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13.8- Ideología de la expansión española en América y de los descubrimientos hispanos

Por Daniel Murillo Rojo


Resumen: La Reconquista no deja de ser un término ideológico de un proceso de expansión para explicar la formación de los reinos hispanos como España y Portugal. Últimamente se ha incidido mucho en cambiar el término de la Reconquista por la carga ideológica que conlleva en su tratamiento histórico. En este revisionismo, ciertos historiadores piensan que es mejor referirse a ella como “Expansión de los reinos cristianos del norte”, término defendido por catedráticos anglosajones como Brian Catlos, que habla de la Reconquista como un mito construido por los castellanos para someter a la Península bajo su soberanía. Por lo demás, no existe todavía un consenso entre los historiadores sobre quitar importancia al término, pues hay todavía historiadores como Julio Valdeón Baruque o Jean Gautier-Dalché que lo defienden. Pero no hemos venido hablar de este debate historiográfico que se vive en la academia, por lo que trataremos la Reconquista como uno de los factores determinantes para explicar la ideología que se construye en la figura de los Conquistadores, aquellos que formarían los dos primeros imperios globales de la historia.


Palabras clave: Imperio Español, Conquista de América, Hispanidad, Historia, Conquistadores, Mercantilismo.



Para entender la Reconquista debemos comprender que alude a un proyecto universal, pues su ideología no es sólo una idea de imperio en la Península Ibérica que diese legitimidad al reino de Asturias. En la España Revolucionaria, Karl Marx le daba a la Reconquista un carácter emancipador, en el que España se encontró con una situación única frente al resto de Europa. Joseph Pérez define la Reconquista como una idea universal que coge el relevo del cristianismo medieval (1999, 42-44), quitándole peso al carácter cruzado, pues el historiador francés nos cuenta que Alfonso III tenía unas intenciones políticas con la instauración al Culto de Santiago, y el surgimiento de la capital de León, como una especie de proyecto político que abría Asturias al mundo cristiano para alejarse del mundo oriental, convirtiendo a Santiago en el antimahoma.


El reino de Portugal era tan insignificante que la población del país apenas llenaría la población de la ciudad china de Nankin en el siglo XV, pero su poderío bélico fue mucho más letal que todas las armadas chinas juntas. Castilla llegaría hacia un continente desconocido, América, el cual conquistó para convertir al cristianismo a sus habitantes y gobernarlos como súbditos. Estas dos visiones imperiales, tienen en común la justificación de la acción bélica contra el islam, pues había ocupado antiguo suelo cristiano que había que recuperar. Las acciones de los castellanos, y posiblemente, mucho más las de los portugueses, tenían como fin encontrar aliados en la otra parte del mundo que fueran capaces de unir fuerzas para contrarrestar al islam. Esta idea sobre todo nos recuerda al mito del Preste Juan, del cual la dinastía de Avís tenía sumo interés sobre la posibilidad de encontrar un imperio cristiano en Asia, cuyas riquezas y ejércitos serían de gran ayuda para eliminar a los turcos, y que habría quedado aislado mientras los otomanos se hacían con el imperio romano. El objetivo de los portugueses era trabar una alianza con este imperio mitológico para destinar sus fuerzas a destruir al enemigo común, y así intentaron cuando en la India, De Gama y Alburquerque, se veían como libertadores para con los hindúes al expulsar a las élites musulmanas, pues en un principio pensaban que se trataban de cristianos originales que estaban sometidos al Islam.


¿Pero de donde surge esta ideología, que impulsa a estos hombres a tener esta perspectiva? Para enterarnos debemos profundizar en un aspecto cultural que dará lugar a una generación de hombres nuevos que romperán todo un ciclo económico y político hegemónico, de los grandes poderes de la Baja Edad Media, para dar lugar a los imperios universales globales. Se ha estudiado bastante el fenómeno de Castilla hasta en tiempos de Sánchez de Albornoz. En esta perspectiva, Castilla sería un interrogante para la Europa feudal, pues presentaba hombres libres capaz de decidir en sus comunidades. Cogiendo esto con ciertos matices, Castilla no dejaba de ser un reino con una sociedad estamental con sus nobles, sus caballeros y sus campesinos. Josep Pérez, que a su vez cita a Sánchez Albornoz, nos cuenta que en Castilla existían hasta 659 behetrías, aldeas con derecho a decidir su propio señor y despedirlo cuando les viniese en gana. La peculiaridad de Castilla residía que era una tierra de frontera, pues el Valle del Duero había quedado despoblado, y los colonos ocupaban tierras baldías que podían trabajar con garantías y privilegios, con derecho a explotación y con el deber de defenderlas (1999, 42).


El sistema de jerarquía impedía que los miembros de un estamento pudieran acceder a la movilidad social en la mayoría de los casos, pero los castellanos se negaban aceptar barreras. Así como la pequeña nobleza, los hidalgos, podían aspirar a subir de posición social gracias a la conquista, del mismo modo habría campesinos y burgueses, dándose el caso de una caballería popular de villanos montando caballos y portando armaduras. “Nadie es más que nadie” frase de Antonio Machado que citó Pérez sobre esta cuestión. En Castilla, los nobles a diferencia de los leoneses, en mayor o menor medida, podrían llegar a tratar como iguales a sus compañeros de armas, unidos por solidaridad y camarería. A través de la literatura y de las gestas del pasado, los castellanos parece que mantuvieron todavía esa condición de alcanzar la movilidad social a toda costa buscando fortuna en la guerra. Los antiguos romances medievales que mencionaban las gestas cristianas alimentaban la sed de conquista de estos hombres. Pero podemos encontrar un poco de todo, desde Aníbal, Julio César y la Guerra de las Galias, Alejandro Magno, el Cid Campeador, hasta un moro como Gazul, servían como una transición hacia figuras míticas contadas en las versiones de la imprenta del año 1490, pues no debemos olvidar que la época de los conquistadores españoles de finales del XV y principios del XVI, pertenecían a la primera generación de lectores dados a la literatura de ocio, pues entre los conquistadores había hombres letrados que se llevaban estos libros clásicos o romances a sus expediciones.


Si el lector se fija bien en ciertos nombres americanos, muchos de ellos están basados en obras literarias españolas o clásicas, poniendo de ejemplo California que hace referencia a la isla de la saga de Amadís de Gaula, Sergas de Esplandián. El marqués de Santillana en el siglo XV llevaba consigo una recopilación llena de cuentos y citas de clásicos, publicado en 1488 en Zaragoza después de su muerte, y que no debe hacerse raro pensar que estuvieran a mano en América (1993, 105). Pero el hecho histórico más importante que alimentó esta conciencia sería la Toma de Granada de 1492, y la Toma de Ceuta para los portugueses en 1415, que alimentaba aún más la motivación de la expansión de futuras expediciones. Efectivamente, el factor comercial de abrir una ruta alternativa a las especias movía estas empresas, pero los castellanos recordaban con suma nostalgia la época del Cid en el siglo XI, y buscaban una manera de emularlo, mientras que a los portugueses les llamaba la Búsqueda del Preste Juan, y soñaban con la conquista de la Meca para traerse a Lisboa, el mismo cadáver de Mahoma.


Los portugueses al igual que los castellanos, bajo la Reconquista, se habían visualizado a ellos mismos como la espada de la cristiandad, dando un mensaje de vanguardia y primando un carácter ideológico de la guerra santa contra el hereje en una perspectiva milenaria de monarquía católica, que se representaría sobre todo en España, como una misión imperial de un reino unificado tras derrotar al islam en la península y llevar esta renovada expansión hacia el suelo de los herejes. Esta época también coincidió con una catástrofe para el mundo cristiano, la pérdida de Constantinopla a manos de los turcos, poniendo fin al Imperio Romano en el 1457. Para explicar lo que supuso, hay que recordar al lector que el islam a principios de la Edad Media no se detuvo en la península por la Batalla de Covadonga con don Pelayo en el 718-722, sino que fue el Imperio Romano en las aguas del Egeo y en los suelos de Asia Menor, puesto que el islam necesitaba derribarlo, y apoderarse de él por ser un obstáculo a su idea imperial y religiosa, que habían heredado del imperio universal que concebían los persas en Irán, disputándose el mundo con Roma y con China (Soto Chica, 2019, 318). Por algo el historiador Pirenne asumía, que el mundo antiguo no acababa con la caída del Imperio Romano de Occidente en el 476 d.C. sino con la destrucción de los dos últimos imperios del mundo antiguo: el romano y el persa, en el momento en el que el islam los derrota y asimila en el siglo VII, pues el mundo antes del islam seguía funcionando igual que en el siglo V, con los mismos imperios disputándose el uno al otro, hasta que apareció el tercer actor que dinamitó esa pugna por el poder universal con una nueva religión.


Los cristianos se veían totalmente rodeados por el islam en el siglo XVI, y los ibéricos buscaban rebasar el propio mundo islámico. Por eso, el rey de Portugal Manuel el Afortunado (1495-1521), concibió una idea imperial con el objetivo de arrebatar el comercio a los mamelucos y de paso, con el imperio veneciano, quien eran intermediarios directos de los musulmanes, mientras que los portugueses, cristianos en sí, serían ellos los que traerían las especias sin hacer tratos con los musulmanes (Crowley, 2015, 60). La idea imperial de Portugal no tuvo tanto recorrido como la castellana debido a que no contaba con el apoyo de la nobleza. Alfonso de Alburquerque estaba decidido a dar a Portugal los territorios de las Indias y atacar la Meca. Tras provocar serias derrotas a los musulmanes en la India y en el mar Arábigo. El virrey de la India intentó crear un nuevo mundo casando a sus hombres con mujeres indias, para procrear el mestizaje, al igual que intentó gobernar para los súbditos de su rey, con la oposición de los nobles portugueses al no compartir su mismo entusiasmo de mezclarse con la gente de Goa. Al final fue abandonado por Manuel, fracasando en el asedio de Adén, y muriendo como un fracasado. El proyecto imperial sufría reverses en África, y la India, además de perder al visionario Alonso de Alburquerque, por lo que Portugal tiró por la borda su proyecto geopolítico con el conformismo de mantener sus factorías asiáticas abriendo el camino a holandeses y británicos.


Sin embargo, España si mantiene esa perspectiva universal, que materializa ocupando los territorios que descubre, y absorbiendo las entidades que los dominaban antes que ellos. Decía Gustavo Bueno en España no es un mito, que la idea de identidad española nace con la unidad de expansión indefinida (2005, 75), por lo que la Reconquista no sería una simple reunificación, sino un proceso imperialista desde el comienzo que pretende extenderse fuera del territorio peninsular. En España no se necesitaba el clasicismo como justificación de su proyecto, del mismo modo que Portugal, pues la literatura local era tan fuerte y extendida en la península que los clásicos jamás las eclipsaron. La literatura y las referencias del pasado se pusieron de moda en época de la Conquista de América, como una necesidad de alimentar la imaginación de los conquistadores en una épica gesta de aventureros que cruzaron territorios hostiles y desconocidos. Una visión de patria española que poco a poco dejaba atrás su significado geográfico.


Bibliografía:


Bueno, Gustavo (2005), España no es un mito, temas de hoy.

Crowley, Roger (2015), El Mar sin fin. Portugal y la forja del primer imperio global, Ático de los libros, Barcelona.

Crowley, Roger (2018), Constantinopla, 1453: el último gran asedio, Ático Tempus, Madrid.

Pérez, Joseph (1999), Historia de España, Crítica, Barcelona.

Porrinas González, David (2019), El Cid. Historia y mito de un señor de la guerra, Desperta Ferro Ediciones, Madrid.

Thomas, Hugh (1993), La Conquista de México. El encuentro de dos mundos, el choque de dos imperios, booket, Barcelona.

Soto Chica, José (2019), Imperios y Bárbaros. La guerra en la edad oscura, Desperta Ferro Ediciones, Madrid.


Sobre el autor:


Estudiante de Historia en la Universidad Complutense de Madrid.


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1 comentario

1 comentario


Edu Collin H
Edu Collin H
07 sept 2022

Buen texto, pero cae como no podía ser de otra manera en el clásico error de mantener el tabú del origen de la pulsión anticlasista en el seno de la identidad castellana, que no es otro que el de la influencia vasca. O mejor dicho, el de una corriente demográfica y cultural post vasca, una suerte de excedente social que supercede el territorio vasco y, fusionándose con las demás etnias a su alrededor, insemina con su particular carácter la ideología social del entorno, desvirtuando las estructuras clásicas estamentales.


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