marcada que en tono de burla a quien se vestía mal o poseía un comportamiento extraño se le decía: ¡pareces chavista! Ser marginado era equiparable a ser chavista, y este fue el público que siempre buscó Chávez. Captó la atención de los que esperaban un redentor. Y el evangelio de este nuevo redentor fue el mito Bolivariano y la mención reiterativa de Cristo el redentor . Se convirtió en un profeta, uno que tendría aposento en los mismos planos espirituales del culto folclórico de María Lionza en Venezuela.
[IMAGEN 3: Sobresale la imagen de Hugo Chávez, acompañado del Negro Felipe, la India Yara y el Cacique Guaicaipuro.]
La débil democracia venezolana parió a Chávez y el Chávez como fenómeno, como proyecto, terminó devorándosela como cual Cronos ante sus hijos, con la diferencia de que luego no los vomitaría, sino que los hiciera parte de sí. Una especie de unión hispostática plotiniana. En uno de sus interminables discursos diría:
Cuando yo los veo, cuando ustedes me ven, ya yo siento algo que me dice: Chávez, ya tú no eres Chávez. Tú eres un pueblo. Chávez se hizo pueblo. Así lo siento yo. Yo me siento encarnado en ustedes. Y lo voy a repetir. Tú también eres Chávez muchacha venezolana, muchacho venezolano; trabajador, trabajadora, abuela, abuelo. Tú también eres Chávez niño venezolano, niña venezolana.
III. El Socialismo del Siglo XXI.
En plena campaña electoral, Hugo Chávez diría que su proyecto es un proyecto unitario, le daba la bienvenida tanto a la «izquierda» como a la «derecha»; productores, obreros, empresarios, militares retirados; cristianos, ateos, evangélicos, católicos. «Es un proyecto; como decía Bolívar: ‘La Unión es lo que nos falta para regenerar a Venezuela’» (besubio1986, 2019)
Como hemos mencionado, tanto el MBR-200 como el MVR poseía un marcado pensamiento bolivariano que se iría expandiendo hasta formar «El Árbol de Tres Raíces»: Simón Bolívar, Simón Rodríguez y Ezequiel Zamora. La columna en donde el chavismo asentara sus bases. Sin embargo, en plena campaña y trayectoria el candidato iría alimentando su visión política y añadiendo entramados y referentes a su pensamiento y acción. No es inútil señalar que Chávez siempre se caracterizó por ser una esponja, todo lo que leía o escuchaba lo adaptaba a su discurso con la impresionante habilidad de orador que poseía.
Y entonces a partir de una gira que realizaría en plena campaña iría obteniendo información sobre Bill Clinton, Tony Blair y la propuesta conocida como «Tercera Vía». Antes de llegar al poder sería su referencia inmediata; se presentaba con el libro Más allá de la izquierda y la derecha de Anthony Giddens bajo el brazo. En la entrevista citada que haría con el empresario venezolano Marcel Granier decía:
En este mundo que ya no es bipolar, Granier. En este mundo donde se cayeron los paradigmas y necesitamos reconstruir nuevos paradigmas… Y… esto es muy bolivariano. Bolívar decía en el Congreso de Angostura, hablando de los extremos como negativos, que nos habíamos estado moviendo desde la Antigüedad entre los extremos de la anarquía o el libertinaje y el autoritarismo. Hay que buscar un punto de equilibrio, intermedio —Bolívar y su pensamiento político–. Estamos en la búsqueda de un punto de equilibrio, en lo político, en lo económico, en lo social. Entonces Tony Blair plantea que hay que alejarse de los extremos. No queremos modelos comunistas, totalitarios, estatistas ya se demostró que fracasaron, pero también ha fracasado el modelo que el Papa llama neoliberalismo salvaje. Entonces hay que buscar dentro del marco del capitalismo un modelo humano. También está la tesis de Michel Albert, este francés. Tú la conoces: el capitalismo contra el capitalismo; el capitalismo renano. La tesis de esta francesa que escribió El horror económico, Vivian Forrester o Alvin Toffler; es decir, pensadores, economistas, politólogos que plantean una vía intermedia. Yo comparto esa vía intermedia y por eso he citado a Blair. (…) Yo estoy planteando algo desde el punto de vista filosófico, nuestra ideología es, y así lo hemos dicho en todas partes, el bolivarianismo. No estoy diciendo que copiemos aquí la Tercera Vía, estoy tomando esto como una referencia para buscar nosotros aquí nuestras propias vías. Simón Rodríguez nos alertaba: no podemos seguir copiando modelos, originales deben ser nuestros sistemas de gobiernos, nuestros sistemas económicos. O inventamos o erramos.
Claro que el problema fue que inventaron, inventaron mucho y… erraron, mucho también. Y Granier le preguntaba en qué se diferenciaba entonces su propuesta de la IV República y de la socialdemocracia en general. —En mucho, –diría. Pero no supo responder de manera concisa. Pues la socialdemocracia que había gobernado el país durante 40 años era parte de esa Tercera Vía que de manera tan novedosa estaba describiendo. La cara de Granier resultaba un tanto perpleja. La sutil diferencia, más semántica que práctica, era que si durante la IV República existía un modelo de democracia representativa con la nueva constitución el modelo cambiaría a una democracia participativa y protagónica —al estilo de Rousseau y su concepto de voluntad general–. Esto no duró mucho y el eje fue cambiado de democracia participativa y revolucionaria hacia una radicalización de la democracia revolucionaria que llamaría socialismo del siglo XXI. Un término hueco, pues cuando se le preguntó una vez en qué consistía dijo que se trataba de un concepto que no estaba predeterminado, que había que construir todos los días. Por eso, actualmente, no se sabe qué es el socialismo del siglo XXI. Al parecer lo siguen construyendo.
En verdad, lo que podríamos catalogar como el segundo Chávez estuvo marcado por formas vieja de la política hispanoamericana como el caudillismo, el paternalismo y el patrimonialismo. El poco estudio de estas formas y la repetición exhaustiva de análisis maniqueos es lo que ha hecho que se siga llamando socialista al régimen chavista y bolivariano.
Por último, la pasión por comprender, más allá del sentimentalismo y el odio hacia las vicisitudes que como personas podemos experimentar, es lo que nos debe motivar. Comprender, para después transformar. La izquierda indefinida fundamentalista de ciertos regímenes hispanoamericanos nos ha hecho mucho daño. Es hora de limpiar un nombre, el nombre de quienes verdaderamente han luchado en contra de la opresión del neoliberalismo y el neocolonialismo. Pensamos, en consonancia con Marcelo Gullo, que la izquierda indefinida fundamentalista es la mano de obra más barata de la hegemonía anglosajona. Nuestra hispanidad unida es nuestro pasaporte al futuro. Y estos regímenes mal llamados comunistas son la basura que debemos recoger para la construcción de la iberofonía.
Bibliografía:
Besubio1986. (2019, febrero 27). Hugo Chávez es entrevistado por Marcel Granier en 1998: https://www.youtube.com/watch?v=dxaVWsVObbU
Bolívar, S. (2015). Carta de Jamaica y otros textos. Fundación Biblioteca Ayacucho.
Morales, M. E. (2021). El latinoamericanismo de Simón Bolívar: Unidad, inclusión y exclusión social en la “Carta de Jamaica”. Revista Chilena de Literatura, 103, 603-623.
Rangel, C. (1976). Del buen salvaje al buen revolucionario: Mitos y realidades de América Latina. Libros de Monte Avila.
Rojo, G. (2011). Clásicos latinoamericanos Vol. I: Para una relectura del canon. El siglo XIX. Vol. I. LOM Ediciones.
Sobre el autor:
Mario González es licenciado en filosofía con un diplomado en estudios superiores de psicoanálisis de orientación lacaniana.
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