3.4- El emperador del clima ya sabe que va desnudo (Réplica a José A. Tapia)
Actualizado: 9 mar 2020
Por Bruno Cossio
Resumen: Dado el interés suscitado por mi anterior artículo, en el que hago una serie de afirmaciones relativamente conocidas en el campo de la ciencia climática, pero casi totalmente desconocidas para quien se informa de estos temas a través de los medios de comunicación de masas, me veo en la obligación –y en el disfrute– de elaborar una respuesta razonada a la única réplica formal que he recibido hasta la fecha.
Palabras clave: cambio climático, climatología, paleoclima, geología, meteorología.

La verdad es que cuando escribí mi primer artículo acerca de la llamada emergencia climática, no esperaba que alcanzara una trascendencia tal que incluso uno de los autores españoles del próximo informe del IPCC (el organismo de la ONU para el cambio climático) exigiera su inmediata censura, aunque tanto él como algunos de sus colegas se negaron rotundamente a elaborar una réplica argumentada en esta misma revista - abierta a cualquier posición argumentada - porque “la ciencia no se debate”. Me alegro enormemente de las reacciones causadas entre este público. Primero, por demostrar el carácter autoritario de quienes defienden las posiciones más alarmistas sobre el clima, acostumbrados a tener poder de chantaje sobre lo que se publica y lo que no. Segundo, porque dejaron en evidencia una vez más su incapacidad para contraargumentar, seguramente acostumbrados a tener poca oposición a sus planteamientos en países como el nuestro. Que unos señores científicos, incluso alguno que trabaja para un organismo de envergadura como el IPCC, afirmen que la ciencia no se debate, sólo evidencia que desconocen los principios más básicas de su profesión. Pero ya lo decía (1) Martin Keeley, profesor de geología del University College de Londres:
"El calentamiento global es una estafa, perpetrada por científicos interesados, pero necesitados de clases urgentes de geología, lógica y filosofía de la ciencia"
Lo cual me recuerda que el IPCC ha decidido prescindir totalmente de geólogos para su próximo informe, a pesar de ser los científicos más cualificados a la hora de estudiar el clima pasado y presente de la Tierra. Un dato curioso que merecía la pena ser destacado, a colación de las palabras de Keeley.
I. Los nazis del clima
El motivo de este nuevo artículo, sin embargo, será contestar a la réplica elaborada por José Tapia, quien sí se ha tomado el tiempo para elaborarla y enviarla a esta revista. Su texto se titula “¿Quién va enseñando el trasero? Respuesta al negacionismo climático de Bruno Cossío”. Hay que reconocer que el título es ingenioso, pero polémico. No por mi trasero, del que estoy moderadamente orgulloso, sino por el uso del término negacionismo climático. No existen científicos que nieguen la existencia de cambio climático y muy pocos niegan que éste esté teniendo lugar. Se llama negacionista a aquel que no está de acuerdo con la hipótesis que presentó al público un tal James Hansen en 1988 (2) y que culminó con la creación de un organismo de la ONU, el IPCC, para estudiar el tema, si bien siempre estuvo orientado a defender la hipótesis del propio Hansen. La hipótesis de James Hansen y el IPCC sostiene que está teniendo lugar un aumento de la concentración de CO2 en la atmósfera, que la causa es la actividad humana y muy especialmente la quema de combustibles fósiles y que, dadas las propiedades invernadero de este gas, nuestro planeta se encamina hacia un calentamiento preocupante ante el que debemos actuar.
Como ya señalé en mi artículo anterior, el problema que hay con esta hipótesis es que ni Hansen ni el IPCC saben responder a las cuestiones más básicas que habría que resolver antes de dar la alarma:
- ¿Cuánto sube la temperatura por cada cierta cantidad de CO2? No hay evidencia experimental de los efectos del CO2 en la atmósfera ni se ha cuantificado dicho efecto. Como ya expliqué, el clima es un sistema abierto y caótico, en el que la alteración de una variable puede hacer variar todas las demás, de modo que se contrarreste el efecto o se potencie y puse un ejemplo: si aumenta el CO2 aumenta la temperatura, esto aumenta la evaporación y esto contribuye a que se formen más nubes, lo cuál refrescaría el clima. Y dado que a día de hoy no se ha podido explicar prácticamente ninguno de los fenómenos climáticos de la historia de nuestro planeta, ni siquiera los más extremos, no conocemos las fuerzas naturales que actúan sobre el clima, por lo que no podemos deducir cuál es el componente del cambio climático provocado por la actividad humana. Las proyecciones del IPCC, que estiman cierta sensibilidad del clima al CO2, fracasan a los pocos años de ser elaborados, por lo que es obvio que carecen se base para sus afirmaciones.
- ¿Qué produjo otros cambios climáticos recientes? Está de sobra estudiada la existencia de, al menos, un periodo reciente más cálido que el actual y que tuvo lugar hace un milenio: el Periodo Cálido Medieval (3). Éste tuvo lugar con concentraciones de CO2 “naturales”, las previas a la revolución industrial, y fue seguido por un periodo más frío que el actual: la Pequeña Edad de Hielo (4). La hipótesis más aceptada y de la que, extrañamente, rara vez se habla, es que el clima de ambas etapas estuvo marcado por la alta y la baja actividad solar respectivamente. Esto plantea un problema: sabemos que el siglo XX ha sido de una actividad solar excepcionalmente alta ¿No tendrá esto algo que ver con el calentamiento? Y otra cosa: ¿Qué lógica nos lleva a considerar que estamos ante un calentamiento anómalo y no ante la recuperación de las condiciones climáticas “normales” de la Edad Media?
- ¿Es malo el calentamiento? El anterior argumento nos lleva inevitablemente a plantearnos esta pregunta: si la Edad Media fue más cálida que la actualidad, ¿por qué nos preocupa que se repita un periodo similar? En el hielo no crecen los cultivos y un enfriamiento del clima lleva a que menos agua se evapore y haya más aridez ¿Por qué es malo el calentamiento? ¿Quién ha decidido que la temperatura de 1850 era la normal y la óptima?
- ¿Merece la pena hacer los sacrificios que plantea el IPCC que debemos hacer, dañando nuestras economías y nuestra calidad de vida, para evitar un calentamiento que podría ser de un grado, medio grado o una décima de grado?
Cualquiera que señala legítimamente esta y otras inconsistencias en la hipótesis del IPCC es tachado automáticamente de negacionista e incluido en listas negras por sus otros colegas, como hace el sitio web de John Cook, Skeptical Science. Incluso quienes disienten mínimamente como Judith Curry, climatóloga de dilatada experiencia en el campo, y defienden que la sensibilidad mínima del clima a doblar la cantidad de CO2 sería de 0,9ºC (5) y no de 1,5ºC son señalados como negacionistas.
El uso de este término no es inocente, pues se hace para equiparar a quien duda de una hipótesis no probada con los nazis que niegan que sucediera el Holocausto. La ideología dominante, disfrazada de un falso progresismo, se ha encargado de esconder todas sus carencias científicas, lógicas, racionales y cognitivas bajo un manto de escándalo moral y señalamiento de toda disidencia, ocupando el lugar que antes ocupaban las religiones. Negacionismo climático es un término propio de la más lamentable propaganda política y debe ser evitado.
II. El cambio climático y la tecnocracia
José Tapia comienza su réplica explicándome que el cambio climático [provocado por el hombre] no es un mito – incluso me referencia la definición de la Wikipedia de lo que es un mito – y da a entender que, dada mi falta de credenciales en la materia, mi actitud ha de ser la de aceptar lo que dicen los especialistas, dado que la hipótesis del IPCC cuenta con un “amplio consenso de la comunidad científica”.
Vamos por partes. No sé si no me expresé bien en mi primer artículo o Tapia no me entendió, pero cuando hablé del cambio climático [insisto: provocado por el hombre] como un nuevo mito, no lo hice porque considerase que la hipótesis que discutimos sea una idea delirante, sacada de la nada, sino porque retoma nuestros miedos más ancestrales (la falta de lluvia, las temperaturas extremas, los desastres asociados a la meteorología...) así como nuestras interpretaciones antropocéntricas más primitivas (la meteorología y el clima son una respuesta a nuestros actos sobre la Tierra, debemos hacer sacrificios...) y les da un revestimiento científico. Di además un ejemplo muy claro de este carácter mitológico – o quizá sea más apropiado decir supersticioso – que fue el pánico a una nueva glaciación que se extendió entre parte de la comunidad científica a mediados de los años 70, por el rápido enfriamiento del planeta a lo largo de las anteriores tres décadas. E incluso nombré de pasadas que un miedo similar al actual por el calentamiento global cundió en los años 30, tras muchos años de aumento constante de las temperaturas. No importa qué esté sucediendo con las temperaturas en cada momento: los científicos (al menos los que reciben la atención de los medios) siempre deducen que esa tendencia es anómala, que se mantendrá ad eternum y que, por supuesto, sus consecuencias siempre serán nocivas. A pesar de haber expuesto todo esto en mi anterior artículo, Tapia pasa de puntillas por la cuestión sin intentar rebatir nada y se refugia en una falacia que también desmonté en su momento, la de que existe un “amplio consenso en la comunidad científica”. Al parecer necesita más evidencias:
Las universidades de Yale y George Mason realizaron una encuesta (6) entre todos los miembros de la Sociedad Americana de Meteorología para conocer la postura de los meteorólogos estadounidenses acerca del cambio climático. Sólo algo más de la mitad de los que respondieron (52%) respondieron que éste está teniendo lugar y es principalmente humano. Recordemos que la hipótesis del IPCC dice que prácticamente todo el cambio climático posterior a 1950 es de origen humano, por lo que el resto de meteorólogos podemos considerar que no están de acuerdo con ella: el 48% restante opina que o bien es mayormente natural, o únicamente natural o incluso que no está teniendo lugar ningún cambio climático. Un 52% difícilmente representa ningún consenso.
¿Significa algo esto? No. La ciencia es un proceso de refutación constante de lo generalmente aceptado por los científicos. Podría haber un 99% contra la hipótesis del IPCC y aún así resultar que ésta es correcta. Pero lo que sí es una falsedad es afirmar que existe tal consenso.
En cuanto a esa idea que deduzco de sus palabras de que quien no tiene una especialización acreditada en cierto tema no debe opinar sobre él, me resulta preocupante; más preocupante que el negacionismo de cualquier cosa ¿Cuál es el límite de ese principio? Evidentemente carezco de la capacidad para realizar un estudio en los sedimentos del patio de mi edificio y elaborar un análisis de las temperaturas de los últimos 2000 años, pero... ¿puedo denunciar el nazismo sin ser historiador? ¿Debemos permitir el voto a quien no haya estudiado ciencias políticas? Pregunta aún más incómoda: ¿Vota mejor un licenciado en ciencias políticas que un albañil? ¿Puedo afirmar que mi casa tiene un fallo de diseño porque a los dos días de estrenarla ya tiene goteras o debo ser arquitecto para notar el agua cayendo sobre mi cabeza? Y lo más pertinente, teniendo en cuenta que estamos escribiendo para una revista comunista: ¿Puede un trabajador oponerse a las políticas neoliberales que lo perjudican si no está licenciado en economía?
Seguro que Tapia está de acuerdo conmigo en que en la mayoría de facultades de económicas, al menos aquí y ahora, el grueso de lo que se enseña como economía, a secas, es la rama neoclásica. No importa la de crisis irresolubles e imprevistas a las que nos lleven sus recetas o cuántos de sus postulados se refuten, sigue siendo la verdadera economía, la en la que basamos nuestra sociedad y que se sigue enseñando ya sea por interés o por la endogamia que se fomenta en las academias. Lo que sucede con el cambio climático antropogénico es muy similar. Y la idea de que quien no tenga una formación reglada en un tema no debe opinar sobre él no deja de ser un “no te informes y deja que otros decidan por ti”. Los argumentos se confrontan con argumentos, no apelando a la autoridad.
III. Las academias de ciencias y la política
Continúa Tapia intentando demostrarme lo errado de mi posición haciendo referencia al “amplio consenso de la comunidad científica” y a la declaración conjunta que hicieron las academias nacionales de ciencias de Alemania, Brasil, Canadá, China, EEUU, Francia, India, Italia, Japón, Reino Unido y Rusia.
Debo reconocer que, aunque no deje de ser un argumento falaz (no responde a mis argumentos concretos sino que apela una vez más a la autoridad de las academias nacionales de ciencias) esta es una falacia de cierto peso que merece detenernos en ella, porque me permite incluir una información que tuve que dejar fuera de mi primer artículo. El citado documento afirma:
“El IPCC ha proyectado que la temperatura media global continuará incrementándose hasta entre 1,4ºC y 5,8ºC para el año 2100”
Es gracioso porque, unas líneas antes, Tapia señala lo obvio del efecto invernadero, que según él es “muy fácil de entender”, conceptos “asequibles a cualquiera que tenga una mínima educación científica” y que hay “datos abrumadores” que demuestran “la conexión entre cambios del clima” y las emisiones que causan un aumento de dicho efecto invernadero. Y, sin embargo, no podemos hacer algo tan simple como predecir si las temperaturas de aquí a 2100 subirán grado y medio (una variación dentro de los cambios climáticos normales de los últimos 5000 años) o la cifra apocalíptica de casi 6 grados en tan corto espacio de tiempo. En otras palabras: los efectos del CO2 sobre el clima no están cuantificados y las proyecciones del IPCC se basan en una hipótesis y unos modelos que están tan en pañales que no pueden ser tomados en serio. El suave calentamiento que se viene produciendo desde 1980 sigue estando por debajo incluso de la estimación mínima del IPCC.
Esta me parece una oportunidad de oro para ejemplificar cómo incluso en las más altas instancias científicas, cuando se trata de cambio climático, es la política la que manda. Sobre las mismas fechas que se firma esta declaración conjunta que cita Tapia, la Academia Rusa de Ciencias presenta por su parte una declaración en la que se posicionaban contra la firma del protocolo de Kioto (el gran acuerdo internacional para reducir las emisiones de CO2) argumentando que no había ninguna evidencia que relacionara este gas con el cambio climático y que éste es producto de fuerzas naturales, tal y como recogía Forbes (7). Y, sin embargo, acabaron firmando el comunicado conjunta, a la vez que Rusia aceptaba el protocolo de Kioto ¿A qué se debió este cambio radical en tan poco tiempo? El astrofísico y meteorólogo Piers Corbyn, que asistió como invitado a aquella reunión en la que la Academia Rusa de Ciencias se posicionó en contra de la teoría del cambio climático provocado por el hombre, afirma (8) que llamó a uno de sus colegas rusos y le preguntó por el por qué de su cambio de postura, a lo que este le respondió: “¡Beslan, Beslan!”. Esto en alusión a la matanza que tuvo lugar en la escuela de dicha localidad por parte de terroristas chechenos pocos meses antes de firmar el acuerdo. Al parecer, en palabras de Corbyn, el gobierno ruso intercambió la entrada en el tratado por la no injerencia occidental en el conflicto. Algo parecido sucedió con la Academia Polaca de Ciencias, que en 2009 (9) aún se posicionaba del mismo modo que la academia rusa.
Es bastante evidente que cambios de criterio tan radicales tuvieron poco que ver con la ciencia y mucho con la negociación política. Y a medida que la agenda política ha ido cambiando, también han cambiado las opiniones de los líderes políticos acerca del asunto. Hace unos meses, el mismo Putin que se mostraba preocupado por el calentamiento global en 2004 declaraba (10) que “nadie conoce los orígenes del cambio climático”. De los 11.000 científicos de todo el mundo que firmaron recientemente una carta abierta advirtiendo de sobre los peligros del cambio climático sólo cuatro eran rusos (11). No parece que una superpotencia científica como Rusia esté interesada en el cambio climático pero, sin duda, le ha reportado muchos beneficios a la hora de aumentar las exportaciones de gas para suplir los cierres de centrales de carbón en Europa.
IV. Entre la mala ciencia y el fraude deliberado
Titula Tapia uno de los apartados de su réplica como “los escasos fundamentos científicos de Cossío”. Responderé a sus argumentos concretos un poco más adelante, pero quisiera ahora hablar de lo que son escasos fundamentos científicos.
Ya he expuesto cuáles son los puntos flacos de la hipótesis del calentamiento global antropogénico, cuyas bases muchas veces están en la simple lógica, pero el problema de ésta va más allá de la falta de bases y se adentra en los terrenos de la falta de ética profesional. Veamos a qué me refiero.
En 1998, un estudio publicado por un desconocido matemático y físico llamado Michael Mann en la prestigiosa revista Nature llamado “Patrones globales de temperatura y forzamientos climáticos en los últimos seis siglos”, aunque para la mayoría de la gente éste acabaría siendo conocido como el famoso Palo de Hockey. El objetivo de este estudio era obtener información de las temperaturas del hemisferio norte a lo largo de los últimos seis siglos, utilizando para ella diversas fuentes indirectas (proxies) pero principalmente el análisis de anillos de ciertos árboles. El nombre que se le dio popularmente, el Palo de Hockey, se debe a que el gráfico que ilustraba los resultados de su estudio, era una línea casi plana, en tendencia ligeramente decreciente desde hace seis siglos, hasta llegar al siglo XX, momento en el que la línea salía disparada hacia arriba, dándole una forma que recuerda a la de un palo de hockey. Sus autores, comandados por Mann, ampliaron este estudio un año después (12) para incluir todo el último milenio y los resultados eran evidentes, tajantes y preocupantes: no había en los últimos mil años calentamiento similar al actual y éste coincidía a la perfección con el aumento de las emisiones de CO2 humanas. El gráfico de Michael Mann se volvió mundialmente famoso en poco tiempo gracias al los científicos más alarmistas y a los medios de comunicación, por ser la evidencia más palpable que se tenía y se tiene de que la actividad humana está provocando un calentamiento peligroso del planeta.
El estudio de Mann contradecía toda evidencia acumulada hasta la fecha. En el primer informe del IPCC (página 202) (13), el organismo de la ONU reconocía la existencia del llamado Periodo Cálido Medieval debido a causas naturales, así como una serie de periodos aún más cálidos previos a él, algo hasta entonces ampliamente aceptado por la comunidad científica y que contaba con innumerables evidencias. Esto no negaba que el actual calentamiento pudiera ser inducido por los seres humanos, pero relativizaba mucho su peligrosidad e incluso abría la posibilidad de debatir si no era mejor un planeta un poco más cálido que uno frío.

Carl Sagan (otros dicen que David Hume, pero ya sabemos cómo funciona eso de las citas célebres) decía que afirmaciones extraordinarias requieren evidencias extraordinarias. Fue sospechoso que una investigación que contrariaba todo conocimiento del clima hasta la fecha, basada en algo que ya de por sí tenía sus detractores como el estudio de anillos de árboles (los anillos se ven influenciados por otras variables que no son la temperatura como la lluvia y la luz), se convirtiera rápidamente en “ciencia asentada”. Y fue más sospechoso aún cuando, al ser requerido por algunos científicos escépticos para que hiciera público el proceso completo que había utilizado para elaborar su famosa gráfica, el autor Michael Mann se negara en redondo, argumentando que el código informático que utilizó para elaborarlo era parte de su propiedad intelectual.
La desconfianza en su estudio se acrecentó aún más cuando otros estudios de métodos y objetivos similares, uno de Keith Briffa y otro de Phil Jones, salieron a la luz. El segundo mostraba calentamiento en el siglo XX, también mostraba un periodo cálido en la Edad Media similar al actual. Pero además, el de Briffa no terminaba con una subida, sino con una caída brusca de las temperaturas. La credibilidad de Mann y del propio método utilizado quedó en entredicho, dado que su experimento no era replicable. Si un científico hace lo mismo que otro y obtiene resultados significativamente diferentes, no se ha producido verdadero conocimiento científico.
Pero lejos de ser desacreditado, el IPCC eligió a Michael Mann para elaborar la presentación del Tercer Informe del IPCC. Y por si no hubiese sido todo lo sucedido hasta el momento altamente cuestionable, en la versión final del informe se incluyeron los otros dos estudios antes citados (el de Jones y el de Briffa) con una diferencia muy llamativa: ahora los tres estudios mostraban un palo de hockey casi idéntico, asegurando que se trataba de correcciones hechas en estudios posteriores.
A pesar de que no había explicación alguna para estos cambios, increíblemente el informe salió adelante y el palo de hockey se convirtió en literatura científica citada por cientos de investigadores de todo el mundo como evidencia de un preocupante cambio climático. Y no fue hasta varios años después que Steve McIntyre, proveniente del campo de la economía pero con formación en matemáticas, comenzó a estudiar el asunto y demostró la cantidad de irregularidades (14) que contenía el Palo de Hockey: desde una mala y curiosa selección de los datos utilizados hasta métodos estadísticos empleados ad hoc, por no decir que los métodos estadísticos usados por Mann para elaborarlo producían “palos de hockey” prácticamente siempre, sin importar los datos que se utilizaran. McIntyre, entre otras cosas, denunció que aquel gráfico del Tercer Informe del IPCC era una manipulación en la que se había eliminado parte de los datos divergentes e insertado otros coincidentes, algo que los expertos implicados negaron (15) por activa y por pasiva con gran indignación.
El tiempo le daría la razón a McIntyre pocos años después, cuando en 2009 tuvo lugar el pirateo de miles de correos electrónicos con correspondencia privada entre los principales climatólogos del IPCC: el llamado Climategate (16). Aunque la autoría de este asalto sigue siendo desconocida – muchos creen que se trató de una filtración por parte de algún elemento interno que intentaba denunciar las malas prácticas de estos científicos – la veracidad de los correos publicados rápidamente por todo internet tuvo que ser confirmada por sus propios autores. Entre estos mensajes se incluía correspondencia entre Michael Mann, Phil Jones y Briffa, mientras coordinaban el sumario del Tercer Informe del IPCC, que confirmaban con poco margen de dudas las sospechas que todo el mundo tenía. Este (17) es uno de los correos de Chris Folland, uno de los autores principales y coordinador de dicho informe:
“Un diagrama de temperaturas proxy es el claro favorito para elaborar el resumen para los encargados de elaborar políticas. Pero el diagrama que sólo usa anillos de árboles [el de Briffa] contradice de alguna manera el que usa varias fuentes [el de Mann] y diluye el mensaje significativamente”
Así que el IPCC buscaba con su informe dar un “mensaje” y además había decidido arbitrariamente que el estudio que mejor se adaptaba a ese mensaje era el de Mann, que era con diferencia el más alarmante. Suena muy poco a ciencia y mucho a política.
Hay toda una serie de correos de Briffa, Mann y Jones. El primero, aparentemente irritado (18) porque se haya decidido arbitrariamente que el estudio de Mann es el mejor, mientras que se sugiere que el suyo sea desechado. Briffa expone claramente en uno de sus mensajes que cree que es muy plausible que el actual calentamiento sea similar al medieval, y que a lo largo del Holoceno (últimos 12.000 años) han tenido lugar cambios climáticos aún mayores. En la misma cadena de respuestas al correo que cité anteriormente comenta:
“Sé que hay presión para presentar una bonita y organizada historia sobre un calentamiento sin precedentes en los últimos 1000 años […] Pero en realidad la situación no es tan simple. No tenemos muchas fuentes indirectas que abarquen esas fechas y las que lo hacen muestran cambios inesperados que no encajan con el reciente calentamiento. No creo que sea inteligente que ésto sea ignorado en nuestro capítulo”
Michael Mann responde más adelante:
“Si mostramos el gráfico de Briffa, tenemos que comentar que algo más es causante de las discrepancias en este caso... Necesitaríamos añadir unas palabras al respecto. Si no, los escépticos tendrán vía libre para dudar de nuestra habilidad para entender los factores que influencian estas estimaciones y podrían minar la fe en las estimaciones paleoclimáticas”
Michael Mann, sugiriendo ocultar datos para no minar la “fe” en la ciencia climática. Un gran científico, sin lugar a dudas. Pero hay más, y aquí viene lo más increíble de todo este asunto. Un correo (19) de Phil Jones, dos meses después.
“Acabo de completar del truco de Mike [Mann] en Nature, añadiendo las temperaturas reales a cada serie para los últimos 20 años (es decir 1981) y para la de Keith [Briffa] desde 1961 para ocultar la bajada”.

Es bastante evidente lo que está diciendo Phil Jones en este correo. Dado que las tres series de datos discrepaban a la hora de mostrar calentamiento en el siglo XX eliminaron la parte de la curva que daba problemas y “pegaron” en su lugar datos instrumentales de temperaturas. Esto no se puede hacer en ciencia.
Cuando se elabora un estudio de este tipo en paleoclimatología, es muy importante que los datos proxy (es decir, los obtenidos de anillos de árboles, sedimentos y otras fuentes indirectas) coincidan al llegar al siglo XX con las temperaturas reales que se han medido con termómetros, pues es el momento en que están disponibles estos datos. Si sabemos con bastante seguridad que el hemisferio norte se calentó a lo largo del siglo XX, los resultados del estudio de esos anillos de árboles deben reflejar de igual manera ese calentamiento. De otra manera, quedaría en evidencia que la fuente indirecta que se está usando para calcular las temperaturas no es acertada por no ser coherente con sus mediciones reales.
En resumidas cuentas, el IPCC quería dar un mensaje de alarma y presionó a Mann y al resto para presentar una historia “ordenada y coherente”. Dado que carecían de los datos para tal cosa, Mann simplemente eliminó los datos incómodos y los sustituyó por otros violando los principios más elementales de la estadística y de la ética científica.
A pesar de que podría tratarse de uno de los mayores escándalos de la ciencia moderna, que ha implicado a los gobiernos de todo el mundo en unas inversiones salvajes y en unas medidas dañinas socialmente, pocos medios cubrieron toda esta historia, muchos de los que lo hicieron se posicionaron del lado de las excusas absurdas que dieron sus protagonistas. En países como España son hechos apenas conocidos. Y aunque el IPCC no volvió a utilizar los resultados de Mann en sus informes, el Palo de Hockey sigue siendo reproducido una y otra vez por científicos serios, a veces ignorando su falta de credibilidad y los métodos tramposos con los que fue elaborado. Y más preocupante aún es que este Palo de Hockey pasara la revisión de la revista Nature y fuese publicado, cuando está claro que no es fruto de un uso correcto de la ciencia.
Dado el descrédito de Mann y su hipótesis, otros autores se apresuraron a intentar elaborar estudios similares evitando el uso de anillos de árboles, para demostrar que éste estaba en lo cierto, pero estos nuevos palos de hockey han sido ya esencialmente refutados (20) o corregidos (21) hasta el punto de quedar patente, una vez más, que el actual periodo cálido está lleno de precedentes.
Como broche final, hace pocos meses que Mann perdió (22) una demanda por difamación que interpuso contra el climatólogo Tim Ball – que básicamente lo había acusado de fraude – tras negarse una vez más a revelar todos los datos originales de su famoso Palo de Hockey. Mann prefirió pagar las costas del juicio antes que probar que no había hecho trampas.
Pero el Climategate revela muchas más cosas acerca de cómo trabajan los climatólogos que sostienen la hipótesis del IPCC, algunas igual o más graves que el presunto fraude del Palo de Hockey: conspiración entre revisores (23) de estudios para evitar que se publiquen los que consideran que no se ajustan a sus propuestas, dudas abiertamente expresadas sobre lo poco ético de su forma de trabajar así como dudas del propio conocimiento que dicen tener, intentos deliberados (24) de alterar los registros de temperaturas del siglo XX para que encajen con la evolución de las emisiones de CO2... La lectura de estos correos electrónicos deja en evidencia la endogamia en la climatología, en la que un núcleo duro de científicos que dudan de sus propias capacidades y de la validez de sus puntos de vista, trabaja incesantemente para sostener su hipótesis y mantener fuera a cualquier científico independiente o crítico.
V. Tapia contra el sentido común
Acabamos de dar un brevísimo repaso a los fundamentos científicos de la hipótesis del IPCC, aunque a Tapia – que hasta el momento no ha refutado nada de lo que he dicho – parece que le interesan más los míos.
Adjunté en mi anterior escrito el siguiente gráfico, en el que se reflejan los cambios de temperatura en la Antártida durante los últimos 400.000 años y los niveles de CO2. La clarísima correlación entre ambas variables es lo que ha llevado a muchos científicos a presentar estos datos como prueba de que el aumento del CO2 causa un aumento de la temperatura, y que su disminución causa su bajada. Así lo presentó Al Gore (quien recordemos que pronosticó que el hielo ártico se derretiría por completo para 2014) en su famoso documental. Pero como demostró (25) el estudio de estos núcleos de hielo, son las temperaturas las que “arrastran” al CO2 con diferencia de cientos a miles de años. No hace falta siquiera acudir a la literatura científica porque es algo observable a simple vista o, para quien no se fíe de ésta, acudiendo a la web de la NOAA (26).

Señala Tapia ante esta evidencia, innegable y ampliamente aceptada en la comunidad científica, que “son afirmaciones de mucha profundidad y complejidad científica”. Es la curiosa dualidad de la climatología: es una cosa sencillísima comprensible para cualquiera con una mínima formación científica que el CO2 causa calentamiento (eso decía él unos párrafos antes), pero cuando se muestra una prueba de que no es así, entonces es una ciencia de “mucha profundidad y complejidad”.
Sin duda el estudio del paleoclima es una materia compleja y, de hecho, a día de hoy no están claras las causas de las glaciaciones que quedan reflejadas en el estudio de estos núcleos de hielo, pero hay algo que es seguro: si el CO2 varía cientos de años después de las temperaturas, si las glaciaciones empiezan cientos de años antes de que comience a bajar el CO2, no hay manera de que sea el CO2 el que cause las variaciones de temperatura. Es simple lógica. Es más, los efectos del CO2 como gas invernadero son tan débiles que éste no puede impedir que el planeta se enfríe abruptamente.
A pesar de no ser un texto revisado por pares, recomiendo al respecto el análisis (27) del geólogo Euan Mearns, puesto que plantea hipótesis adicionales muy interesantes al respecto.
Tapia continúa confrontando mi afirmación de que es falso que esté teniendo lugar un calentamiento anómalo o un derretimiento catastrófico de los glaciares en Groenlandia e Islandia y lo hace citándome diversas fuentes. Para empezar, la subida del nivel del mar de 7 metros que podría tener lugar (resalto con cursivas el condicional) si se derritiera por completo todo el hielo de Groenlandia.
Me detengo aquí para recordar que ya hablé del asunto de la subida del nivel del mar en mi artículo original. Es un tema con el que se juega mucho, puesto que se habla de que en tal lugar el nivel del mar está subiendo a cierta velocidad y luego se dice que en otro punto del planeta está subiendo el doble. Este tipo de afirmaciones son fruto bien de la ignorancia o bien de la manipulación: evidentemente, al formar todos los océanos de la Tierra una sola masa de agua, la subida del nivel del mar deberá ser la misma en todos lados ¿Dónde está el truco? En que no sólo el nivel del mar varía: también se elevan o se hunden los continentes. Dado que es difícil establecer qué variación corresponde al mar y que variación corresponde a los continentes, de lo que se trata es de buscar una aceleración de la subida del nivel del mar en los lugares donde éste está aumentando en relación al continente, o una deceleración en aquellos puntos donde el nivel del mar está bajando, dado que, en teoría, el calentamiento del planeta ha acelerado el deshielo a lo largo del siglo XX y XXI. Ya lo mostré en su momento: ni siquiera los mareómetros más antiguos (28) muestran ninguna aceleración de la “subida” del nivel del mar. La tendencia es, en apariencia, completamente lineal sin importar las décadas que escojamos. Un estudio (29) basado en estos mismos mareómetros confirma que la pequeñísima aceleración observable no reacciona de ninguna manera al aumento brutal de las emisiones de CO2 de origen humano a partir de 1950. Estos son los datos empíricos, aunque a los alarmistas les guste vivir en predicciones que se han estrellado contra la realidad una y otra vez.

En cualquier caso, según el estudio que enlaza Tapia a continuación y que comentaré brevemente, entre 1981 y 2010 Groenlandia perdió 103.000 millones de toneladas de hielo. Suena a una gran cantidad, pero a ese ritmo se necesitarían 12.500 años para derretir sólo la mitad del hielo de la isla. Es un escenario lejano e improbable.
Como comentaba, el estudio que enlaza tuvo bastante repercusión mediática hace un par de meses en el que se señalan las importantes pérdidas de hielo que han tenido lugar en Groenlandia en las últimas décadas. No hay ningún problema con dicho estudio y puede perfectamente ser cierto. El problema sería, como hicieron muchos medios que se hicieron eco de él, concluir que esta supone tendencia a largo plazo.
“Groenlandia se derrite siete veces más rápido que en 1990”, titularon de manera sensacionalista medios como The Guardian. Como ya demostré en el anterior artículo, las temperaturas de Groenlandia son cíclicas, como las de Islandia y el Polo Norte en general. De hecho, un estudio (30) de 2007 de la Universidad de Ohio señalaba que la actual pérdida de hielo de Groenlandia es un evento similar al que tuvo lugar entre los años 20 y 40. Los registros de temperaturas de fuentes nada sospechosas (31) de “negacionistas” como la Unidad de Investigación Climática de Hadley o incluso la web de la NASA (32) acreditan estos ciclos de calentamiento y enfriamiento del Ártico. Este ciclo de calentamiento y enfriamiento del Ártico, como la subida del nivel del mar, muestra poca correlación con el aumento exponencial de las emisiones de CO2. En cambio, hay una relación muy evidente (33) entre las temperaturas del Ártico y un fenómeno natural conocido como Oscilación Multidecadal del Atlántico, un ciclo oceánico que calienta y enfría determinadas zonas del norte de dicho océano y que vuelve a su punto de inicio cada 70 años. Tanto el derretimiento de los años 1920-1940 como el de 1990-2010 encaja perfectamente con la fase positiva de este fenómeno. La cuestión es: ¿qué parte del calentamiento del Ártico queda por explicar si tenemos esto en cuenta? Realmente, muy poco. Desde aproximadamente 2005, el Ártico ha dejado de calentarse y el hielo marino permanece prácticamente estable.

Tapia utiliza este estudio, centrado en las últimas dos décadas, para tratar de contradecir mi afirmación de que nada anómalo o catastrófico está sucediendo en Groenlandia ¿Pretende el autor de la réplica deducir una tendencia climática por un estudio que abarca 20 años? ¿Se ha molestado en conocer, aunque sea superficialmente, las variaciones climáticas de esta isla en la que los vikingos plantaban cereales? Podría haberlo hecho, porque lo expliqué en el artículo al que responde...
Vayamos más allá incluso y veamos lo que ha sucedido en los últimos 10.000 años (34).