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10.2- El verdadero pensamiento NAZBOL

por Santiago Armesilla


Resumen: Se presenta en este artículo una crítica al nacionalbolchevismo y una exposición de sus ideas básicas


Palabras clave: Nazbol, nacionalbolchevismo, Ernst Niekisch, autodeterminación, separatismo.






Hace semanas descubrí esto, y por su interés le voy a dedicar una entrada en el blog. Siempre he dicho que el mejor antídoto contra el nazismo es leer directamente el Mein Kampf, libro cuya primera parte, biográfica de Hitler, es aburrida y pomposa a más no poder. Mientras que la segunda parte es un compendio de táctica, estrategia y propaganda que explica el éxito del ascenso de los nazis al poder en Alemania. Todo ello, surcado por delirantes ideas racistas y metafísicas. En este caso, nos encontramos con otra lectura que supone el mejor antídoto contra las ideas que dice pregonar, o exponer.


Desconozco la fecha exacta en que salió este número 8 de la revista Elementos de Metapolítica para Una Civilización Europea. Por la temática tratada en este número, presumo que es de mediados de la década de los 2000. Con el mismo nombre de su homónima francesa Elements, la revista española Elementos (la llamaré así para simplificar) fue la publicación española más importante de esa corriente de teóricos del neofascismo posterior a la Segunda Guerra Mundial nacida en Francia y llamada «Nueva Derecha» (Nouvelle Droite). Iniciada por Alain de Benoist y el grupo GRECE (Grupo de Estudios e Investigaciones sobre la Cultura Europea), la «Nueva Derecha» se afirmó a sí misma como heredera de la llamada «Revolución Conservadora» de la Alemania de la República de Weimar, que preconizaban una suerte de «socialismo conservador» tradicional, apegado a las costumbres prusianas y opuesto al bolchevismo occidental que pudieron representar los espartaquistas, pero también al liberalismo imperante en la Alemania de entonces, asociado a la dominación extranjera y al pago de las deudas impuestas por el Tratado de Versalles de 1919.


La «Nueva Derecha» fue europeísta radical, antiliberal, neopagana y antimaterialista. El acercamiento de esta «Nueva Derecha» a los planteamientos políticos prácticos fue, siempre, desde una mera perspectiva analítica. Sin embargo, partidos como el Vlaams Belang en Bélgica o el Frente Nacional francés han dicho inspirarse en sus postulados. En España es una corriente marginal, aunque tiene publicaciones periódicas activas, como la web El Manifiesto. La revista Elementos fue uno de los primeros exponentes hispanoparlantes de la «Nueva Derecha» en España. En sus números trataron todos los tópicos de esta corriente ideológica. Pero este número 8, que he leído gracias a un camarada comunista que me envió el enlace de la misma en Internet, tiene una importancia fundamental. Y es la siguiente: se trata de el compendio teórico más coherente y completo de esa corriente del neofascismo llamada nacionalbolchevismo, o nazbol, jamás publicado en español. No ya solo porque contiene textos de su fundador, el alemán Ernst Niekisch, y del ruso Alexandr Duguin. Sino, también, porque aporta textos de autores españoles, franceses y alemanes que, desde el recorrido biográfico de Niekisch al análisis geopolítico más actual (para aquel momento, mediados de los 2000), pasando por diversas recapitulaciones de fuentes doctrinales, de fuerzas políticas consideradas afines y de proyectos políticos concretos, ofrecen la que considero es la concreción doctrinal nazbol en español más completa jamás publicada. Se puede leer íntegro el número en este enlace:



Recuperando lo dicho en el primer párrafo, leer este número no supone ya meramente el mejor antídoto para rechazar el nacionalbolchevismo como ideología. Pues hablamos de una corriente del mundo autodenominado «tercerposicionista» que siempre ha sido minoritaria, más filosófica que política, tremendamente gnóstica y poco realista. La prueba es que nunca se han cumplido sus postulados, ni siquiera en forma de victoria electoral en un municipio. Sin embargo, también supone un antídoto antirrábico contra todos los izquierdistas indefinidos que pulular por España y que insultan como «nazbol» a la posición marxista-leninista coherente con la defensa de la unidad de España. Es muy probable que esta pandilla de indocumentados no se lea el enlace que he colgado arriba. No son capaces siquiera de leer entero el Manifiesto Comunista, que son solo 50 páginas de libro, menos lo harán con las 66 páginas a doble columna de este número 8 de Elementos. Lo que está claro es que prácticamente todo lo escrito en este número desmiente su asociación con lo «nazbol» de la posición comunista real. Y, además, realmente les asocia a ellos más como nazbol auténticos que a nosotros. Cualquiera que lea íntegro el número podrá comprobarlo.


A modo de resumen, las ideas del nacionalbolchevismo tal y como se exponen en el número son las siguientes:


I. El nazbol es eurasianista, o eurosiberiano.


El nacionalbolchevismo es, básicamente, una ideología que, dentro de la tradición fascista, se diferencia del fascismo italiano en que su cosmovisión es imperial multiétnica y multirreligiosa, y no laica. Con respecto del nacionalsocialismo alemán, se diferencia en que no afirma la superioridad racial de ningún colectivo humano. Y del nacionalsindicalismo español se diferencia en la primacía de Rusia y del ámbito euroasiático como aquel que regirá los destinos futuros del mundo a diferencia de una Hispanidad cuyo liderazgo sería siempre español. El nacionalbolchevismo, tanto en su fundador, el alemán Ernst Niekisch como en el ruso Alexandr Duguin, consiste en la creencia de que la unidad del continente euroasiático, bajo la batuta rusa, será lo que aplaste el capitalismo liberal. Es decir, el nacionalbolchevismo, también llamado eurasianismo por el articulista Philippe Dardel al final del número, es básicamente la adaptación al contexto cultural ruso de las tesis antimaterialistas y anti-individualistas de las corrientes fascistas de Europa occidental.


II. El socialismo nazbol es antimarxista y antimaterialista.


El fundador del nacionalbolchevismo, el alemán, Ernst Niekisch, provenía de la socialdemocracia alemana, como Benito Mussolini provino de la socialdemocracia italiana. Más cercano a los planteamientos de Ferdinand Lasalle que a los de Marx, al cual siempre consideró un profeta, Niekisch entiende que la burguesía alemana que aceptó las imposiciones de Versalles era la enemiga del resurgimiento de Alemania como nación. Entendía que el proletariado alemán tenía una relación tradicional con su tierra, telúrica, espiritual. Y que la forma de organización militar prusiana era la que más convenía al proletariado para acabar con la burguesía e imponer el socialismo. Niekisch fue anticomunista, porque entendió que el KPD alemán era un Partido más soviético que alemán. Acabó siendo antisocialdemócrata, porque consideró que el SPD se convirtió en el ala izquierda de la burguesía de Weimar. Pero también acabó siendo antinazi. En 1934 fue encarcelado, y su revista Widerstand (Resistencia) fue cerrada. Para Niekisch, Hitler representaba la decadencia católica bávara, pro-occidental, que arruinaría Alemania en su enfrentamiento contra la URSS, y que sometería a Alemania a un Versalles aún más duro que el primero, cosa que en parte ocurrió. Para él, el Tercer Reich tendría que haberse construido alrededor de la protestante Prusia, más cercana al mundo eslavo que a Roma. Para él, el protestantismo cultural era la mejor respuesta contra los intentos de domesticación de Alemania como nación, aunque también renegó de los pastores evangélicos de la Iglesia luterana alemana. Tras su liberación por el Ejército Rojo, ingresó en el Partido Socialista Unificado de Alemania en la RDA, pero fue expulsado, y acabó sus ideas defenestrado en la Alemania occidental. Como teórico no fue brillante, aunque acertó en su análisis sobre Hitler. Como hombre de acción, jamás se atrevió a ir más allá del activismo intelectual, aunque fue muy influyente, sobre todo, gracias a sus amistades con Ernst Junger, Joseph Goebbels, Carl Schmitt y Benito Mussolini, con quien llegó a entrevistarse. Niekisch, desde una perspectiva marxista, representaría lo que en el Manifiesto Comunista se criticaría como «socialismo alemán o verdadero», que conectaría con el «socialismo reaccionario o conservador» de la Revolución Conservadora de Moeller van den Bruck a través no solo de sus ideas tradicionalistas prusianas, sino también de su eslavofilia, pues interpretó que la Revolución Bolchevique fue una revolución de corte nacional más que marxista (nacional en sentido étnico, no político) que lo que hizo fue rechazar al decadente Occidente liberal mediante la tradición propia del pueblo ruso, que vio en el marxismo el engrasante de su mecanismo ancestral. Además, al igual que para Heidegger, según Niekisch la técnica aliena al hombre de su contacto con lo telúrico, con lo tradicional y con la tierra, fundamentos de la irracionalidad vista como valor positivo.


III. El nazbol verdadero es irracionalista y metafísico.


Duguin, en su texto «Metafísica del nacionalbolchevismo», aporta la mayor elaboración teórica posible que ha recibido esta tendencia. A su juicio, el nacionalbolchevismo es el punto de encuentro de todas las corrientes políticas que se oponen a la «sociedad abierta» defendida por Karl Popper en su libro La sociedad abierta y sus enemigos (libro de cabecera de George Soros, por cierto). A su juicio, entre esas ideologías se encuentran el comunismo marxista-leninista, el fascismo italiano, el nacionalsocialismo alemán, el conservadurismo ortodoxo ruso, la «Nueva Derecha» francesa, el ambientalismo más radical, el Islam, el hinduísmo, etc. Es decir, todo aquello que se haya enfrentado en algún momento, con mayor o menor éxito y/o coherencia, al liberalismo. Para Duguin, para que el nacionalbolchevismo sea posible en tanto que punto de convergencia, el marxismo-leninismo tiene que rechazar el humanismo (aquí se nota que Duguin nunca entendió el marxismo, pues este es un corpus teórico materialista, y por tanto antihumanista), el progresivismo (también aquí Duguin se equivoca, pues realiza una lectura teleologicista del materialismo histórico) y reaceptar sus raíces en el socialismo utópico francés que era eminentemnete místico (Duguin realiza, conscientemente, una lectura escatológica, no dialéctica, de esas corrientes utópicas francesas, y de ahí su rechazo a la lógica formal surgida de la filosofía analítica y su defensa de la dialéctica hegeliana pero no entendida desde el Umstulpung marxista). Asímismo, aboga porque las corrientes conservadoras, telúricas, de la tradición ortodoxa rusa asuman el socialismo y el «sendero de la mano izquierda» védico («el Atman es el Brahman», el uno es el Todo, escribe Duguin para ejemplificar la concepción nazbol del Mundo frente a la concepción popperiana que, parece ser, sería la inversa según él), porque el nacionalsocialismo renuncie al racismo y porque el fascismo italiano asuma una visión no estatalista, sino imperial continental. Es decir, en definitiva, en Duguin tenemos a un ultraconservador ruso consciente de la importancia histórica de la Revolución Rusa y de la URSS, tratando de incorporar sus elementos históricos a su cosmovisión tradicional rusa. Duguin entiende que Rusia debe ser el punto de encuentro, y el líder geopolítico, de todos los pueblos y naciones de Europa y Asia. Sin entender esto, es imposible entender en verdad en qué consiste el pensamiento nazbol.


IV. El nazbol auténtico es antiespañol, proseparatista y defensor de las estructuras de la Unión Europea, a las que se debe unir Rusia para tratar de liderarla.


Hace tiempo se conocieron, a través de Sputnik mundo, las posturas del líder nazbol ruso Eduard Limónov, sobre Cataluña. Se declaró total partidario de la independencia de Cataluña respecto de España, como puede leerse aquí. También pueden encontrarse en Internet pequeñas webs de grupos autodenominados nazbol, nacionalbolcheviques, que defienden abiertamente estas posiciones antiespañolas, como ocurre aquí y aquí. Pero es en este número 8 de Elementos donde más explicitamente puede encontrarse esta posición antiespañola de los verdaderos nazbol, pues aquí hablamos, sin duda, de una publicación reconocida oficialmente como una de las más importantes revistas neofascistas de España. En el artículo del alemán Jürgen Schwab «Ernst Niekisch, ¿qué significa nacionalrevolucionario?», leemos textualmente:

Precisamente la democracia directa en la comunidad según el principio de subsidiariedad y regional, tal y como exigen los teóricos desde Alain de Benoist [14] hasta Henning Eichberg, no podrían realizarse sin estos representantes y sus instituciones (Estados Nacionales). El tamaño de un Estado no tiene ninguna importancia: si todos los franceses desean seguir siendo franceses o si los bretones, vascos o corsos desean separarse de ellos y constituir sus propios Estados Nacionales no modifica en absoluto este principio del Estado Nacional. Quien señale esto como regionalismo, discrimina semánticamente el nacionalismo legítimo de los pueblos oprimidos y traiciona el principio más básico de todo nacionalismo de «un pueblo – un Estado» (p. 28).

Por su parte, el francés Philippe Dardel en el artículo final del número, titulado «Presente y futuro del nacionalbolchevismo: la nueva alianza pardo-rojiza en Rusia y su influencia en el escenario europeo» afirma, en el punto titulado «Una precisión», lo que sigue, que significa la síntesis mejor argumentada sobre el verdadero proyecto nazbol para el mundo:

Con respecto a la antes citada convergencia dentro del nacionalbolchevismo de diversos movimientos nacionalistas, entre los que cabe destacar a ETA y fracciones vascas moderadas y neonazis, al Partido Nacionalista Bretón, quizás también a las organizaciones del revival occitano tolosano y catalán, al exitoso Vlaams Blok flamenco, al Sinn Fein irlandés, a los nacionalistas alemanes, cabe una precisión que contribuye a echar luz sobre la aparente contradicción. Hasta los años 90, estando aún vivo el europeísta belga Jean Thiriart, la propuesta eurosiberiana o nacionalbolchevique (los términos se utilizarán indistintamente) era agresivamente antinacionalista, asumiendo que la pléyade de movimientos reivindicacionistas, culturales y raciales, no habían hecho más que desangrar a Europa. Por lo mismo, la idea eurosiberiana los dejaba explícitamente fuera. Tanto así que en la gran Europa, desde Gibraltar a Vladivostok y desde Dublín a la Transcaucasia, no habría más que un gran espacio dominado por un poder central, demás está agregar que sumamente fuerte. Tal era, grosso modo, la propuesta de Thiriart, que recogió y reelaboró el ya citado Dugin, en coincidencia con la evolución de los movimientos y pensadores adscritos a la desaparecida Nueva Derecha francesa, particularmente Guillaume Faye. ¿Qué propone Dugin? Pues una gran federación, cuya conformación puede perfectamente recoger las reivindicaciones autonomistas de las diversas naciones europeas, sea al modo de la Carta de Charlottenburg elaborada por las SS poco antes del fin de la II Guerra (la idea de las «patrias carnales». Por ejemplo, Bretaña vuelve a ser un país, Cataluña y el sur de Francia se reunen), sea como eventualmente lo decidan los propios interesados. Claramente, Dugin no se ha detenido a elaborar los aspectos políticos y prácticos de la propuesta, aunque sí ha destacado por reflotar la lucha contra los atlantistas y la potencia, incluso autárquica, de la Eurosiberia, que concentra el grueso de la población, la tecnología, la inteligencia y los recursos naturales del mundo y, consecuentemente es LA posibilidad de Europa para sobrevivir manteniéndose como Europa. Ahora, suene o no antojadiza o disparatada la idea nacionalbolchevique, lo cierto es que el mayor paso lo han dado los países de Europa Occidental al poner en marcha la Unión Europea. Que Bruselas sea una burocracia neoliberal no es nada relevante al lado del proceso de convergencia iniciado y cuya viabilidad futura depende cada día más de Rusia, como lo saben los «motores» de la Unión y muy especialmente Alemania, que trabaja con fuerza para desarrollar sus lazos con el Este. (pp. 59-60).

En definitiva, el nacionalbolchevismo aboga por la integración de todo el mundo eslavo, incluida Rusia, en la Unión Europea, en un intento por que esta la lidere y posicione a Eurasia como la gran superpotencia multiétnica y multirreligosa antiliberal y anti-individualista que devuelva a la Humanidad a una «Edad de oro» perdida donde comunidad y tradición se encuentren. Si para ello tiene que destrozar los Estados-nación surgidos de las revoluciones liberales y jacobinas, burguesas, lo hará. Su odio a la burguesía le lleva a defender la destrucción de todo su legado, entendiendo que el Estado-Nación, la nación política, es una nación artificial, no natural, que debe ser destruida para que cada nación étnica (Cataluña, País Vasco, a su entender) se constituya en Estados federados en la gran potencia eurosiberiana. En esta línea, además, trabaja Duguin en su asesoría en el Kremlin desde hace años. En conclusión, el verdadero nazbol será un enemigo declarado de la nación política española y defenderá vender sus partes formales a la conjunción imperialista depredadora que supondría la integración de Rusia en la Unión Europea.


V. Conclusión.


El nacionalbolchevismo, más allá de ser un movimiento político efectivo, más allá de los partidos rusos afines a estas ideas, y más allá de ser una mal articulada corriente teórica, parece más bien una posición, un punto de encuentro de todo aquello que sea, supuestamente, antiburgués, anticapitalista. Y quizás por eso sea más difícil de atajar, en tanto que sus ideas están disueltas en diversos grupos ideológicos, sobre todo en los ya mencionados en esta entrada. Pues hoy día, debido a que no se lee ni se investigan bien los fenómenos de la realidad, se llama nazbol a lo que no lo es y, por contra, se llama «comunismo» a lo que realmente es nacionalbolchevismo de manual. Y digo de manual porque no hay más que leer este número 8 de la revista neofascista Elementos para entender qué es y a qué conduce el verdadero nacionalbolchevismo. Se trata de un proyecto utópico, irracionalista, que pretende subsumir a Rusia en el maremagnum del Eje Franco-Alemán controlado por Estados Unidos, pensando que así se podrá acabar con el capitalismo. Anclado en posiciones reaccionarias mezcladas con socialismo no marxista, defiende la destrucción de las naciones políticas, como España, para supeditarlas todas a una supuesta Rusia renacida que, aliada a la todopoderosa Alemania fuera de las garras de la Pax Americana, traerán la armonía y la paz a todos los pueblos eurosiberianos, incluidos Cataluña y el País Vasco, etc. Sin embargo, las posiciones nazbol, que coinciden plenamente con los izquierdistas y nacionalistas étnicos partidarios de la «Europa de los pueblos», con el abertzalismo y con las tuitstars izquierdistas que critiqué en la entrada anterior, a donde realmente conducen es a un debilitamiento de las posiciones marxistas y materialistas, a un reforzamiento del capitalismo europeo, con la inclusión de Rusia, y a sustituir el desenfrenado individualismo neoliberal por un ultraconservadurismo reaccionario que, sin duda, conservará el capital como relación social de producción alrededor del cual los obreros serían organizados de manera militar, como hizo Bismack en la Prusia decimonónica para frenar a sindicatos y partidos marxistas.

El nacionalbolchevismo es una nefasta posición política de la que me declaro enemigo. Por ello, soy antiseparatista y patriota español. Pues la idea de nación política española supone, en realidad, un muro de contención contra estas tendencias nazbol vestidas de izquierdistas que defienden Profe Rojo (sic), Liev Melenas, Jonathan Martínez y demás ralea. Ellos son los verdaderos nazbol, y contra ellos, el comunismo debe ser implacable. La lectura del número 8 de Elementos, la más importante publicación nazbol en lengua española jamás editada, prueba la relación de esos tuiteros izquierdistas con esta corriente neofascista. El que quiera profundizar en ello, que lea el enlace a la revista arriba colgado.



Sobre el autor:


Politólogo, doctor en economía, generador de contenidos audiovisuales en Youtube, escritor e investigador.




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