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5.11- Artículo extra. Homenaje a Martín Licata. Determinismo, materialismo, subjetivismo y realidad

Actualizado: 27 sept 2020

Por Martín Licata







Recién estaba leyendo un artículo de la revista científica “Cosmos”, donde un experto en física e inteligencia artificial, argumentaba que la astrofísica y no sólo la biología, confirma que el libre albedrío es una ilusión, ya que si estamos hechos completamente de materia, y la materia está totalmente gobernada por las leyes de la física, no hay lugar para la libre voluntad, aunque pensemos que somos libres de elegir. Si además, creemos en la teoría del Big Bang y la expansión continua del universo demuestra que la teoría es correcta, el estado inicial del universo fue un punto único que se expandió hacia el cosmos que percibimos hoy, o sea que existe una relación causal entre el Big Bang y nosotros…


En otras palabras, dice el físico, “no se permite el libre albedrío” ya que todas nuestras acciones “son una consecuencia de ese primer evento”. Es decir, el determinismo llega hasta ese punto extremo de la materia, estado que si se lo desarrolla y profundiza hacia donde nos interesa (los problemas humanos), se llega hasta uno de los problemas fundamentales de la filosofía que es la relación entre la materia y la conciencia, o sea entre el pensamiento humano y los cuerpos que lo rodean, cuerpos que el desarrollo de la ciencia demostró que tienen una base común, propiedades semejantes, etc.


La ciencia también demostró que la Tierra existió millones de años antes de que aparecieran los primeros microorganismos vivos en ella, lo que confirma que la materia es objetiva y que su existencia no depende de la conciencia del individuo, de hecho el pensamiento de éste es una consecuencia del largo proceso del mundo material, pero los idealistas no creen en las pruebas físicas, para ellos el mundo es una realidad subjetiva, por eso muchos afirman que existe un “Dios”.


Los idealistas contemporaneos llegan al extremo de decir que no existe la verdad y que todo se encuentra dentro de un marco conceptual que integra una multiplicidad de narrativas, donde ninguna es mas verdadera que otra. Ese es el caso de los posmodernos, para ellos la verdad no es concreta, es abstracta y relativa, por tanto no se la puede conocer.


Pero ¿qué pasa si estamos junto a un idealista frente a un precipicio?

Estamos junto a un idealista con el cual discutimos para saber si las cosas tienen una realidad objetiva o subjetiva, y si es verdad que nuestras ideas son las que crean las cosas, no hay duda de que nuestro idealista para demostrar que la verdad objetiva no existe, no se va a arrojar al vacío si no quiere morir estrellado contra el suelo.


Por lo tanto, en la práctica, el idealista está obligado a reconocer las operaciones de la realidad objetiva y sus leyes, como la ley de la gravedad por ejemplo, por lo que en la vida real, los idealistas son infieles a sí mismos al ser materialistas en la práctica, por eso también se cuidan de mirar siempre el semáforo, la verdad es “subjetiva” pero no quieren ser atropellados al cruzar la calle, asique tienen cuidado, ya que no son tontos y saben que las leyes de la naturaleza actúan independientemente de su propia conciencia individual.

Por tanto, se puede discutir sobre la verdad de una u otra idea, pero solo la práctica puede resolver esta discusión.


“El problema de que si al pensamiento humano se le puede atribuir una verdad objetiva, no es un problema teórico, sino práctico. Es en la práctica donde el hombre tiene que demostrar la verdad, es decir, la realidad y el poderío, la terrenalidad de su pensamiento”  (Karl Marx)


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