Por Rodrigo Cueto García
Resumen
El presente artículo tiene el objetivo de servir como una guía introductoria al “Pensamiento Xi Jinping”, es decir, la formulación teórica de la línea política del Partido Comunista China en el momento presente. Para ello se contextualizará la tendencia política que va desde las reformas de finales de los 80, pasando por la teoría de la “triple representatividad” de Jiang Zemin y la “concepción científica del desarrollo” de Hu Jintao, para desembocar en el Pensamiento Xi Jinping. El principal objeto de análisis del artículo serán las conexiones entre el pensamiento tradicional de raíz confuciana y el Pensamiento Xi Jinping, identificando el lugar que ocupa el marxismo dentro del conjunto. Se trata de hacer un balance entre el peso de la tradición y la influencia de la visión materialista de la historia, señalando sus puntos de coincidencia y contradicciones. En la actualidad, el marxismo adaptado a la realidad china aspira a servir como motor de renovación de la tradición cultural de este país, contemplándola con ojos críticos pero aprovechándola en su favor. La doctrina que se expondrá en este artículo pretende ser la piedra de toque para la realización efectiva del “socialismo con características chinas”.
Palabras clave: pensamiento Xi Jinping, socialismo con características chinas, confucianismo, sueño chino.
I. Consideraciones previas
El 24 de octubre de 2017 se acordó adoptar el “Pensamiento Xi Jinping” como parte de la Constitución del Partido Comunista Chino. De esta forma, el Pensamiento Xi Jinping pasaba a formar parte de la doctrina política del partido junto al Pensamiento Mao Zedong, la teoría de Deng Xiaoping, la “teoría de la triple representatividad” de Jiang Zemin y la “teoría del desarrollo científico” de Hu Jintao. Es importante apreciar que esta doctrina política tiene el rango de “pensamiento”, es decir, se considera de mayor importancia que las aportaciones de líderes como Jiang Zemin o Hu Jintao y de la misma importancia que el corpus teórico de Mao.
Cuando se trata de indagar en el pensamiento de un determinado autor la postura materialista exige que se abandone cualquier tipo de explicación basada en el “genio” individual. Por el contrario, cada personaje histórico debe ser situado como parte de una tradición de pensamiento y contextualizado en una cultura determinada. Precisamente afirmamos que el pensamiento Xi Jinping no es, exclusivamente, la emanación intelectual del conocido líder chino sino que responde a la confluencia de varias tradiciones de pensamiento y, sobre todo, a la plasmación en el discurso de los principales retos de la sociedad china, vistos desde el prisma de su élite dirigente. En última instancia el pensamiento Xi Jinping sería un producto de las condiciones materiales de la realidad específica de China.
La política no se reduce al lenguaje pero el lenguaje es uno de los muchos medios a través de los que se materializa la política. Cuando queremos comprender la política exterior norteamericana después de la Segunda Guerra Mundial no podemos limitarnos a estudiar la comparecencia de Harry Truman ante el Congreso de los Estados Unidos el 12 de marzo de 1947 (Doctrina Truman) No obstante, el estudio de dicha política exterior exige atender a los documentos políticos en que se plasma, entre ellos, el citado discurso. Gracias a esta analogía se puede afirmar que el estudio de la política actual china no se agota en el conjunto de documentos agrupados bajo el rótulo “Pensamiento Xi Jinping” pero el análisis de los mismos es imprescindible si se quiere abordar una visión de conjunto de la política del país asiático y su lugar en el mundo. En una interpretación ortodoxa de la teoría marxista diremos que lo superestructural, en este caso en el terreno de la teoría, no es exclusivamente un “reflejo” de la base económica, pues se objetiva, a cada paso, en todos los ámbitos del ser social.
Por lo tanto, el objetivo de este artículo es doble. Por un lado, se trata de presentar una visión introductoria del Pensamiento Xi Jinping, en el plano discursivo, que identifique las principales líneas de actuación política. La realización de este discurso en la práctica requeriría de un análisis más profundo que contemple otros campos como el económico, el político o el cultural. Por otro lado, el principal propósito es comprender cómo las aportaciones más novedosas a la doctrina oficial del Partido Comunista Chino suponen una síntesis entre algunos de los elementos del pensamiento tradicional chino (especialmente de raíz confuciana) y la particular interpretación del marxismo chino, renovando la tradición a los ojos de la modernidad.
II. Las particularidades de la vía China
“Zhongguo” es el nombre que la población china de diversas etnias da al territorio que actualmente conocemos como China, dividido en dos Estados separados: la República Popular China y la República de China (Taiwán). Zhongguo puede traducirse como “País del centro” y es que desde el punto de vista chino su imperio ocupaba la centralidad, no solo geográfica, del mundo. Esta concepción terminó por confrontarse con la realidad durante el último período de la dinastía Qing, momento en el que el contacto comercial con los estados occidentales resultó en la depredación sistemática del territorio chino, causando grandes transformaciones en su idiosincrasia. A través de dos guerras del opio con Gran Bretaña y diversos tratados desiguales con potencias como Francia, Alemania, Rusia o Japón, los estados occidentales mermaron seriamente la soberanía de China, que pasaba a ejercer un papel semicolonial. Ante esta situación los intentos de reforma terminarían por llegar a finales de siglo. Algunos adoptarían la forma de revuelta popular, como la revolución Taiping, fundamentándose en ideologías milenaristas que combinaban la doctrina cristiana con las tradiciones chinas. En otros casos, la reforma se intentó “desde arriba”, por parte de los últimos emperadores de la dinastía , como durante la Reforma de los Cien Días.
En todo caso, se puede apreciar un comportamiento común en algunos de los reformistas chinos de finales del siglo XIX y del siglo XX, pues todos ellos supieron apreciar que la razón de la postración china residía, en buena medida, en su modelo político, anticuado en la época de la locomotora, el barco de vapor y la Bolsa. En varias ocasiones a lo largo del siglo se renegó del pasado y la tradición, que fueron abiertamente criticadas en el Movimiento del Cuatro de Mayo (1919) y señaladas como restos del “feudalismo” durante la Revolución Cultural Proletaria. No obstante, la modernidad no se adoptó sin condiciones y en todos estos movimientos se puede identificar una combinación de tradición e innovación que se despliega hasta los gobernantes de la China actual.
La actual situación de China hunde sus raíces en el período que se abre a partir de 1978 y es en esta parte de la historia reciente de China donde centraremos nuestra atención. Con la derrota de la “Banda de los cuatro” y la llegada al poder de Deng Xiaoping se inicia la política de “reforma y apertura”. Siguiendo a Mao había que “buscar la verdad en los hechos” y el hecho era que la economía china adolecía de un pobre desarrollo de las fuerzas productivas. Es importante tener en cuenta esto, ya que aquí se inicia el camino que va a desembocar en la actual situación y que se refleja en el Pensamiento Xi Jinping. Desde 1978 el Partido Comunista Chino (PCCH) considera que el país está en la “primera fase del socialismo” y su tarea inmediata es un proceso de reforma que culmine en el desarrollo de las fuerzas de producción y la mejora de la calidad de vida de la población. La reforma se centraba en las “Cuatro modernizaciones” (agricultura, industria, defensa nacional y ciencia y tecnología), anunciadas en el XI Comité Central del PCCH que proponía una serie de soluciones heterodoxas, pues implicaban asimilar que sería necesaria una cierta liberalización de tipo capitalista para impulsar la productividad per cápita.
El PCCH mantuvo una línea política particular y alejada de la soviética durante la década de los 80 y 90. Si atendemos a los líderes más relevantes durante estos años se observa el mantenimiento de un proyecto político claramente centrado en el desarrollo económico del país a través de una liberalización en lo económico y de la hegemonía del PCCH en lo político. Y así se ha reflejado en las teorías expresadas por Jiang Zemin y Hu Jintao, de las que es heredera el Pensamiento Xi Jinping.
Jiang Zhemin, secretario general del PCCH desde 1989 hasta 2002, expuso en su “teoría de la triple representatividad”, un compendio de ideas poco definidas que apuntan a que las tareas del partido consisten en fomentar el “desarrollo de las fuerzas productivas avanzadas, la orientación de la cultura avanzada de China y los intereses fundamentales de la mayoría abrumadora del pueblo chino” (Zemin, 2017). Aunque de manera poco explícita, Jiang Zemin trataba de señalar que la apertura de China dependía del impulso de nuevos agentes sociales como la creciente burguesía lo que, en combinación con el desarrollo científico-técnico y su difusión, contribuiría a la mejora de las condiciones de vida de la mayoría del pueblo chino.
Hu Jintao, secretario general desde el 2002 hasta el 2012, subrayó una vez más que China es una nación situada en la primera fase del socialismo y que, por tanto, la principal tarea consiste en la “construcción económica”. Cuando se habla de “concepción científica” el acento se pone en el análisis de las condiciones materiales del presente, en un contexto en el que China era (y aún sigue siendo en muchos aspectos) un país subdesarrollado. Por ello, la prioridad es el desarrollo de las fuerzas productivas, proceso que promete ser conflictivo y que debe encararse desde “la consideración del ser humano como lo primordial” (Jintao, 2017), tratando de alcanzar un “desarrollo armonioso”, noción que se desarrollará más adelante.
Podrá resultar llamativo al lector que en el análisis de los exponentes más relevantes del PCCH exista un alejamiento de la terminología del marxismo más clásico y una mayor preocupación por las tareas más inmediatas de gobierno. Como veremos, el Pensamiento Xi Jining guarda una clara continuidad con el de sus antecesores y esto plantea varias cuestiones ¿Qué lugar ocupa la teoría marxista en la China actual? ¿Cuál es el papel de la tradición? ¿Será el socialismo chino una mera desviación nacionalista? Para responder a estas preguntas habrá que hallar la resultante entre el peso específico del pensamiento tradicional chino, con sus diferentes corrientes, y la vigencia de la visión materialista de la historia.
III. Liberales, Nueva Izquierda y Neoconfucianos
El panorama académico de la China actual está compuesto por varias tendencias políticas que se han desarrollado desde los años 90 como alternativa a la línea teórica hegemónica durante las primeras décadas de la revolución. Tanto en la China continental como en el exterior, los desarrollos académicos más vigentes en la actualidad son fruto de las reformas económicas y del nuevo clima de apertura con lo que cada una de las corrientes, desde su perspectiva, trata de situarse como una influencia que pueda condicionar las futuras decisiones que se tomen en el país. Las tres grandes líneas de pensamiento de la actualidad china se posicionan respecto al régimen de distinta manera.
Los liberales achacan la creciente prosperidad a la liberalización en lo económico y proponen que estas reformas se acompañen en el terreno político con un avance hacia un sistema pluripartidista. El pensamiento liberal de los noventa no ha sido precedido por una tradición liberal fuerte a lo largo del siglo XX, si exceptuamos la influencia de pensadores como Hu Shih por lo que, en general, el punto de vista estrictamente liberal no parece tener mucha repercusión en la sociedad china, un país en el que el crecimiento económico está ligado a las reformas del PCCH.
En una encuesta realizada en 2008 por el Asian Barometer Survey se constató que el 38,4 % de la población china considera la democracia como la cobertura de necesidades básicas (comida, ropa, vivienda…) frente a un 28,4 %, para el que la democracia sería la oportunidad de cambiar el gobierno a través de unas elecciones, y un escaso 4,2 %, que se decanta por considerar la democracia como libertad de expresión. (Shaoguang, 2019).
Si se realiza una comparativa con los países de su entorno se pueden apreciar similitudes respecto al valor o significado que se da a esta palabra. Para Wang Shaoguang (2019) hay muchas maneras de pensar el término “democracia”. La “democracia representativa” no tiene una acogida favorable entre la mayoría de la población que, en cambio, se inclina por lo que Shaoguang ha denominado “democracia representacional”. En occidente se resaltan los mecanismos formales que permiten a un conjunto de individuos escoger a sus representantes en tanto que en China el énfasis del término “democracia” se pone en el contenido; democracia sería la capacidad de un sistema político para satisfacer las necesidades básicas del conjunto de la población. La política del PCCH se alinea con esta concepción de democracia al afirmar el procedimiento de “selección más elección”, en el que el principio de la meritocracia se sobrepone al de la elección formal. Estos motivos explican la poca repercusión del programa político liberal.
Por otro lado, la llamada Nueva Izquierda es un grupo heterogéneo que, en líneas generales, defiende las políticas del gobierno. Es complejo establecer características generales pues muchos autores han rechazado el término y, en ocasiones, teóricos de la Nueva Izquierda tienden a tomar prestadas nociones del confucianismo. A su vez, se distinguen de la vieja izquierda en que han integrado la obra de autores como Immanuel Wallerstein, Samir Amin o Edward Said (Youyu, 2003) junto a la herencia de pensamiento propia del PCCH. En general, hacen un balance positivo de la época de Mao y se alinean claramente con las decisiones del partido, subrayando que el rasgo distintivo del socialismo chino consiste en la “falta de un modelo preconcebido” (Wang, 2010).
Por último, tenemos a los Neo-Confucianos. Aprovechamos para indicar que el término “confucianismo” es una invención de los misioneros jesuitas que latinizaron el nombre “Kǒng Fūzǐ” y lo convirtieron en un “ismo” para designar una determinada tradición de pensamiento. En China el nombre utilizado es el de “Rújiā” (escuela de letrados) y contempla los escritos de Confucio pero también los de una larga tradición muy posterior al maestro, donde se incluye a otros pensadores como Mencio o Siun- Tsé, por lo que es más correcto hablar de “tradición confuciana”.
El pensamiento del propio Confucio, que no escribió sus enseñanzas en vida, fue plasmado a posteriori en diversas obras entre las cuales las Analectas son consideradas como el documento más fiel al pensador. Esta larga tradición ha permeado en la visión de las instituciones y de la propia sociedad China y se caracteriza por una menor preocupación respecto al pensamiento religioso o metafísico (que sí se trata en el Tao Te King) y un énfasis en los campos de la ética, la moral y la política. Por así decirlo, aunque en Confucio la honra por los rituales sagrados ocupa un lugar central, las principales preocupaciones se encuentran en la solución de los problemas de este mundo a través del Estado y el bueno gobierno; aquel que se encamina a alcanzar la felicidad de los súbditos. Para Confucio se establece una analogía entre el gobierno de la familia y el del Estado, con lo que el gobernante es a sus súbditos lo que el padre es para sus hijos. El propio Confucio demuestra su hastío hacia los gobernantes de su tiempo pero, en todo caso, asume que sus decisiones deben ser acatadas, como si de un padre se tratase.
A ojos de un observador de nuestro tiempo esta visión del orden social puede ser catalogada como abiertamente reaccionaria pero hay que tener en cuenta que Confucio vivió en una época de descentralización del poder tras la descomposición del antiguo Reino de la Dinastía Zhou (1046-256 a.c). Además, parte de sus presupuestos se irán transformando con el tiempo y si en Confucio la soberanía del rey proviene del “mandato del cielo”, en Mencio, uno de los confucianos más destacados, el monarca mantiene su poder gracias al consentimiento de sus súbditos:
“Tú debes gobernar y conducirte en la administración del Estado como el padre y la madre del pueblo. Si tú no te dispensas de excitar a las bestias feroces a devorar a los hombres, ¿cómo podrías ser considerado como el padre y la madre del pueblo?” (Bergua, 2010: 125)
Tanto el discurso como la propaganda política china están plagados de este tipo de referencias, unas veces de forma abierta, mediante citas a los clásicos, y otras, de forma más velada. Volviendo a la actualidad, los llamados autores Neo-Confucianos se distinguen en dos grandes grupos. Por un lado, tenemos el núcleo inicial, los neoconfucianos de Hong Kong, Taiwán y Estados Unidos, con una postura liberal en lo político. Por otro lado, los llamados “neoconfucianos de tierra firme” (Maninland New Confucians) que recientemente han roto con los primeros en lo político y aspiran a ejercer una influencia ideológica en el partido, representados por tres de sus figuras centrales: Chen Ming, Jiang Qing y Kang Xiaoguang. Algunos como Chen Ming plantean la unificación de las “tres tradiciones”, la del Imperio Qing, la República China y la República Popular China, para “trascender la izquierda y la derecha” (Ming, 2012). Ming afirma que la razón de ser del PCCH fue la salvación de la nación china y que, una vez cumplido, el partido debe renovarse aspirando a que el “sueño chino” de “Papa Xi” se convierta en un “sueño confuciano”. El confucianismo debe convertirse en una suerte de religión civil (Ming recupera la terminología de Robert Bellah) a la manera en la que los valores del protestantismo se han encarnado históricamente en la política norteamericana a través de ideas-fuerza como la de “destino manifiesto”. Jiang Quing, en cambio, reniega de la tradición modernizadora representada por el PCCH y ha llegado a proponer una constitución confuciana que establezca un sistema parlamentario compuesto por presuntos descendientes de Confucio (Ming, 2010). Las propuestas de los autores neo-confucianos difieren entre sí y no llegan a poseer un cuerpo sólido y coherente.
Como veremos, en este estado de cosas el desarrollo del Pensamiento Xi Jinping ofrece una vía particular en la que se evita la imitación de modelos políticos occidentales (liberalismo) y se revisa la tradición desde un punto de vista pragmático y moderno. La particular tradición de pensamiento marxista chino aparece como un filtro que criba estas corrientes para desarrollar un producto de pensamiento renovador.
IV. El Pensamiento Xi Jinping como síntesis; tradición y modernidad
El Pensamiento Xi Jinping es la resultante, en el terreno del discurso político, de la síntesis entre el pensamiento tradicional chino (especialmente de base confuciana) y la modernidad representada por el marxismo. Aparece plasmado en varios documentos, siendo los más relevantes los diversos discursos realizados en torno al XVIII Congreso del PCCH (2012) y el Informe al XIX Congreso del PCCH (2017), además, buena parte de sus discursos aparecen recopilados en la antología Xi Jinping; The governance of China, publicada en 2014.
Como habíamos adelantado, la actual definición del sistema político chino es la de un “socialismo con características chinas”. Si atendemos a los documentos que hemos señalado se considera que China está en la primera fase del socialismo, es decir, del período de transición entre el modo de producción capitalista y el modo de producción comunista y como tal, dado que el poder está concentrado en manos del PCCH, la tarea principal es la del desarrollo de las fuerzas productivas. No obstante, la opinión de Xi Jinping a este respecto es clara; el partido debe mantener las riendas de la economía y, como afirma:
“Todo el partido debe fortalecer más consecuentemente su convicción en el camino, la teoría, el sistema y la cultura [en adelante las “cuatro convicciones”] y no seguir ni el viejo camino del enclaustramiento y el anquilosamiento, ni el mal camino de cambiar su bandera por otra, sino mantener la fuerza en lo político” (Jinping, 2017).
Las fases del desarrollo chino parecen afrontarse desde un punto de vista flexible, adaptado a cada situación histórica concreta. La posición del partido es que entre 2020 y 2035 se culminará el proceso de construcción de una “sociedad modestamente acomodada” y entre 2035 y 2050 (con el centenario de la llegada al poder del PCCH) el partido aumentará su influencia, situando a China como una potencia clave en el escenario internacional. Jiang Shigong, uno de los exponentes más relevantes de la “Nueva izquierda” china explica que las peculiaridades de la vía china, su heterodoxia, proviene de la necesidad de:
“Resolver la tensión entre la verdad filosófica y la práctica histórica, unir la verdad filosófica universal del marxismo con la realidad histórica concreta de la vida política china” (Shigong, 2018).
Podría argumentarse que la interpretación que Jiang Shigong da sobre el Informe al XIX Congreso no es sino mera palabrería propagandística, pero si atendemos a los discursos de Xi Jinping este no parece ser el caso. Al contrario, el nuevo período abierto con su llegada a la secretaría general coincide con un nuevo énfasis en el estudio del marxismo, no solamente en el terreno de la teoría, sino también en el de la práctica. La línea de masas de época maoísta ha sido objeto de un renovado interés a partir de 2012 (a raíz de la nueva dirección tras el XVIII Congreso) e implementada institucionalmente a través de cursos de formación de cuadros del partido o la publicación de guías (Eight Guidelines Regarding Connecting Closely with the Masses and Reforming Work Methods) por parte del Politburó (Shaoguang, 2019). Esta línea de trabajo implica un acercamiento de los cuadros del partido a la realidad social china a través de sucesivas investigaciones sociales centradas en el trabajo de campo con un objetivo doble: recopilar y sistematizar las problemáticas de la realidad china e implementar esas transformaciones con la participación de la población.
También en los medios de comunicación la actividad del partido ha recibido mayor atención que en los periodos precedentes. El “índice Baidu” es un indicador que permite medir el nivel de atención que se presta desde los medios a determinadas palabras clave durante un determinado período de tiempo. Se ha constatado un aumento de la atención, tanto por parte de los propios medios como por parte de los usuarios, en el término “línea de masas”, especialmente a partir de 2013 (Shaoguang, 2019).
El marxismo, de raíz maoísta y adaptado a la realidad de China, sigue actuando como la principal guía teórica del partido y así lo refleja el Pensamiento Xi Jinping. En su discurso del 17 de noviembre de 2012 (Estudiar, diseminar e implementar los principios rectores del XVIII Congreso Nacional del PCCH) Xi Jinping plantea que los ideales del comunismo son la médula de esta institución y que con la falta de esta el partido adolecería de una grave enfermedad:
“En sentido figurado, los ideales y convicciones de los comunistas son la clave [marrow] de su fe. Sin ideales, o con ideales y convicciones débiles, carecerían de médula y sufrirían de falta de carácter” (Jinping, 2014: 40).
Desde este punto de vista el comunismo es más bien una idea-fuerza, una guía, en un sentido ético, para todo miembro del partido. Para Jiang Shigong (2018) esta ética de partido entronca con el dicho tradicional chino “los que no olvidan su intención original prevalecerán”, trasladando el ideal comunista de la tradición occidental a la tradicional filosofía china ya que, como es patente en el Pensamiento Xi Jinping, solo fundiendo la cultura china y el sistema filosófico marxista puede este triunfar (Shigong, 2018).
Llegamos a uno de los puntos más novedosos del Pensamiento Xi Jinping. Se pretende mantener las intenciones originales del partido a la vez que se persigue la felicidad del pueblo y la “renovación de la nación china”, algo que Xi ha calificado como el “sueño chino”. En la teoría, implica esbozar dos principios complementarios entre sí que se mezclan sin disolverse en su totalidad; el comunismo solo puede ser alcanzado e implantado a través de la cultura china y solo el comunismo puede hacer realidad los valores más positivos de la cultura china. Dos principios, comunismo y nación, que no son vistos de manera dogmática o antagónica, pues en el caso de Xi, la nación no es una esencia sino una tradición en constante cambio que, como tantas veces en su pasado, necesita ser renovada, en las palabras de Xi Jinping:
“Debemos contar al resto del mundo los logros de la cultura moderna China que se caracteriza por una excelente tradición y un espíritu moderno, tanto nacional como internacional” (Jinping, 2014: 193).
Lo que es interpretado por Jiang Shigong de la siguiente manera:
“Es precisamente a causa de la fe en los ideales del comunismo que el gran renacimiento de la nación china de ninguna manera significa una vuelta al pasado chino, siendo, en cambio, la renovación de un antiguo país” (Shigong, 2018).
De esta forma el Pensamiento Xi Jinping toma elementos del confucianismo pero se desvía del neo-confucianismo más reaccionario en tanto que no aspira a volver atrás en el tiempo, sino a modernizar el país tomando como base la tradición de pensamiento marxista y complementándola con los valores y el pensamiento tradicional chino mediante la exploración de los diversos puntos en común entre ambas tradiciones. El renacimiento de la nación china no se entiende desde un punto de vista étnico que tenga en cuenta únicamente a la etnia mayoritaria (Han), sino que se pretende agrupar y liderar a todo el pueblo chino, “de todos los grupos étnicos” (Jinping, 2014:41), en una serie de objetivos comunes.
Respecto a nociones básicas del marxismo, como la de “lucha de clases”, hay que reconocer que están ausentes del discurso. Aunque el término “lucha” aparece 23 veces en el Informe al XIX Congreso lo habitual es que se entienda en un sentido metafórico, como una lucha por el progreso o la lucha contra la corrupción, uno de los objetivos clave del gobierno de Xi. No obstante no se ignora que exista una lucha de clases en la actual sociedad china puesto que, como se subraya en los Estatutos del Partido Comunista Chino (cuya última revisión data del 27 de octubre de 2017), esta “va a subsistir por largo tiempo en determinados ámbitos” pero “ha dejado de ser la contradicción principal”. En cambio, la principal contradicción será aquella que se presenta “entre la creciente demanda del pueblo de una vida mejor y el desarrollo desequilibrado e insuficiente”.
La plasmación de la cuestión de las clases sociales en el ámbito discursivo entronca, una vez más, con la tradición de pensamiento confuciano. Jiang Shigong afirma que el dualismo filosófico, que opone dos términos antagónicos (sujeto/objeto o amo/esclavo) es difícil de comprender en China. Así, en el pensamiento confuciano se habla de la “unidad del cielo y del hombre” como de una armonía (término muy utilizado en el discurso) y uno de los libros canónicos de la cultura china es el Libro de los cambios que explica cómo el mundo se mueve a través de contradicciones entre lo viejo y lo nuevo; una vez más, la visión materialista de la historia y el pensamiento tradicional chino se complementan de una forma peculiar. Desde el pensamiento confuciano la vía correcta para llegar a la solución de una contradicción se encuentra en la Doctrina de la Medianía (zhōng yōng) o el “término medio” confuciano que se aleja de los polos opuestos para encontrar un “camino recto”. Por lo tanto, en el discurso oficial no se ignora que existan contradicciones dentro de la sociedad china pero, ya que el PCCH es el órgano rector de la política, se confía en que la reforma ayude a superar las contradicciones en un proceso paulatino de transformación.
También en la proyección internacional de China el Pensamiento Xi Jinping difiere de la tradición marxista clásica. Se retoma, bajo otras palabras, la tradicional noción de “tianxia” (“todo bajo el cielo”) cuyo origen podemos situar en la dinastía Zhou. Tianxia hace referencia a un sistema político que no se reduce a los Estados sino que alcanza una magnitud universal. El término fue utilizado también por Sun Yat Sen bajo el eslógan “Tianxia wei gong” (el mundo es para todos) y ha sido reinterpretado recientemente por el filósofo chino Zhao Tingyang.
China pretende ejercer una influencia en el mundo evitando la sustitución violenta de un poder hegemónico por otro y estableciendo un sistema internacional superior, de otro orden. En el discurso oficial de la China de Xi Jinping se hacen varias alusiones literales a la noción de “poder blando” (soft power), acuñada por Joseph Nye en 1990, y que consiste en el ejercicio de la influencia geopolítica a través de la difusión de un determinado modelo político, económico y cultural, en este caso el de China (Jinping, 2014:192).
Es, en otros términos, la vieja idea de Sun-Tzu en la que se afirma que la mejor victoria es aquella en la que se logra doblegar al enemigo sin tener que entablar batalla.
En este punto, el Pensamiento Xi Jinping aparentemente se aleja del marxismo; aunque admite que los conflictos entre Estados son una realidad, trata de encontrar soluciones pacíficas que representen una vía intermedia entre la mansedumbre y el conflicto abierto, al menos, ante la actual correlación de fuerzas. También en esto supone una novedad respecto a la política internacional iniciada con Deng Xiaoping y concentrada en mantener un perfil bajo en las relaciones internacionales. China, en cambio, trata de ejercer una gran influencia internacional pero abandonando los viejos métodos que habían sido característicos de la III Internacional o la Kominform. Una vez más, vemos cómo la idea de armonía es central, tanto en lo que se refiere a la lucha de clases como a la lucha de Estados.
En las palabras del propio Xi: “China se ha levantado. Nunca volverá a tolerar el abuso por parte de ninguna nación. Tampoco seguirá los pasos de las grandes superpotencias, que buscan la hegemonía una vez se fortalecen. Nuestro país sigue un camino de desarrollo pacífico” (Jinping, 2014:202)
En este punto podemos identificar que la doctrina oficial del PCCH está revestida de una aspiración armonicista respecto a la lucha de clases en lo nacional y a un cierto cosmopolitismo en lo internacional. Desde la época maoísta contempla al pueblo como una unidad compuesta de partes (clases sociales) que presentan contradicciones secundarias, superables a través de la reforma aspecto que, como hemos visto, está presente en otros líderes como Hu Jintao y subyace también en la tradición de pensamiento china.
En lo internacional se ve el mundo como una “comunidad con un destino compartido” (Jinping, 2014:284) en la que cada civilización contribuye, con sus luces y sus sombras, a una obra común. A su vez, y aunque no se exponga de forma manifiesta, esta línea geopolítica guarda similitudes con la que ya esbozaran líderes como Stalin, concentrados en mantener los logros de la revolución a toda costa para evitar el conflicto directo, con el objetivo de la construcción del socialismo en un solo país.
Las aspiraciones universalistas de China contrastan con la actitud de repliegue del gobierno Trump que se sitúa lejos de la política de liderazgo mundial que los presidentes norteamericanos habían proyectado desde la Doctrina Truman y, salvo en el interludio de los gobiernos de Gerald Ford y Jimmy Carter, en adelante. En cambio, la República Popular China vende una imagen sumamente centrada en subrayar aspectos como el desarrollo económico, el respeto por el orden internacional y la difusión de su cultura milenaria, en otras palabras: evita presentarse como una amenaza.
Por supuesto el Pensamiento Xi Jinping establece como nuevos objetivos en esta etapa de desarrollo una serie de puntos relativos a la reforma política, al sistema judicial, la lucha contra la corrupción o a la cuestión ecológica. Desde el punto de vista del PCCH es fundamental concentrar sus esfuerzos en la resolución de los problemas del presente ya que es la única manera de mantener su prestigio a ojos de la sociedad China, una sociedad para la que predomina el principio del mérito sobre el de la elección: desde el proceso de selección para el ingreso en el partido hasta los más altos órganos de la administración. También en este aspecto China reproduce, una vez más, el antiguo sistema de examen imperial, basado en la tradición confuciana.
V. Conclusiones
En general, hay muchos más elementos del pensamiento tradicional chino en el discurso oficial de la República Popular China. Al igual que para Mencio, quien consideraba que el gobernante encontraba su legitimidad en el consentimiento de sus súbditos, para el Partido Comunista Chino la base de su legitimidad reside en mantenerse como una institución efectiva, que resuelve los problemas del presente atendiendo a los intereses del pueblo chino. Determinar si la estrategia del Partido Comunista Chino tiene como objetivo el establecimiento de un modo de producción comunista no es tarea sencilla. Si acudimos a los Estatutos del PCCH encontraremos que este tiene “como ideal supremo y objetivo final la materialización del comunismo” pero esto supone una respuesta fácil que debe ser contrastada con el análisis de la política efectiva del gobierno chino en las condiciones de desarrollo actual del capitalismo, tanto en el plano nacional como en el internacional.
Las construcciones teóricas encuentran su validez en su adecuación a la realidad práctica, máxime si se trata del terreno de la política. Dentro del pensamiento marxista dichas proyecciones se han concretado en nuevas formas de gobierno e instituciones, cambios en las relaciones de producción e incluso transformaciones culturales de calado. La construcción de un Estado socialista no es la simple traslación de la teoría al terreno de la práctica y está sujeta numerosas condiciones objetivas, de lo que resulta que cada Estado socialista es una forma particular e irrepetible de desarrollo histórico. Mirar hacia China es necesario, sea para realizar una crítica, sea para tomar ejemplo. La posición a adoptar por los marxistas españoles no debe ser la de la sinofilia sin reservas pero tampoco la de crítica ciega. Para muchos, la posición del Partido Comunista Chino representa una clara restauración capitalista mediante el mantenimiento de un capitalismo de Estado y, para otros, significa la adopción de una vía peculiar al comunismo. No se puede afirmar si China va o no hacia el comunismo (sería absurdo plantearlo en esos términos) pero, en todo caso, sí podemos afirmar que en China la visión materialista de la historia realiza una labor de renovación crítica del pensamiento tradicional chino, actuando como guía teórico-práctica de una nación que contiene a 1.393 millones de habitantes.
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