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3.10- La ciencia-ficción en la sociedad soviética

Actualizado: 7 mar 2020

Por Leoncio González Hevia [1]

Resumen: Se apunta cómo la promoción soviética del «socialismo científico» generó espacio para una ciencia-ficción tan suficientemente grande y profunda como para engendrar varios subgéneros y muchas space-operas. Cómo el espacio y la cibernética estimularon a los escritores soviéticos a ir más allá de la metáfora y la sátira al pensar en el futuro. Se apostilla también cómo por el carácter de su temática, los autores y cineastas soviéticos pudieron ser ambiciosos y experimentales, de manera que las obras que produjeron han envejecido mejor que la mayoría de la literatura soviética. Y cómo la mezcla de lo primario y lo maravillosamente inesperado es lo que define a la cinematografía de la ciencia-ficción soviética. Asimismo se comenta de pasada una serie de clásicos de la literatura y la cinematografía soviéticas de ciencia-ficción. La promoción soviética del «socialismo científico» generó espacio para una gran ciencia-ficción; se comenta de paso una serie de películas.

Palabras clave: ciencia-ficción, URSS, distopía, espacio, cibernética.


Ilustración para la revista Tekhnika Molodezhi, Nicolai Kolchitksy (1950)

Sólo el gigantesco mundo de las publicaciones de los Estados soviéticos podría igualar la producción de ciencia-ficción de Estados Unidos. La promoción soviética del «socialismo científico» generó un espacio vital para la ciencia-ficción en la sociedad soviética.


La ciencia-ficción soviética fue lo suficientemente amplia y profunda como para engendrar varios subgéneros, como historias detectivescas sobre la revolución mundial marxista, y muchas space-operas. Entre las obras maestras soviéticas se encuentra la película muda constructivista Aelita (1924), basada en la novela de 1923 del mismo título de Alekséi Tolstói. Los imaginativos diseños de decorados y vestuario de la película tuvieron una fuerte influencia artística en la película Metrópolis (1927) de Fritz Lang. Tanto el diseño de Aelita como sus escenas de un terrícola dirigiendo una revuelta proletaria marciana contra un régimen opresivo se vieron reflejados en Flash Gordon, serie de películas estadounidenses de los años 1930. Otra obra notable de este período fue Nosotros, de Yevgueni Zamiatin, que ganó una amplia audiencia en el extranjero. La representación de la vida bajo un Estado totalitario del libro influyó en las otras dos grandes novelas distópicas del siglo XX: Un mundo feliz (1932), de Aldous Huxley, y 1984 (1949), de George Orwell.


El deshielo político y cultural que tuvo lugar durante el gobierno de Nikita Jrushchov en la década de 1950 y el amanecer de la era espacial encabezado por los rusos provocó un dramático recrudecimiento de la ciencia-ficción soviética, que incluyó obras de Iván Yefrémov, Kir Bulychev y los famosos decanos de la ciencia-ficción en lengua rusa, los hermanos Borís y Arkadi Strugatski.


Estamos acostumbrados a ver a la Unión Soviética refractada sin cesar a través de la ciencia-ficción occidental. Los conocedores citan a autores soviéticos como el mencionado Yevgueni Zamiatin como precursores del género totalitario-maligno-imperial. Pero este estereotipo pasa por alto algo esencial: lejos de ser aplastada por la bota de Stalin, la ciencia-ficción soviética floreció de una manera reconocible y totalmente propia.

Otros escritores compusieron interminables tramas de científicos locos, la más famosa de las cuales fue Corazón de perro, de Mijaíl Bulgákov, sobre un perro al que se le implantó una glándula pituitaria humana y que luego se convirtió en un imbécil violento y egocéntrico.


Fue el espacio y la cibernética lo que empujó a los escritores soviéticos a ir más allá de la alegoría y la sátira al pensar en el futuro. Las fantasías alocadas de Konstantín Tsiolkovski —un científico espacial que fue el primero en descubrir las matemáticas de los vuelos espaciales a finales del siglo XIX— ya habían ayudado a gestar el programa espacial soviético. En 1963, los soviéticos habían lanzado el primer satélite artificial y habían puesto a un hombre y a una mujer en el espacio. Estuvieron acompañados durante todo el camino por obras de ciencia-ficción que trazan el ascenso pacífico y socialista de la humanidad hacia las estrellas, como la novela del mencionado Iván Yefrémov de 1955, La nebulosa de Andrómeda, convertida en película en 1967. Los personajes de Yefrémov no son funcionarios del Partido Comunista, sino científicos, pilotos e ingenieros idealistas que, al igual que sus homólogos de la ciencia-ficción occidental, piensan en el espacio como la última frontera.


Los soviéticos habían ganado la primera carrera espacial, pero arreglar la economía planificada era otra cuestión. La salvación parecía residir en el campo emergente de la cibernética, del que fue pionero el estadounidense Norbert Wiener en 1948. En la década de 1950, las ideas de Wiener se hicieron tan populares en la comunidad científica e ingenieril soviética que la cibernética, con sus circuitos de retroalimentación y sistemas entrelazados, parecía encajar mucho mejor en el complejo y altamente tecnológico panorama económico y social de la URSS de la posguerra que el lenguaje hegeliano del siglo XIX de los teóricos bolcheviques. Los investigadores se apresuraron a aplicarla en todas partes, desde los estudios jurídicos hasta la lingüística y la historia de la ciencia. En la década de 1960, se incorporó a la plataforma del Partido Comunista.


Protegidos hasta cierto punto por la naturaleza de su temática, los autores y cineastas soviéticos pudieron ser ambiciosos y experimentales, y el trabajo que produjeron ha envejecido mejor que la mayoría de la literatura soviética.

Una joven se preocupa por si es humana o una máquina. Ella es un clon, recuperada por una nave espacial de un puesto orbital misteriosamente abandonado, y traída a la Tierra para su estudio y observación. Pronto resulta que es la última superviviente de un proyecto utópico: como sus hermanos muertos, fue generada para salvar a su moribundo planeta de la destrucción del medio ambiente. Pero su inventor falló. Los empresarios que sobrecalentaron la atmósfera y contaminaron los océanos ahora se enriquecen vendiendo máscaras de aire a los deformados supervivientes de las cuevas, convenciéndoles de que no se puede hacer nada más.

Este no es el argumento de un reciente cambio climático, sino el guion de una película de ciencia-ficción soviética de 1981 llamada La humanoide, dirigida por Richard Viktorov. Se trata de una película con valores de producción bajos incluso para los estándares occidentales de hace 30 años, pero es la mezcla de lo rudimentario y lo maravillosamente inesperado lo que define a la ciencia-ficción soviética.


A continuación presentamos una amplia variedad de producciones cinematográficas de ciencia-ficción de la era soviética.


  • Moskva-Kassiopeya / Otroki vo Vselennoy (URSS, 1974-1975). Cuando señales de radio llegan a la Tierra desde un planeta en un sistema estelar lejano, la nave estelar Dawn está lista para ser lanzada de inmediato en busca de indicios de vida inteligente. Pero como la nave tardará décadas en llegar al planeta, un joven inventor propone que un grupo de los mejores y más brillantes escolares sea enviado en lugar de cosmonautas adultos, ya que llegarán al planeta en la flor de la vida. Moskva-Kassiopeya, el primer volumen de la epopeya de Richard Viktorov en dos partes «Kids in Space», traza el progreso del viaje espacial, mientras que Otroki vo Vselennoy encuentra a los niños que llegan al planeta 27 años antes de lo previsto (debido a un hábil, aunque no intencionado, salto a la velocidad de la luz), donde deben enfrentarse a un ejército de robots de aspecto discotequero que desean lograr la felicidad despojando a sus fabricantes humanos de todas sus emociones.


  • 'Hukkunud Alpinisti' hotell (Estonia, 1979). Una llamada telefónica anónima lleva al taciturno inspector de policía Peter Glebsky (Uldis Pūcītis) a un remoto albergue de montaña. Los pintorescos esidentes niegan haber hecho la llamada e insisten en que nada está mal, pero después de que una avalancha separe el hotel del mundo exterior, queda claro que Glebsky es muy necesario, ya que los cuerpos y los extraños acontecimientos comienzan a acumularse. Rara vez vista fuera de la antigua Unión Soviética, 'Hukkunud Alpinisti' hotell de Grigori Kromanov (adaptación de la novela de Borís y Arkadi Strugatski, autores de la historia original y el guion del Stalker de Andréi Tarkovski) es una astuta tentativa de ciencia-ficción en el cine negro, con un duro y áspero antihéroe enfrentado a fuerzas extraterrestres, que cuestiona su realismo obstinado.


  • Upírz Feratu (Checoslovaquia, 1982). El médico de ambulancias Dr. Marek —Jiří Menzel, director del clásico Trenes rigurosamente vigilados (1966)— se sorprende y consterna cuando su amada enfermera y conductora Mima (Dagmar Havlová) es llamada para que se convierta en la piloto de un coche de rallye para el fabricante de coches Ferat. Se sorprende aún más (¡y con razón!) cuando un colega médico le dice que el nuevo coche deportivo de Ferat es impulsado por la sangre de su conductor, y se decide a liberar a Mima de las garras de la malvada corporación. El brillante y prolífico director eslovaco Juraj Herz —cuya oscura, divertida y espeluznante película de 1969 El incinerador de cadáveres fue uno de los puntos álgidos de la Nueva Ola checa— convierte su extraña premisa en una inquietante y magistral intriga de terror y ciencia-ficción, entrelazada con su característico humor negro.


  • Golem (Polonia, 1980). En un oscuro y premonitorio futuro, un apocalipsis nuclear ha dejado a la población diezmada, llevando a las fuerzas gubernamentales a adoptar la investigación genética y la clonación como medios para mantener a la población. El humilde reparador de relojes Pernat es una de esas fabricaciones, un hombre manufacturado que tropieza con la vida sin conocer sus propios orígenes y tratando de encontrarle sentido a sus recuerdos fragmentados. De un surrealismo sorprendente y notablemente sombría, la futurista reinterpretación de Piotr Szulkin de la clásica novela de 1914 de Gustav Meyrink plantea un futuro que se parece de manera inquietante al pasado, con la búsqueda por parte del Estado de gestar al «humano perfecto» evocando inevitablemente paralelismos con los programas de eugenesia nazi, mientras que la publicidad omnipresente de somníferos y cirugía plástica apunta de manera satírica a los excesos de la sociedad consumista occidental.


  • Ikarie XB1 (Checoslovaquia, 1963). En el año 2163, la nave estelar Ikarie XB1 emprende una misión de años para explorar los planetas del sistema Alfa Centauri. Aunque se enfrentarán a amenazas externas a lo largo del camino —incluyendo una nave espacial abandonada del siglo XX cargada de armas nucleares, y una «estrella oscura» radioactiva y mortífera— la valiente banda de pioneros del espacio pronto descubre que el mayor peligro reside en su interior, a medida que el aislamiento y las presiones de los viajes espaciales desencadenan una serie de alianzas y enemistades cambiantes entre las 40 personas de la tripulación. Reeditado por Roger Corman para su estreno en Estados Unidos (bajo el título Voyage to the End of the Universe), el Ikarie XB1 original es sin duda el punto culminante de la tradición de la space-opera en la ciencia-ficción checa, en gran medida por la experta habilidad técnica del escritor-director Jindřich Polák y su admirable enfoque sobre las dinámicas de los personajes más que sobre los efectos especiales.


  • Im Staub der Sterne (República Democrática Alemana, 1976). En el curso de un viaje espacial de seis años, una nave espacial del planeta Cynro responde a una llamada de socorro del planeta TEM-4. La tripulación es recogida en la superficie del planeta por un extraño vehículo y llevada a conocer a Ronk, el barbudo representante del partido gobernante del planeta, quien niega cualquier problema y lanza a la tripulación a una fiesta de lo mejor, repleta de mujeres escasamente vestidas y drogas que controlan la mente. Afortunadamente, el piloto había insistido en quedarse en la nave y pronto descubre que el planeta está al borde de una lucha de clases, ya que los habitantes originales de TEM-4 han sido esclavizados en las minas del planeta durante eones. La obra de Gottfried Kolditz hace uso de la ciencia-ficción para hablar de la experiencia alucinógena y, a través de este doble sentido, burlarse de nuestro decadente mundo occidental, al tiempo que se apoya desenfadadamente en una música psicodélica como recurso estilístico a tal fin.


  • El planeta de las tormentas (URSS, 1962). Reeditado y ampliado por Roger Corman en dos versiones americanas diferentes pero igualmente vulgares (Viaje al planeta prehistórico y Viaje al planeta de las mujeres prehistóricas), el original El planeta de las tormentas es una maravilla técnica y una historia bellamente ejecutada de exploración espacial. Después de que una nave estelar soviética en una misión de tres naves a Venus es destruida por un meteorito, las tripulaciones de las dos naves restantes se ven obligadas a aterrizar en el planeta inexplorado e improvisar para completar su misión, con resultados casi desastrosos. Dirigido por el pionero de los efectos especiales Pavel Klushantsev, El planeta de las tormentas tiene todo lo que se puede pedir de una película de ciencia-ficción antigua: héroes estoicos, peligro inminente, un entorno extraño y traicionero, una pizca de romance (cortesía de la única cosmonauta femenina) y un robot llamado John. Añade volcanes, plantas carnívoras, hombres lagartija y algunos dinosaurios, y ya tenemos la prototípica space-opera soviética.


  • Test pilota Pirxa (Polonia, 1979). Los intereses corporativos quieren sustituir a las tripulaciones humanas del espacio por robots, argumentando que será más barato y seguro que enviar humanos al espacio. Pero el comandante Pirxa (Sergei Desnitsky) sabe que no se trata de seguridad o rentabilidad, sino más bien de llenar los bolsillos de las grandes empresas. Decidido a demostrar la superioridad de los humanos, acepta pilotar un vuelo de prueba al mando de una tripulación compuesta por humanos y robots, sin saber cuál es cuál, pero cuando ocurre un desastre, ¿a cuál señala con el dedo? Adaptación de una historia del autor de Solaris Stanisław Lem por el director Marek Piestrak (asistente de Roman Polanski en La semilla del diablo), Test pilota Pirxa es una apasionante aventura espacial con un fuerte trasfondo de crítica social y una premisa que anticipa de forma intrigante a Blade Runner. La partitura es del compositor estonio Arvo Pärt.


  • Eolomea (República Democrática Alemana, 1972). Cuando ocho naves de carga desaparecen y la estación espacial Margot deja repentinamente de emitir señales de radio, la profesora Maria Scholl (Cox Habbema) y el consejo espacial se ven obligados a decretar una prohibición de vuelo para todas las naves espaciales que abandonan la Tierra hasta que se pueda determinar la causa de estos sucesos. Junto con el capitán Lagny (Iwan Andonow), Scholl pronto adivina que las desapariciones tienen algo que ver con las misteriosas señales en código Morse que emanan de la constelación de Cygnus, que deletrean el nombre «EOLOMEA», y el hecho de que una de sus colegas parezca haber tenido detalles de las desapariciones antes de que la noticia se hiciera pública es una señal de que estos eventos pueden no ser aleatorios. Una mirada realista a un futuro lejos de la utopía, lleno de burócratas peleadores y trabajadores del espacio aislados y alienados, Eolomea es una propuesta de misterio y ciencia-ficción impresionantemente hecha y a un ritmo apretado que experimenta audazmente con una narrativa que no sigue una línea cronológica.


  • La humanoide (URSS, 1981). Una nave estelar rusa encuentra una estación espacial alienígena abandonada a la deriva cerca de la Tierra, que contiene los cuerpos en descomposición de seres humanoides artificiales. La única sobreviviente es la bella Niyya (Yelena Metyolkina), que busca la ayuda de los terrícolas para restaurar su planeta natal, Dessa, gravemente contaminado, a su esplendor original. De apariencia campestre, con su abundancia de trajes de la era espacial, mercenarios cósmicos y mujeres biónicas (por no mencionar a un enano capitalista responsable de la profanación de Dessa), la aventura espacial de Richard Viktorov, dirigida a los adolescentes, es también visualmente atrayente y, a su manera, resulta conmovedora. Lanzada en una versión abreviada en los Estados Unidos bajo el título Humanoid Woman, La humanoide fue cuidadosamente restaurada a su versión original en 2001 por el hijo de Viktorov, Nikolai, que había actuado anteriormente en la obra infantil de ciencia-ficción de su padre Moskva-Kassiopeya.


  • Zabil jsem Einsteina, panove (Checoslovaquia, 1970). En el lejano año 1999, un grupo de terroristas lanzan «bombas G» nucleares que hacen que todas las mujeres sean barbudas y estériles. Así que las mentes científicas más grandes del mundo elaboran un plan infalible: construir una máquina del tiempo, viajar hasta 1911 y matar a Albert Einstein antes de que pueda inventar las teorías que allanaron el camino para la tecnología nuclear. Los desajustes y las alteraciones tajantes en el continuo espacio-tiempo se producen naturalmente en la comedia de ciencia-ficción de Oldrich Lipský. Parecida a Un golpe de gracia (con Peter Sellers), Jirí Sovák se convierte en un fabuloso protagonista cómico.


  • Kdo chce zabít Jessii? (Checoslovaquia, 1966). Un equipo de científicos formado por marido y mujer ha estado trabajando en el desarrollo de un manipulador de sueños que supuestamente producirá trabajadores más felices y productivos exorcizando sus pesadillas y dándoles una buena noche de descanso. Sin embargo, pronto queda claro que el invento no sólo destierra los sueños, sino que los saca de la mente del soñador y los lleva al mundo real; el marido se despierta de una pesadilla inspirada en los cómics y se encuentra en la cama con la rubia y explosiva heroína de dibujos animados Jessie (Olga Schoberová), perseguida por un súper villano encapuchado que quiere matarla. La divertida y visualmente inventiva comedia de Václav Vorlíček se beneficia de tener en el reparto a la impresionante Schoberová, la primera modelo Playboy de Checoslovaquia.


  • Destino Espacial: Venus (República Democrática Alemana, 1960). En el año 2003, con el comunismo conquistando el mundo y una nueva era de paz, prosperidad y cooperación internacional asegurada, los ingenieros descubren lo que parece ser un artefacto extraño en el desierto de Gobi. Los científicos determinan que el objeto es una especie de registrador de vuelo extraterrestre, y una decodificación parcial de su contenido indica que proviene de una nave espacial que partió de Venus. Una tripulación multinacional es enviada a investigar el planeta, donde sólo encuentran los restos destrozados de una civilización extinta, y evidencia de una terrible catástrofe que podría presagiar el destino de la Tierra. Adaptación de la primera novela publicada por Stanisław Lem y dramáticamente alterada por Roger Corman para su lanzamiento en Estados Unidos (como First Spaceship on Venus), Destino Espacial: Venus es un escalofriante relato de advertencia sobre los peligros de la tecnología enloquecida, y su visión de un futuro en el que todas las naciones cooperan por el bien común la convierte en una suerte de precursora de la utopía democrática planteada por Star Trek.

Las películas rusas de ciencia-ficción son ahora famosas por sus ostentosas imágenes generadas por ordenador, pero los horizontes del género parecen más estrechos. Un pequeño relato corto sobre el año 2100 del autor de ciencia-ficción ruso más importante de la actualidad, Serguéi Lukiánenko, es una buena ilustración. El protagonista es un miembro de una tribu que se somete a un ritual de iniciación, pero pronto nos enteramos de que las naves espaciales y las computadoras no se han ido, la gente en las ciudades las fabrican. Pero nuestro miembro de la tribu está contentos: el estilo de vida tradicional de la tribu y los roles patriarcales de género le quedan muy bien, y su curiosidad no se extiende al espacio exterior. Esto suena a sátira, pero no parece serlo. Lukiánenko es un ideólogo de derecha. Como una de las voces nacionalistas más ruidosas de la blogosfera rusa, ha apoyado una ideología que ve el progreso social que una vez defendió la ciencia-ficción soviética, como una amenaza a los «lazos espirituales» de Rusia. Para él, el futuro no es una promesa sino una amenaza. Que otro construya las naves espaciales.

 

Referencias bibliográficas:

 

Sobre el autor:

[1] Licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación por la Universidad de Oviedo. Suficiencia investigadora en el Doctorado en Filosofía por la Universidad de Oviedo con la tesina titulada El problema de lo uno en el Parménides de Platón. Investigador asociado de la Fundación Gustavo Bueno. Colaborador de la Hemeroteca del Proyecto Filosofía en Español de la Fundación Gustavo Bueno. Editor de la Historia de la Filosofía de Zeferino González, incorporada a la Biblioteca Filosofía en español. Autor de los libros La sombra del vampiro: su presencia en el séptimo arte (Cultiva Libros, Madrid 2012), OVNIs y extraterrestres. Cine religioso (Círculo Rojo. Almería 2015), y Sam Peckinpah. Vida y obra (HiFer editor, Oviedo 2018).


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