Por Santiago Armesilla y Guillermo del Valle.
Resumen: Entrevistamos a Guillermo del Valle, Licenciado en Derecho por la UAM y Máster en Práctica Jurídica por la Escuela de Práctica Jurídica de la UCM. Abogado ejerciente, colegiado en el ICAM, especializado en derecho procesal penal, civil y laboral, desde octubre de 2012 trabaja como autónomo en un despacho de abogados de Madrid. También es abogado del Turno de Oficio Penal desde noviembre de 2015. Hablamos con él de su paso por la política activa, sobre Historia de España y por su evolución ideológica desde el liberalismo al socialismo.
Palabras Clave: Guillermo del Valle, federalismo, liberalismo, jacobinismo, socialismo.
1) Para la mayoría de las personas que te conocen eres una referencia por tu actividad en redes sociales, sobre todo en Twitter, por tu canal de YouTube y, ahora, por el canal El Jacobino y, mayormente, por tus intervenciones en televisión contundentes contra la izquierda indefinida y el separatismo. Digamos que eso ha generado tanto simpatías como antipatías por tu persona y tus ideas políticas. Pero poco saben más de tu trayectoria vital, que explica bastante bien tus intervenciones actuales. En Diario 16 publicaste un artículo, titulado "La mano invisible no llega a Vallecas" en el que explicas cómo tu trabajo como abogado en ese barrio obrero de Madrid te alejó de tu liberalismo inicial. Es una transformación peculiar, poco común. ¿Tan fuerte fue el impacto de aquella experiencia?
Lo primero de todo, Santiago, un placer estar con vosotros en La Razón Comunista, gracias por la amabilidad a la hora de invitarme y por el proyecto necesario y serio que hacéis. Bueno, creo que es lógico cuando tienes cierta exposición pública que se genere algo de controversia, pero en mi caso no es excesiva, ya que me considero bastante poco conocido. Mi trayectoria puede no ser la habitual, estamos acostumbrados a ver a diversos personajes en evoluciones muy neoliberales desde presuntas militancias comunistas, aunque tal vez su comunismo originario, como alguna vez has sostenido tú, no era tal, sino una mezcla entre indefinición y sectarismo, no habiendo abandonado sobre todo el segundo elemento. En mi caso, me movía en las coordenadas de un liberalismo sui generis (no tanto austriaco), más o menos teórico, y evoluciono hacia posiciones de izquierda materialista, socialista, por una lectura y análisis de la última crisis, de los profundos desequilibrios que causa un sistema de capitalismo financiero que patrocina la libre circulación de capitales, la desregulación de los mercados financieros y laborales, la pérdida de soberanía de determinados Estados, su subsunción en la hegemonía de otros... no es una evolución exclusivamente debida a esa experiencia vallecana. Pero sí, yo hago una abogacía social, en la que la precariedad la vives de cerca, en primera persona, no es nada personal, es algo colectivo y generalizado: muchos abogados de pequeño despacho, desde luego los del Turno de Oficio, son precarios. Fontarrón es un barrio de clase trabajadora, en Puente de Vallecas, y la realidad social es inentendible si no la abordas desde un enfoque materialista, de clase. El idealismo neoliberal, de esa libertad "negativa", esa presunta ausencia de interferencias, como si hubiera un libre mercado que discurriera ajeno al Estado, al que se le atribuya una suerte de omnisciencia y perfección natural, es un disparate ideológico. Partimos enormemente condicionados por la estructura socioeconómica en la que nacemos y crecemos, por la clase social, y mi trabajo me ha ayudado a verlo en primera persona. Sí, no tiene nada de meritorio, tal vez fuera un zoquete no viéndolo antes con esa claridad, pero mejor eso que no verlo nunca. Lo que siempre tuve claro, tal vez por familia - mi padre es donostiarra y en casa siempre se ha aborrecido el nacionalismo fragmentario -, es la posición antinacionalista, el desprecio por ese proyecto de fractura territorial, posición a la que hoy encuentro mucha mayor lógica desde las coordenadas de esa izquierda definida.
2) Se puede decir, por tanto, que tu evolución fue a la vez teórica y práctica. Estoy seguro que, si por ti fuera, llevarías a Fontarrón a gente como Juan Ramón Rallo, Miguel Anxo Bastos o Jesús Huerta de Soto para que viesen, in situ, los efectos reales del capitalismo realmente existente, más que del capitalismo ideal que solo existe en sus textos y en sus cabezas. Quizás por eso, por ese fundamentalismo liberal o de mercado, sean impermeables a esa realidad social que viviste. ¿Estás de acuerdo con esto?
Sin duda, son impermeables a la realidad, viven instalados en el mito del libre mercado, como si la economía discurriera en una esfera metafísica, y no estuviera condicionada por el Estado, como si la economía no fuera en definitiva política. Eso les lleva a fundamentalismos tan absolutos como el de sostener que el Estado es el demonio, o algo así, palabras que vino a pronunciar en una conferencia Huerta de Soto. Ya no es que el mito del emprendedor hecho a sí mismo que triunfa en el garaje sea un reduccionismo absurdo si no se contextualiza en la sociedad política donde esos fenómenos ocurren, nunca en sociedad políticas con Estados fallidos o ausentes como... qué se yo, Burundi (países de los que nunca hablan, por cierto, los del África subsahariana, donde hay verdaderos Estados mínimos, para deleite del "minarquismo"). Va más allá. Parece que, aunque lo silencien, ese emprendimiento individual no es ajeno a las condiciones estructurales y materiales de la sociedad política donde germina. Pero digo que el reduccionismo no se queda solo ahí, sino que desborda la contradicción cuando este mismo señor, investido a veces de conferenciante evangélico cuando dice esas sandeces, es catedrático en una universidad pública, y allí han montado el Máster de Escuela Austríaca. Orden espontáneo, ma non troppo que dirían los italianos. Bastos también da clases en la pública, y llama la atención dado que ambos son anarcocapitalistas. La realidad social y económica de la clase trabajadora en muchas ocasiones les es ajena por voluntad o decisión propia, es una venda en los ojos deliberada y voluntaria. Fíjate en la pandemia, el propio Rallo ha venido exigiendo... ¡planificación central! Parece que la mano invisible y la responsabilidad individual a secas no funcionan. No tienen problemas en cabalgar contradicciones, que diría el otro, aunque a veces vayan más allá del absurdo.
3) Huerta de Soto, además, como profesor titular. Los ancaps son como los separatistas o los podemitas. Son enemigos declarados del Estado español pero viven de él. Son como garrapatas chupasangres. Y no solo enemigos del Estado español actual, el cual les ha dado todas las prebendas y bendiciones posibles, sino de cualquier forma de Estado español, les daría igual si fuese nacionalcatólico franquista o republicano y bolchevique. El anarcocapitalismo me parece una ideología anticivilización, muy propia de los tiempos postmodernos que corren, pero la izquierda indefinida y el separatismo también me lo parecen. Tienen muchos vasos comunicantes. Cuando se tradujo La acció humana de Mises al catalán, para el deleite de otro ancap, Xavier Sala i Martín, ahí se ve la conexión, que no es meramente editorial y sociológica. ¿Ves tú también esos vasos comunicantes?
Indudablemente. No es casual que todos los citados mantengan tesis a favor de la secesión. Tiene cierta coherencia ideológica. Son enemigos declarados del Estado, de cualquier Estado, y también de la idea de soberanía o de nación política. No hay más que escuchar o leer a Huerta o Bastos defendiendo una suerte de nacionalismo liberal, que no deja de ser una especie de reproducción de las tesis de Mises a favor de la secesión. Los Estados se convierten en clubes privados de libre asociación y desasociación. Un verdadero disparate. La tónica general sería plebiscitaria para estos austríacos, ir convocando constantes consultas para recabar la aceptación sobre la pertenencia o no a un Estado de sus partes. Además la última unidad administrativa investida de semejante potestad no sería necesariamente la región o autonomía, en España, sino, según la tesis de marras, el barrio, la ciudad, la calle. Ya no es la perversa Europa de las Regiones, sino más bien de las ciudades-Estado, una especie de unidades políticas minúsculas, territorio fértil para la deslocalización, el secreto bancario, el fraude o la elusión fiscal (hegemonizadas y amparadas, por supuesto, por la potencia geopolítica de turno en las coordenadas del capitalismo financiero). En sus versiones más lunáticas, lo que defendía el también ancap Hermann-Hoppe. Por eso todos ellos, por supuesto también Sala i Martín y el propio Rallo, han defendido la posibilidad de fragmentación de España, de privatización de nuestro territorio político, en donde nadie debería ser acreedor de privilegio alguno. Es imposible que no haya vasos comunicantes, porque al final el derecho a decidir de Podemos o de Errejón converge a la perfección con las tesis plebiscitarias y secesionistas de la Escuela Austríaca, de Mises, de Rothbard, de Hoppe, y de todos los replicantes españoles de estas tesis. Suena provocador pero podemos afirmarlo sin vergüenza: la supuesta izquierda está más cerca de la Escuela Austríaca que del marxismo. Igual que el federalismo asimétrico del PSOE es esencialmente igual al del PP cuando Lacalle defiende que el cupo vasco no es el problema, sino la solución. Como se comprenderá, es imposible enfrentar cualquier desafío secesionista desde la óptica del neoliberalismo.
4) Quisiera conectar esta respuesta con la que diste a la primera pregunta. Tanto en el anarquismo como en el liberalismo, el modelo de sociedad política siempre es federal y confederal. De hecho, el proyecto de Europa de las regiones, que es tanto étnico como económico, basaría el control de las nuevas unidades federadas, las regiones de los Estados-nación miembros hoy de la UE, en ciudades “globalizadas” y especializadas en base a la nueva división internacional del trabajo que pueda prepararse a raíz de dicha regionalización. Luxemburgo, Irlanda, los Países Bajos y la City de Londres funcionan ya como paraísos fiscales. Y aunque el Reino Unido ya no está en la UE, lo cierto es que en la UE existen paraísos fiscales. Por lo que la división internacional del trabajo, que beneficia muchísimo al capital financiero, tiene como referentes unidades políticas pequeñas que, incluso, podrían incluso ser más pequeñas en el futuro. Unas serían paraísos fiscales, otras prostíbulos gigantes, otras regiones-hoteles y otras, principalmente las del eje fluvial Rin-Ródano-Po, serían regiones-industria. El neofeudalismo juega a conseguir este tipo de regionalización-especialización, donde lo peor del Medievo se combina con lo peor del capitalismo. Y aquí se ve otra vez la conexión entre los anarco-capitalistas, la izquierda indefinida y el secesionismo étnico. Cada uno de ellos, por caminos distintos, camina hacia el mismo punto de encuentro. Como decía, quisiera conectar esto con tu primera respuesta. Supongo que en algún momento tu patriotismo español chocaría con ese liberalismo que profesabas hace años, y no ya solo por tu reflexión personal y por tu encuentro con la realidad obrera en Vallecas. Sino que también el federalismo típicamente liberal también comenzaría a ser revisado por ti. Además de pedirte que valores este escenario de convergencia nefasta para la soberanía nacional y para los trabajadores españoles, quisiera preguntarte ¿cuándo abandonas el federalismo liberal y abrazas el jacobinismo como forma más racional de defender la soberanía política y la independencia económica de España y de sus trabajadores?
Curiosamente cuando me muevo en las coordenadas de ese liberalismo primigenio que voy abandonando, no siento tentación federal alguna. Es una época muy inicial, en la que los gobiernos nefastos de Zapatero comienzan, amparados en un progresismo moral y de las costumbres, a implementar políticas regresivas a todos los niveles. Fiscales (eliminación Impuesto de Patrimonio, subida IVA), laborales (la infame reforma laboral de 2010), luego el artículo 135 CE. Pero sobre todo, lo que me resulta visible en aquel momento, la revisión de los Estatutos de Autonomía en clave nacional-fragmentaria, para reconocer singularidades identitarias en una dinámica claramente lesiva para la igualdad y la redistribución dentro del Estado. Se viene a apadrinar esas políticas bajo la fórmula federal-asimétrica. El liberalismo español creo que enfrenta una gran contradicción, de la que yo también era partícipe: parece tener más claro que la izquierda indefinida la inconveniencia de hacer saltar por los aires la unidad nacional de forma abrupta, a través de un referéndum, incluso se opone de forma vehemente a ello, pero en cambio acepta las coordenadas del Estado autonómico, con sus hechos diferenciales, el reconocimiento en su artículo 2 del término "nacionalidades", la Disposición Adicional Primera y su reconocimiento de los derechos históricos de los territorios forales, la estrecha relación de todo ello con los regímenes fiscales diferenciados y privilegiados del concierto económico y el convenio navarro. Pero esa defensa del Estado autonómico ya en 2009 no la tengo nada clara, si por Estado Autonómico aceptamos todo el pack: vaciamiento del Estado central a través de las leyes de delegación y transferencia, desigualdades múltiples, cupos, conciertos, convenios, Plan Ibarretxe, cesiones constantes a los nacionalistas y allanamiento del terreno para el Prusés, que no surge de la nada, sino de treinta décadas de cesión y disolución del Estado.
Paradójicamente, mi experiencia política formalmente federal es en un partido, UPYD, que se definía como defensor de un federalismo simétrico y cooperativo - cosa que mucha gente no terminó, con razón, de comprender -, y que al mismo tiempo propugna revertir la cesión competencial a las CCAA de la educación, sanidad o justicia; blindar esas competencias esenciales para el Estado central; eliminar la referencia a las nacionalidades del artículo 2 CE, que es un gigantesco equívoco que abre la puerta a la "nación de naciones", idea reaccionaria por excelencia; o eliminar esa Disposición Adicional Primera. ¿Qué federalismo era ese? No tuvo sentido aquella definición. España es un Estado formalmente unitario, aunque profundamente descentralizado. Invocar el federalismo implicaría la condición previa de desgajar las partes hoy formalmente unidas y luego, con una dosis de voluntarismo ingente, propiciar su unión. ¿Qué sentido tiene desunir lo ya unido? ¿Y en base a qué? ¿Cuáles son esas partes que van a decidir, esos territorios prepolíticos supuestamente ungidos de un derecho especial para decidir "vivir aparte"? La fórmula federal de UPYD, que con todas sus limitaciones - en temas económicos principalmente, en su tibieza "centrista" - era un partido bastante jacobino, no dejaba de ser un brindis al sol nominal, sin mayor contenido. Se pretendía recentralizar, y yo milito ahí por eso. En España el federalismo acepta la bilateralidad, el trato diferencial, la plurinacionalidad, y desde luego una serie de asimetrías basadas en supuestos derechos históricos infumables, como bien dices la conjunción de la rémora neofeudal con la tensión secesionista, tan neoliberal. A mi lo que me atrajo de aquella experiencia presuntamente federal era que se dijera lo mismo en cada punto de España, que se defendiera en la ciudad de San Sebastián, donde más mató ETA, la eliminación radical del concierto económico vasco o de las Diputaciones Forales. Eso no es fácil. Llamar a eso federalismo fue un dislate. Me recuerda a lo que dijiste en la entrevista para mi canal y para El Jacobino de nuestro admirado y querido Paco Frutos, al que vamos a echar tanto en falta. Hubo un tiempo en que mantuvo la definición federal por inercia, sin mucho sentido, ya era jacobino.
Y no se proponía lo que cuento por fastidiar, sino por la clara convicción de que no hay nada más reaccionario que ese estatus privilegiado basado en una compensación/pacto de las élites de la Restauración a cambio de la eliminación de los fueros para institucionalizar, después de la Tercera Guerra Carlista, el concierto económico: un claro trato de favor para una parte de España en detrimento de las demás, especialmente de las más pobres.
En suma, esa experiencia me pilla abandonando el consenso autonomista, y posteriormente acabo de aquilatar una posición centralista. No es un capricho, es racional en términos geopolíticos, necesitamos un Estado fuerte y no una soberanía mutilada por intereses de élites y oligarquías autonómicas o nacionalistas, y desde luego en términos redistributivos e igualitarios: no me sirve de nada la defensa de la unidad de España si la España que queremos es una en la que el Estado central no pueda imponer políticas de salud pública y deba recabar aquiescencia previa de 17 taifas, o hacer efectivos impuestos progresivos hoy derogados por la competencia autonómica tan insolidaria y neoliberal, o garantizar la libre movilidad de los trabajadores por todo el territorio nacional porque en partes del mismo lenguas cooficiales pero no comunes se utilizan como barreras de entrada que privatizan parte del mercado laboral, infligiendo un perjuicio inaceptable a la clase trabajadora. En suma, he mantenido siempre, en aquel pasado y en este presente materialista, posiciones bastante antinacionalistas, pero con una evolución constante hacia la reafirmación de lo nocivo de la descentralización para España, pues en nuestro país la descentralización ha significado centrigufación del Estado. Quizás es la procedencia de la izquierda indefinida un lastre mayor en cuanto al compromiso que se le presupone con el federalismo, una unión simbiótica y absurda de aquél con la izquierda o el republicanismo, que tampoco es exacta ni racional. La II República escapa de la definición federal, prohíbe la federación de las regiones y no por capricho, sino por el desastre de la experiencia republicana primera y su naufragio cantonalista.
5) Sin embargo, la Segunda República permitió los primeros antecedentes de lo que hoy se conoce como “Estatutos de autonomía”, si bien no llegando a lo que hoy significa dicho término. Pero bueno. UPYD fue considerado por la izquierda indefinida y el secesionismo como un partido de “extrema derecha”. Y tampoco es que el campo conservador hiciera mucho por darle algún apoyo, más aún cuando se dedicó a realizar denuncias judiciales a casos de corrupción que, con el tiempo, se han destapado a una escala mucho mayor de la que en UPYD pensaron, y ya con UPYD prácticamente desaparecido. Aquel no era más que un partido socialdemócrata, una escisión del PSOE sin la deriva zapaterista. Algo parecido a lo que es Vox respecto del PP, un partido liberal-conservador que añora la época de Aznar, y que al final parece coquetear con la llamada alt-right. ¿Qué fue, a tu juicio, lo que falló en UPYD? ¿Fueron solo errores internos o también la presión externa fulminó aquel experimento?
Tienes toda la razón. Los restos del PCE y el podemismo pueden estar en un gobierno con ministros abiertamente neoliberales, algunos de ellos como Castells elegidos por los propios podemitas, y no pasa nada. No olvidemos que el PSOE es quién acomete las políticas de desindustrialización en España, de privatización de empresas públicas - como perfectamente habéis documentado en La Razón Comunista -, reformas laborales abiertamente diseñadas contra la clase trabajadora y políticas fiscales esencialmente regresivas. Podemos nacía para "tomar el cielo por asalto", [ejem], y al final le complementa mayorías al PSOE con unas tragaderas enormes y sin tener otra agenda propia que la plurinacionalidad. Y todo ello de repente se convierte en progresista.
Pues bien, UPYD era un partido en materia económica similar al PSOE, socialdemócrata tibio, porque desde la Tercera Vía Blair/Giddens, la socialdemocracia se ha convertido en una mera gestora acrítica del neoliberalismo. Pero vamos, Anchuelo, responsable económico de esa formación, sin ser socialista ni siquiera socialdemócrata, estaba a la izquierda de Calviño. Lo cual no es mucho decir, ciertamente. Lo pongo de manifiesto para resaltar la trampa: unos eran de "extrema derecha" y el PSOE el elemento central "del bloque progresista". Así, sin ruborizarse.
Hubo planteamientos programáticos muy nocivos en esa formación, UPYD,: contrato único con indemnización irrisoria - supuestamente todos fijos, a la hora de la verdad todos temporales en términos indemnizatorios -, mochila austríaca, (o en otro orden de cosas, los vientres de alquiler, con su eufemística fórmula de gestación subrogada, una idea enormemente neoliberal y totalmente repudiable para mí), ideas genuinamente neoliberales que atacan a la clase trabajadora y que son lo peor que se puede hacer en materia laboral. Ese sapo era intragable y no duré mucho. Sí, el antinacionalismo es esencial, pero no puede ser lo único. El problema de la "transversalidad", fórmula verdaderamente absurda y forzada, es que admite que quepa allí todo, y hay una cierta convivencia forzada entre ideas más socialdemócratas clásicas, como las de mi amigo Luis de Velasco (arrinconado en el primer PSOE de González por estar en el flanco izquierdo frente a los neoliberales Boyer y Solchaga), y otros genuinamente liberales. Eso no es conciliable. Al menos si quieres preocuparte de la producción, de subordinarla al bien común, al interés general, de redistribuir la riqueza de verdad, de meter mano a nuestro mercado de trabajo, de recuperar la negociación colectiva, de derogar efectivamente las reformas laborales neoliberales del PP y del PSOE.
UPYD no planteaba alternativas ahí, y para mí eso fue lo peor, la muestra definitiva de su insuficiencia, de su incapacidad de ocupar la izquierda definida, de armar un discurso verdaderamente materialista y socialista. Aunque los progres oficiales y sus acólitos nazi-secesionistas tachen todo lo que les moleste de "extrema derecha", lo cierto y verdad es que conseguimos ir mucho más allá en Plataforma Ahora, mejoramos todo aquello, definimos el proyecto mucho mejor. Nuestro responsable de Ideas Políticas y Programa era Rafael Rodríguez Prieto, profesor en la Universidad Pablo de Olavide, al que conoces, uno de los principales organizadores del Primer Congreso Internacional sobre el pensamiento y la praxis de Rosa Luxemburgo. Digo esto porque hay quien se queda en la superficie de las opciones políticas y no analiza de verdad sus posicionamientos políticos. En Plataforma Ahora, en colaboración con gente procedente de IU, del PCE, de diferentes opciones políticas de otro signo, avanzamos bastante a la hora de aquilatar posicionamientos materialistas: de defender una producción socialmente útil, como hicimos en un editorial que preparó Rafa, en otros documentos importantes que tuve la suerte de poder trabajar con él y otros compañeros fantásticos. Vivienda pública, fiscalidad radicalmente progresiva, reversión de privatizaciones de empresas en sectores estratégicos. E igualmente fuimos críticos con Maastricht, con una unión monetaria que supone la pérdida de soberanía en esta y otras materias de España, y que ni ha ido ni irá acompañada de una unión fiscal porque ni a Alemania ni a los países del norte de Europa les interesan estas transferencias.
En definitiva, UPYD naufragó por su transversalidad forzada y por su incapacidad para ocupar el espacio huérfano de una izquierda materialista y patriótica, por su renuncia a defender con tanta contundencia a la clase trabajadora frente al neoliberalismo, como a la nación política frente a las tensiones nacional-fragmentarias de corte etnicista. Lo segundo lo hizo, lo primero claramente no. Y por supuesto hubo elementos exógenos, unos poderes financieros y económicos a los que no sentó nada bien la lucha judicial contra la corrupción. Que hay centros de poder que se mueven, que tienen sus cauces de reacción política es obvio, sorprenderse ante ello resulta de todo punto de vista naif. Más allá de eso, las limitaciones políticas e ideológicas creo que fueron bastante corregidas en la época de Plataforma Ahora, proyecto que sin embargo no tuvo el músculo suficiente para adoptar forma electoral.
6) La pregunta obvia, ahora, es ¿qué falló en Ahora Plataforma? Seguían defendiendo un modelo federal de Estado, quizás por la inercia de personalidades que venían de UPYD, PSOE e Izquierda Unida. Recuerdo que ahí estaba Rodrigo Vázquez de Prada, director de Crónica Popular, por el cual siento un gran cariño y respeto. Y la relación de España con la UE tampoco estaba clara. Ahora Plataforma podría haber sido tomada como una suerte de UPYD 2.0. pero, como dices, cambiando ciertas cosas.
Fallaron muchas cosas, pero hay que aclarar algo con el federalismo porque siempre hay cierta confusión con ese tema. Lo primero, el gran Rodrigo Vázquez de Prada al que también admiro y respeto mucho, era militante de una formación política llamada Convergencia de la Izquierda, que a su vez constituyó la plataforma La Izquierda Hoy (principalmente gentes de IUCM cuando el ínclito Garzón les desfedera y se carga la organización). Con La Izquierda Hoy y con Izquierda en Positivo convocamos aquel acto por la unidad de la izquierda no nacionalista en la Fundación Diario Madrid. La organización política en la que militaba Rodrigo y otros históricos de la izquierda como Marisa Castro efectivamente mantenía la definición federal. Se nos ha "cargado con el muerto" de que nosotros también lo éramos, lo que se puede decir es que nosotros no proponíamos un discurso antieuropeísta, sino uno crítico con esta UE con su unión monetaria, libre circulación de capitales, sin unión fiscal ni presupuesto ni transferencias de ningún tipo, solo vergonzantes limosnas y la infame condicionalidad. Curiosamente en la línea de lo que Martín Seco ha defendido en "Contra el euro", y no creo que sea, precisamente, un libro de referencia del europeísmo acrítico. Plataforma Ahora trata de liderar una convergencia de esas tres fuerzas políticas y de otras a través de la iniciativa Izquierda no Nacionalista, ahí está una charla que Pedro Insua y yo tenemos en La Redacción Abierta, en la que me entrevista Rafael Núñez Huesca, y yo defiendo varias veces una España integral, intento enganchar nostálgicamente con la II República, sin negar sus problemas, al tiempo que critico abiertamente las autonomías, eh, no ya el principio federal, directamente las autonomías. Ni Rafa Rodríguez Prieto es federalista, ni nuestros editoriales defienden el federalismo, más allá por supuesto de que colaboráramos con una fuerza política que criticaba el federalismo asimétrico del PSOE, pero que mantenía la definición federal, como era la Izquierda Hoy (Izquierda en Positivo no se reconoció federal nunca). Lo hablábamos antes, si UPYD mantenía una definición federal por inercia, carente de mayor contenido sustantivo, mucha mayor fue la inercia de quienes procedían del PSOE, de IU o del PCE. Pero yo quiero ser optimista en el sentido de que todos ellos están en posiciones muy adecuadas hoy, muy jacobinas. Ahí están personas como Ángel Pérez, como Marisa Castro, como Rodrigo Vázquez de Prada, Vicente Serrano de ACP, otros en la Comisión Octubre, cada vez con discursos más jacobinos. ¿Qué en su momento fueron federalistas? Ha habido un gran cáncer con el tema territorial en la izquierda, claro que lo ha habido: plurinacionalidades, conciertos, derechos históricos, una retórica infame que hay que enviar al basurero de la Historia. Pero quienes lo reconozcan y estén dispuesto a enviarla allí donde merece estar, bienvenidos.
Plataforma Ahora no creo que pudiera ser una UPYD 2.0, había gente allí como Rafa, Arturo, Javi Maurín que jamás habrían estado en UPYD. Pero avanzamos mucho en posiciones centralistas, indudablemente, aunque ese acto que seguro recuerdas en la Calle Larra, en que tratamos de unir estas tres organizaciones, hay personas que siguen sosteniendo una propuesta recentralizadora sólo a medias. Pero oye, yo propongo quitarle la competencia de fiscalidad a las CCAA y se valora mi discurso (¡cómo no va a ser un paso adelante eso, que gente del PCE aplauda la eliminación del concierto económico vasco o del convenio navarro!), o defiendo en la tele eliminarlas directamente y organizar el Estado en provincias o departamentos, de acuerdo única y exclusivamente al interés general definido por el Estado central, y estas ideas se respaldan y se aplauden. Algunos militaron en organizaciones que dejaban hacer a los Madrazos de la vida, y hoy estamos aquí, en El Jacobino, en La Razón Comunista, defendiendo un Estado centralizado y fuerte, sin lo cual no puede haber socialismo. Necesitamos salir de La Vida de Brian, de la escisión de la escisión, todo aquél que defienda estas ideas con claridad, es bienvenido. Pero sin sesteos neoliberales, federalismos disgregadores que terminan siendo confederalismos neofeudales y reaccionarios.
Plataforma Ahora no tuvo un duro de financiación, dejémoslo claro, y la política voluntarista de los fines de semana y a la salida de nuestros trabajos es una política jodida. Además, a la izquierda reaccionaria que diría Félix Ovejero - otro de nuestros fundadores, que de federalista no tiene un pelo - le interesó acallar la iniciativa, no darnos voz ni espacio mediático, siendo que nos llamaban a tertulias y debates sólo cadenas tan sumamente conservadoras o liberales como esRadio o Intereconomía. Como lo de Izquierda no Nacionalista no salió adelante, votamos y aprobamos la disolución de Plataforma Ahora y a otra cosa. El fin de la Historia es un cuento, así que a seguir trabajando.
7) Vamos, que el federalismo venía, precisamente, de personas que arrastraban ya esa inercia. Quedó claro, al menos. Quisiera ahora saber cómo, en ese trayecto político y vital, llegas al marxismo y al materialismo. ¿Cómo fue tu contacto con Marx y con Bueno?
Llego a Marx de una forma muy poco original, leyendo el Manifiesto Comunista en primero de carrera, a raíz de un trabajo que realizamos en Teoría del Derecho. A partir de ahí, quizás Félix Ovejero, uno de los discípulos más brillantes de otro marxista, Manuel Sacristán, es uno de mis maestros, una de las personas que me ayudan más a entender y profundizar en el socialismo, en el republicanismo, en la incompatibilidad de toda la tradición materialista, ilustrada, con la secesión y la fragmentación de España, con la privatización del territorio político. Como suele decir Félix, comunismo en estado puro: lo que es de todos, sobre lo que decidimos conjuntamente todos, y lo que por tanto no puede ser privativo de nadie. Pero vamos, quede claro que yo no soy un experto, ni de lejos, ni por asomo. Soy un simple abogado, un analista político que trata de pensar y escribir con cierto rigor, sin más, no soy un académico ni un intelectual, aunque este último sea un término muy desgastado. Hay que asumir las propias limitaciones para tratar de desbordarlas.
Sin duda me interesaron especialmente los escritos de Marx sobre España, que creo que demasiados marxistas autoproclamados desconocen. Será por la tesis que sostienes en tu ensayo El marxismo y la cuestión nacional española de que en España, por diversas razones, nunca hubo un marxismo netamente español ni en español. Te lo he dicho alguna vez y me consta que a personas como Ángel Pérez, como Vicente Serrano, como a bastantes otros, les ha parecido un libro esencial: vas a las fuentes y desmontas la peregrina idea de un derecho de autodeterminación en España, fórmula fraudulenta que más bien encubre la secesión neoliberal de la que hablábamos antes, o tesis eminentemente racistas del nacionalismo etnicista, usadas como fundamento espurio de la fragmentación territorial de la nación política. En ese sentido, el pensamiento de Rosa Luxemburgo desde el marxismo contra las pulsiones nacional-fragmentarias me parece de una vitalidad y actualidad tremenda en los tiempos presentes.
Curiosamente a Bueno llego, de forma muy superficial, porque en casa de mis padres pululaban ya dos ensayos suyos, aunque lo que me aproxima al materialismo filosófico es acercarme a la obra, primero, de Pedro Insua, y después a Bueno. No entiendo cómo personas tan rigurosas analíticamente, tan brillantes, tan solventes como Pedro, no están en la universidad española. Otro tanto podemos decir contigo. La universidad española, tengo experiencias en carne propia dentro de mi familia, se lo debería hacer mirar.
Volviendo a Marx, de forma interdisciplinar abstraerse de la obra de Marx es negar cuestiones tan esenciales como el propio análisis de clase social, el materialismo histórico, esa lucha de clases que explica el devenir de la Historia, el concepto de plusvalor o la propia concepción de la economía como política. Hay elementos en Marx, sin dogmatismos ni maniqueísmos, que son imposibles de inobservar.
Accedí bastante a El Catoblepas, y sobre todo atendí al rigor de un sistema de pensamiento articulado, racionalista, que destaca con luz propia en un tiempo de supercherías anticientíficas, de posmodernismo e irracionalidad. Tampoco soy, en modo alguno, un experto en materialismo filosófico, pero es realmente interesante adentrarse en sistemas de pensamientos que escapan del idealismo, de la metafísica que parece invadirlo todo, en un tiempo en que rebrotan con especial virulencia la apelación a los "sentimientos o las identidades", a las magulladas más insensatas, a un serie de ideas tóxicas que embarran el debate político, tanto por parte de la izquierda indefinida como del neoliberalismo hegemónico, que se complementan y retroalimentan.
8) Me llama la atención que utilices el término neoliberalismo tanto, como haciendo una diferencia con el liberalismo original. No niego que no la haya, pero me gustaría saber por qué utilizas más el término neoliberalismo que liberalismo como foco de tus críticas.
Bueno, liberalismo es un concepto realmente amplio que, por ejemplo, nos puede remitir al docetismo o al Trienio Liberal, contra el Antiguo Régimen, contra los privilegios de trono y altar. Es verdad que en su acepción habitual sí debe ser foco de nuestras críticas, porque hay una tendencia indudable a desligar estado y mercado, a desgajar ambas realidades. Pero a partir de Menger, uno de los fundadores de la Escuela Austríaca y de la teoría marginalista, creo que podemos hablar de neoliberalismo. Ya no se desgajan ambas realidades sino que se acomete un claro desideratum contra el estado, contra lo político. El Estado aparece como un problema, no como una realidad inescindible del mercado, sin la que carece de sentido hablar de mercado: ahí están las leyes, las instituciones políticas, los tribunales de justicia, la riqueza de la nación que no es ajena a ninguna "acción empresarial". En la Escuela Austríaca, y otras escuelas paralelas con importantes vasos comunicantes, se aboga por esa preeminencia hasta el punto de "estrangular" al Estado. En el caso de Von Mises es paradigmático, también en Hayek, tal vez dos de los pensadores austriacos más representativos. Se esgrime una primera línea de acción política minarquista, un Estado mínimo que "sólo" provea servicios públicos de justicia, seguridad y defensa. Y la segunda línea, que entronca con Mises, pasando por Rothbard, que es de la que participan los Huerta o Bastos, que es directamente anarcocapitalista.
Sí, sé que ellos no se definen como neoliberales, pero creo que hay una vuelta de tuerca al liberalismo clásico, a la pretensión originaria de "limitación de poder", al respeto, de cierta manera, al espacio propio de mercado y Estado. Ahora lo que se produce es un decantamiento, una toma de partido claramente contra el Estado, reafirmando el mito liberal, llevándolo a un extremo. Por eso, volviendo a la teoría del Derecho que mencionaba antes, estas escuelas son ya no detractoras de Marx, sino directamente del propio Kelsen, del positivismo jurídico. En la Escuela Austríaca y otras similares, se cultiva un iusnaturalismo muy claro, todo son instituciones "evolutivas", empezando por el derecho. Es la tesis del jurista Bruno Leoni.
Se cultiva la falacia naturalista, se describe el mercado con una armonía perfecta, se le confiere poderes casi divinos, y se trata de borrar al Estado del mapa. Es una distopía a la que nunca se llega, claro, que siempre choca con el principio de realidad. Cuando vienen mal dadas, el orden espontáneo no funciona, piden un rescate público o políticas de planificación central. Estado, en definitiva.
9) Está claro que el liberalismo decimonónico español, que bebe de tradiciones históricas muy distintas al liberalismo actual, católicas, no es santo de devoción de los liberales actuales, aunque no quieran llamarse neoliberales porque este término surge en Alemania hacia 1920, alrededor de la revista Ordo, de la que luego parte el modelo de la llamada “economía social de mercado”, un nombre que, dicho, así tampoco significa nada, pero que permitió a la Alemania occidental industrializarse, Plan Marshall y otanización mediante. Lo comento, entre otras cosas, porque la palabra liberal surge en España, y ha sido la influencia foránea la que la ha vaciado de su significado original, patriota y, por qué no decirlo, intervencionista. Un liberalismo que, además, respecto al altar era de derechas, en tanto que la Constitución de 1812 es confesional e integrista católica, pero respecto al trono era de izquierdas, porque negaba la soberanía regia y afirmaba la soberanía nacional “de ambos hemisferios”. Nosotros somos más herederos del liberalismo español decimonónico, que construyeron la nación política española entre la Guerra de Independencia y el Sexenio Democrático, que los liberales actuales, que no son más que una estafa política. ¿Estás de acuerdo con mi atrevimiento?
Sí, desde luego. Fíjate que el propio Rallo en alguna conferencia arremetía directamente contra la idea de soberanía nacional. Creo que con eso está todo dicho. La mejor tradición revolucionaria del liberalismo decimonónico, que por cierto tiene un cariz indudablemente jacobino y centralista, frente a los rescoldos neofeudales del Antiguo Régimen - de la reacción en su forma más pura -, nada tiene que ver con los liberales, neoliberales y libertarios actuales, enemigos declarados de la nación política, devotos de un fundamentalismo de mercado providencialista, de un abstencionismo demencial en política económica, fiscal, comercial o laboral, de la desregulación de los mercados financiero y laboral, del desguace por piezas del Estado. Que estén en contra de la idea de soberanía delimita una clara línea de fricción, de separación y de no retorno con ese liberalismo decimonónico revolucionario. No hay nexo posible entre el doceañismo, entre todo el proceso revolucionario del que hablaba Marx en sus escritos sobre España con, digamos, la Mont Pelerin Society, con esa deriva tan anglosajona de la derecha española de haberse imbuido del fundamentalismo de mercado de Thatcher y Reagan. Recuerdo cómo en una conferencia de prensa la dama de hierro sacó del bolso "Los fundamentos de la libertad" de Hayek y dijo "This is what we believe". Como si fuera la Biblia, y en cierta medida lo es. Sustituyen la idea de Dios por la del mercado. Es de un providencialismo que espanta. Llama la atención cómo una derecha reaccionaria, conservadora, anclada en esos vestigios feudales, luego conservadora hasta límites extremos, nacional-católica, de repente se haya vuelto "revolucionaria", digámoslo con todo el sarcasmo que se quiera. Es como un gran salto al vacío, una charlotada. La revolución fiscal de Lacalle, fórmulas así. Acuérdate que lo decían... venimos a hacer la revolución, contra el Estado que nos asfixia, que nos dice cuántas copas de vino tiene que beberse Mr. Aznar. Aunque por inercia (¡y por ausencia de alternativas!) la clase trabajadora vota en gran medida al PP (y al PSOE, claro), aquí en Madrid hay un PP asilvestrado en términos libertarios, una mezcla de coaching empresarial de garrafón, el del emprendedor exitoso del garaje, y los mantras ideológicos de siempre, los impuestos bajos o nulos y la sacrosanta libertad como latiguillo constante ante las veleidades del gobierno "comunista", ese que sólo habita en sus cabezas. La defensa de la unidad política es inviable con esa gente, con quienes creen que el cupo vasco es la solución y no el problema, o con quienes defienden para España el vaciamiento social del Estado y su centrifugación territorial. Son dos dinámicas convergentes e infames. Ese vaciamiento social del Estado - su estrangulamiento neoliberal - y la centrifugación territorial son dos caras de la misma moneda: un proyecto deliberado contra la clase trabajadora.
10) Está más que claro que los autodenominados liberales hoy en España no solo son vendepatrias, pues prefieren que nuestra riqueza se la repartan potencias y empresas extranjeras a que las controle el Estado español y, desde él, nuestros trabajadores. Pero también son rompepatrias. Ahí tienes a Rallo, a Fernando Díaz Villanueva o a Adrià Núñez Pradas, el youtuber ancap Libertad y lo que Surja, defendiendo la balcanización de España, aduciendo que la nación española seguiría existiendo si desaparece el Estado español, cuando sin Estado no hay nación. Parecen tener una idea de nación más parecida a la del romanticismo alemán que a la nación política de la Revolución Francesa o de la Constitución de Cádiz. O ahí tienes a Daniel Lacalle IIIº, que quiere aplicar el cupo vasco a cada Comunidad Autónoma. Es decir, estos sujetos están más cerca, realmente, de Bildu o de Quim Torra que de Riego, Argüelles o El Empecinado, que son los nuestros, realmente. Y encima ahí tienes a Vox, que aparece como el único partido “patriota” de España, cuando su programa electoral es pro-UE, pro-Euro, abren las puertas al federalismo y a la descentralización administrativa, además de ser económicamente austriacos. ¿Le queda poco tiempo a España para implosionar entre tanto falso patriota?
Espero que no, aunque la situación es francamente difícil, qué duda cabe. España enfrenta esas dos amenazas de disolución que son claras, la social y la territorial. Hoy es un país roto socialmente, agrietado, erosionado. El célebre IMV no se cobra, no llega a casi nadie, no hablemos ya de las prestaciones derivadas de los ERTEs. Está siendo durísimo. Escucho hablar de demasiadas bazofias intelectuales, cosas tan espantosas y anticientíficas como la teoría queer, pura homeopatía conceptual. De terraplanismo puro y duro, de magufadas sin límite. Espero que no nos tiemble el pulso, ya está bien de comprensión con la irracionalidad: si alguien pretende guarecerse en el relativismo posmoderno para esparcir la chatarra antivacunas, contundencia y dureza, privación de la patria potestad si tienen hijos y derecho penal. Mientras tanto, la clase trabajadora no tiene quien la escriba. Demasiado partidillo, demasiada discusión de adolescente en redes sociales sobre estética y culto al líder de turno, que me resuenan a cosas de tribus urbanas o de sectas. Pero la erosión social no se conjura con esas idioteces, perdona la crudeza. Tenemos un problema de especulación de suelo increíble, ¿dónde están los parques de vivienda pública? Con la deuda pública que tenemos, ¿cuándo vamos a desmontar el Estado autonómico y recuperar para el Estado central los servicios públicos y blindarlos frente a privatizaciones y dumpings internos? ¿Cuándo vamos a meternos con una ineludible reforma fiscal para tener una fiscalidad fuertemente progresiva, de verdad? No puede ser que la carga fiscal recaiga en la imposición indirecta y en las rentas del trabajo, mientras que el Impuesto de Patrimonio es prácticamente inexistente, y el de Sucesiones lo mismo, derogados por la competencia descarnada y descarada entre taifas, al tiempo que las rentas del capital y las grandes fortunas se deslocalizan a conveniencia. La desindustrialización de España ha sido letal. Un país de servicios, con una dependencia exterior muy seria, pero no en grado medio, sino en grado extremo. Y un mercado de trabajo que da miedo, lo veo a diario con mis clientes. Lo hablábamos el otro día en El Jacobino: negociación colectiva destrozada, TRADEs, falsos autónomos por doquier, falsos becarios, destrucción de las relaciones laborales para sustituirlas por relaciones mercantiles o privadas, desregulación ubicua, abaratamiento de despido. Y ahora nos quieren colar el contrato único con indemnización creciente empezando por.. ¡12 días! O la mochila austríaca. Y la joya de la corona: la privatización de las pensiones, eso que defienden los patriotas del sindicato Solidaridad. Tiene narices el patriotismo que profesan.
Esto no ocurre por generación espontánea. Lo contaba mi amigo Luis de Velasco en su libro sobre el PSOE, sobre esas dos décadas que él vivió en primera persona, los 80 y los 90, en que se cocina el pastel: el Estado no podía ya producir, tampoco regular, tampoco redistribuir. Qué socialdemocracia más rara. Qué neoliberalismo más crudo.
Y claro todos esos problemas materiales flagrantes van entretejidos con la otra amenaza, producto de décadas de borrado del Estado: el secesionismo, pero no sólo, también los cantonalismos que existen en muchísimas regiones, el qué hay de lo mío más cerril e insolidario.
Y sin embargo, creo que no vamos a perder la batalla. Algo se mueve culturalmente, frente al liberalismo hegemónico, en este mundo líquido e individualista - verdaderamente es una patochada lo del “marxismo cultural”, una falta de respeto a Marx. Se aquilata un buen trabajo teórico, y hace falta combinarlo con la praxis política, yo creo que hay motivos para la esperanza sin querer caer en un optimismo infantil. Tenemos que coordinarnos, dar la batalla. Podemos se hunde, y los espacios en política se ocupan. Es un momento idóneo para hacerlo, para que esa izquierda materialista, jacobina, tome la alternativa frente a los populismos de baratillo.
11) En este terreno nos encontraremos tanto La Razón Comunista como El Jacobino, sin duda. Para terminar esta entrevista, ¿ves coherente que alguien se defina como “patriota español” al mismo tiempo que defiende el federalismo y el derecho de autodeterminación?
Ciertamente hay demasiados patriotas de hojalata, que diría el otro, en España. Hemos hablado de los minarquistas, esos que defienden una nación sin Estado, ese gran disparate. Los que quieren liberalizar el suelo y privatizar las pensiones, o consideran que la familia o el individuo son esferas impenetrables por el Estado, en materia fiscal ("los impuestos son un robo") o educativa ("la libertad absoluta de los padres para educar sin intromisión estatal"). Mitos oscuros que luego hacen colisionar esa verborrea patriótica con un contenido que sea realmente creíble. ¿Cómo vas a ser creíble contra la secesión si te pasas toda la vida alertando de la perfidia de Papá Estado? Es un dislate enorme. Tres cuartas partes de lo mismo ocurre con los que viven enfangados en el mundo del federalismo, como si fuera un sortilegio mágico que resolviera todos los males. Por no hablar del inexistente derecho de autodeterminación. No, mire usted, ese derecho de autodeterminación que mete hasta en la sopa, ilustre reaccionario, es un engaño porque no hay derecho de autodeterminación para las regiones ricas de una democracia liberal... suena hasta obsceno, suena a tomadura de pelo. ¿Colonias, pueblos oprimidos? Qué vergüenza. Opresión como mucho es la que sufren los no nacionalistas por esos lares, la última la persecución del español en San Sebastián, una más de una larga lista. Opresión la de las víctimas del terrorismo. Opresión la de los exiliados, los del éxodo vasco, expulsados de su tierra. Opresión la de los padres de Balaguer que no podían escolarizar a su hijo en castellano.
Lo que quieren colar con eso de la autodeterminación es el privilegio de secesión, con sus diferentes disfraces, el supuesto derecho a decidir quién decide y quién no. Y en base a una supuesta identidad cultural. Un despropósito. Si alguien delimita previamente que hay un demos que puede decidir aparte de los demás conciudadanos, si aceptamos eso, ya estamos perdidos. Estamos validando la privatización de lo que es de todos. Daría igual el resultado. Que esto es una cosa de la que muchos no se percatan. No es un tema cuantitativo. Si votan ellos solos, ya son un demos autoconstituido aparte, aparte de todos los españoles. Ya se habría consumado la secesión. Qué credibilidad patriótica van a tener los que están dispuestos aceptar la apropiación indebida de unos pocos sobre lo que es de todos. Pues ninguna. Y el federalismo, sortilegio para no enfrentarse al nacionalismo fragmentario, de génesis identitaria y racista, antítesis de la modernidad, reacción pura. Que se hable de federalismo para reunir lo separado, pues bueno, pero descoser lo formalmente unido - aunque cada vez más agrietado a cuenta de desigualdades y privilegios - para una vez consumada la ruptura apelar, con un atracón de voluntarismo, de nuevo a su unión... es un colosal sinsentido. ¿Y qué pueblos se separarían? ¿Los que enumera Iceta, sin tener muy claro el número y la extensión, dependiendo del día? ¿Y por qué se iban a querer unir si antes se han separado? ¿Cuáles son esas unidades de decisión? ¿Qué filtros culturales hay que pasar para decidir? ¿La lengua? ¿Hay tantos Estados como lenguas en el mundo, eso quieren contarnos? ¿El Valle de Arán puede desgajarse también imagino? ¿O nos vamos a la pureza, a los ocho apellidos? ¿La frenología, o eso está ya feo? Uno lee a Sabino Arana, a Castelao, a Prat de la Riba y sólo percibe eso, racismo. Al final el nacionalismo que quiere filtrar nuestra condición de ciudadanos a través de la identidad, que quiere extranjerizar caprichosamente a millones de compatriotas es una ideología siamesa al racismo. Si fuera racismo a secas, no tendríamos contemplaciones; como la propuesta es la secesión y se esconde en una retórica plebiscitaria, supuestamente democrática, aunque sea negación de la democracia, parece que tiene un halo de respetabilidad. Pero no, tenemos que ser firmes y contundentes para desarticular esa ideología reaccionaria y, por añadidura, todas las fórmulas diseñadas para blanquearla. En ese camino nos vamos a encontrar, seguro.
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Más que una entrevista parece un diálogo, entre el entrevistador y el entrevistado quien se ha explicado muy claramente, entrevista impecable.