1.8- El marxismo y el Estado: origen, desarrollo, dilema y utilidad
Actualizado: 3 may 2020

Por Víctor Sierra Monsálvez
Resumen:
Desde las coordenadas marxistas, el Estado es un factor central de una relevancia tal que, sin él, la teoría marxista y su posible implantación práctica desaparecería por completo. La comprensión de esta cuestión requiere un estudio pausado, radicalmente objetivo, completamente centrado en desentrañar sus inicios, su evolución, sus fines y sus consecuencias materiales. Solo con ello se puede comprender el inmenso progreso que significa su desarrollo, condicionado por la dialéctica de clases y Estados –dialécticas que, además, son y han sido posibles por el propio desarrollo del Estado como máquina de clase–. Sin embargo, esta cuestión tan trascendental para el marxismo, hasta el punto de ser el eje que lo define, ha sido aplacada por muchos comunistas incapaces de abordar el asunto del Estado dejando de lado su acérrimo e incontrolable odio a la maquinaria de la clase dominante. El odio, así como los sentimentalismos desbocados, empuja a rechazar la racionalidad y la objetividad, cuando el marxismo exige ser tremendamente racional y objetivo. Por ello, he considerado oportuno que mi primer artículo esté destinado a abordar el Estado; sus orígenes, su desarrollo, su naturaleza, su función… y lo más importante y olvidado: su utilidad actual para los comunistas. Para ello, empero, no podemos prescindir de los grandes teóricos marxistas de tiempos pretéritos, aunque como se abordará, el presente exige importantes matizaciones ya que la realidad actual es notablemente distinta y, por suerte y por ahora, mucho más ventajosa para el desarrollo, difusión y organización.
ㅤ
ㅤ
La caída del Bloque del Este y la desintegración de la Unión Soviética en 1991 supuso la orfandad de los movimientos marxistas de alrededor del mundo, tanto en aquellos países donde las revoluciones habían triunfado y el modelo socialista resistido al empuje del liberalismo, que derrumbó como un castillo de naipes a diecinueve Estados socialistas en tan solo tres años –1989 a 1992–, como en aquellos otros donde la teoría marxista y las experiencias extranjeras servían de ejemplo para las aspiraciones truncadas de los trabajadores. La capitulación del «socialismo realmente existente» frente al avance del sistema democrático-liberal se presentaba como un hecho indiscutible, mientras que los pocos países que resistieron como repúblicas socialistas eran vistos como una suerte de los últimos de Filipinas del marxismo, que terminarían por caer más pronto que tarde. Incluso en 1992 Francis Fukuyama se aventuró a proclamar el fin de la historia y la victoria definitiva del sistema democrático-liberal, aunque recientemente reconoció al profesor chino Zhang Weiwei (Zhang: 2017) que, en la actualidad, su teoría se encuentra en un importante aprieto.
ㅤ
En este marco de crisis existencial en las filas de lo que podría llamarse «movimiento comunista», algo así como una «socialdemocracia alternativa» terminó de acreditar su proyecto frente a las aspiraciones revolucionarias que caracteriza todo proyecto marxista-leninista. Con la Unión Soviética hundida, este proyecto socialdemócrata alternativo –ya arraigado– presentó la estrategia de sus partidos hacia la indefinición y el fundamentalismo democrático como la única opción realista para alcanzar el poder, invocando un supuesto carácter estratégico por las adversas condiciones de la situación vigente para la descartada vía revolucionaria.
ㅤ
La evolución prevista para este proyecto fue la expresada por Santiago Carrillo en 2003, en un debate televisado con Gustavo Bueno en el programa Negro sobre Blanco:
ㅤ
«Yo creo que lo que se produce, lo que se está produciendo, es una convergencia de gente que viene de escuelas diferentes a posiciones políticas de izquierdas, y que es en ese terreno político donde una nueva izquierda puede agrupar a gentes venidas de diferentes escuelas porque hay problemas tan concretos como la guerra (…), como la ecología (…), el intento de Estados Unidos de transformarse en un imperio mundial (…), todos esos temas van a originar una nueva izquierda. (…) Por lo que luchamos hoy es para que la izquierda se defina como una fuerza que quiera cambiar el sistema, que quiera asegurar la paz, asegurar la ecología, asegurar los Derechos Humanos.»
ㅤ
Este proyecto, como estaba anunciado, debía vaciar de contenido el marxismo, disolviéndolo en el posmodernismo y en la indefinición ideológica dentro de, a su vez, una amalgama de partidos y asociaciones ecologistas, a favor de los «Derechos Humanos», feministas, LGTB y demás colectivos de activistas varios, cuya adhesión depende de cuestiones éticas, morales o sociológicas entre otras muchas. El marxismo, para poder tener implantación práctica, requiere un desarrollo teórico previo conforme a las condiciones materiales del lugar en el que se aspire a aplicar, por lo que alegar cuestiones estratégicas para excusar la renuncia a un desarrollo teórico fiel al marxismo no es más una declaración de intenciones del verdadero fin. Parafraseando a Lenin –y el lema de esta revista–, sin teoría revolucionaria no hay movimiento revolucionario. Y sin movimiento revolucionario, es impensable levantar un Estado de los trabajadores.
ㅤ
Es por todo ello que la comprensión del Estado es una necesidad para el desarrollo de la teoría marxista, un esfuerzo que permita al movimiento renacer allí donde el comunismo ha degenerado en alternativas indefinidas de la socialdemocracia. El Estado es el parámetro de todas las izquierdas definidas, pues sobre este parámetro se construyen las teorías, planes y programas propios de cada generación de izquierda, por lo cual resultan incompatibles entre sí. No pueden compartir proyectos comunes, por ejemplo, socialdemócratas, comunistas y anarquistas. Sin embargo, la izquierda indefinida, la más extendida hoy y la preconizada por Carrillo, elimina el Estado como parámetro y queda abierta a otros múltiples: el feminismo, el ecologismo, los Derechos Humanos, el animalismo… En definitiva, activismos que entre sí carecen de una metodología común o compatible y de un nexo sólido y definido. De hecho, si tomamos uno de esos parámetros por separado descubrimos que es imposible dividir las distintas posturas en izquierda y derecha: esto es porque «izquierda y derecha» es únicamente la división de posturas ante el tipo de Estado surgido de la Revolución Francesa y que perdura y se perfecciona hasta nuestros días.
ㅤ
Para que una combinación de personas ideológicamente distintas sea compatible dentro de un mismo proyecto solo es necesario una característica común: no tener ningún proyecto claro. Y sin un parámetro definido, como lo es el Estado en el marxismo, es imposible levantar toda una doctrina estable que ponga las bases de un proyecto político. En consecuencia, arrancar el Estado como parámetro equivale a su anulación política, y así se desprende de forma meridiana a partir de las palabras de Andréi Vyshinski en su manual para estudiantes soviéticos de Derecho El Derecho y el Estado Soviético (Vyshinski: 1948), considerado uno de los mayores teóricos del derecho de la época soviética:
ㅤ
«la toma violenta de la autoridad por parte del proletariado, la demolición de la maquinaria del Estado de la clase explotadora y la organización –en el lugar de la vieja maquinaria del Estado, ahora reducida a fragmentos– de un nuevo Estado es la tesis más importante de la doctrina de la revolución proletaria marxista-leninista.»
ㅤ
La comprensión del Estado, por su gran importancia, requiere un estudio paciente pero mantenido, separado de todo tipo de inclinaciones románticas y valoraciones subjetivas, incompatible con querer sacar conclusiones precipitadas de cada línea. Un ejemplo que desarrolle esta afirmación podría ser la definición de Estado de la que, a grandes rasgos, parte el desarrollo de la teoría marxista, al afirmarse que este es la máquina para sostener el dominio de una clase sobre la otra (Lenin: 1917).
ㅤ
Una interpretación precipitada pone en la mente la imagen de un Estado distópico, violento, que deja morir a la gente por la calle de hambre, que masacra a la población, que gobierna a base de miedo, palos y balas. Rápidamente concluye el lector que es una definición exagerada y poco realista, pues él mismo reside en un Estado burgués y no vive bajo la incesante violencia física y psicológica de este. Otros lectores que se precipitan a interpretar esta definición concluyen, erróneamente, que el marxismo condena todo tipo de represión y tiene con el anarquismo un punto en común: el antiestatismo y la aspiración a crear múltiples comunidades unidas libremente, esperando que todo aquello que separa a los humanos sea mágicamente olvidado con la destrucción del Estado. Otros asocian la represión principalmente al fascismo, al nazismo o al franquismo, y si un Estado ejerce una política represora –como si fuera posible la existencia de un Estado que no reprima– ya automáticamente es fascista o «fascistizado» y, concluyen, con total temeridad y alegría, que Marx no fue un tipo que hubiera aprobado la represión de los sistemas socialistas, sino que fue un demócrata adelantado a su tiempo –un fundamentalista democrático-liberal– cuya aspiración práctica ha alcanzado sus más altos niveles en las democracias burguesas como la noruega, sueca o suiza.
ㅤ
Para comprender la definición básica del marxismo sobre el Estado hay que abordar, primero de todo, la represión. La represión es, si tomamos la acepción de la RAE, el acto, o conjunto de actos, ordinariamente desde el poder, para contener, detener o castigar con violencia actuaciones políticas o sociales. Implica, por lo tanto, una actuación necesaria para mantener un control y garantizar la viabilidad de un sistema. La represión es siempre intrínseca al Estado. Sin represión no hay Estado, y quien sea incapaz de dejar de lado sus viscerales sentimientos de antipatía a todo acto de represión y tomar una posición racional y calmada, debería sopesar desistir del marxismo y abrazar el anarquismo, romántico y completamente anticientífico. Vyshinki expuso que
ㅤ
La represión y el uso de la fuerza por parte del Estado siguen siendo esenciales durante el período de transición [el socialismo]: la fuerza, sin embargo, ejercida por la mayoría explotada sobre la minoría explotadora, es diferente en su tipo y nueva en sus principios. El nuevo Estado soviético es una máquina para aplastar la resistencia de los explotadores, para acabar con la explotación y el dominio de clase por parte de los explotadores para reforzar el dominio de clase del proletariado y su liderazgo sobre el resto de las masas trabajadoras hasta lograr finalmente la abolición de las clases en general y pasar al comunismo.
ㅤEl "Estado de los trabajadores armados", el "Estado de los Sóviets de los trabajadores y campesinos": esto es lo que distingue a este nuevo Estado –tan diferente incluso de los Estados burgueses más «democráticos» y «avanzados»–.
ㅤ
La represión de una clase sobre otra existe en todos los Estados, pues de lo contrario no sería un Estado, sino otra cosa. El Estado mismo debe su nacimiento a la división de la sociedad en clases explotadoras y explotadas, como un producto de las irreconciliables contradicciones de clase (Diccionario Soviético de Filosofía: 1946). Este es, tanto si es capitalista como si es socialista, una máquina en manos de la clase dominante para reprimir la resistencia de sus enemigos de clase (Stalin, citado en el mismo Diccionario Soviético de Filosofía).
ㅤ
De una forma u otra, la dominación de clase es el eje de todo Estado, también de las democracias más avanzadas y garantistas alabadas por las izquierdas socialdemócratas e indefinidas, cuyas líneas secundan demasiados «comunistas». Contrariamente a la promocionada creencia de que la dominación de la burguesía sobre el proletariado en las democracias liberales avanzadas –en contraposición a las dictaduras– ha quedado superada para entenderse como un orden establecido en base al «bien común», ya tuvo Lenin ocasión de apreciar que
ㅤ
«en ninguna otra parte, el poder del capital –de un puñado de millonarios– sobre toda la sociedad se manifiesta tan crudamente, tan abiertamente corrompida, como en los Estados Unidos de América. El capital, una vez que existe, domina la sociedad entera, y ninguna república democrática ni ningún derecho a voto cambiará la esencia del asunto.»
Para adaptar esta afirmación de Lenin a una realidad que muchos conocemos, pondré como breve ejemplo el caso de España. Nuestra nación está considerada una de las democracias –liberales– más avanzadas y plenas del mundo, así reconocida internacionalmente, y sigue siendo un ejemplo para países que aspiran a una transición –relativamente– pacífica hacia una «democracia homologada». Un izquierdista indefinido –totalmente ajeno al Estado como parámetro–, de no estar condicionado por sus prejuicios negrolegendarios y encontrarse cegado por el brillo de los idílicos mitos del europeísmo, vería en la Constitución Española la realización de gran parte de sus inconexas aspiraciones, incluso un puente al «socialismo» en su artículo 128: toda la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad está subordinada al interés general» (128.1 CE) y se reconoce la iniciativa pública en la actividad económica. Mediante ley se podrá reservar al sector público recursos o servicios esenciales, especialmente en caso de monopolio y asimismo acordar la intervención de empresas cuando así lo exigiere el interés general (128.2 CE).
ㅤ
Alberto Garzón, que se proclama una y otra vez «comunista», es el ejemplo más claro de este mencionado tipo de izquierdista indefinido, que llegó a declarar que el artículo 128 es el programa de Izquierda Unida. Esto se debe a la completa incomprensión del Estado como máquina de dominación de una clase sobre otra, sin descuidar los conflictos internos de cada una de las clases. Es la consecuencia, en definitiva, de haber expulsado al Estado como parámetro del marxismo –dejando de ser marxismo–, y tanto en España como en las tan admiradas monarquías escandinavas, el Estado está para satisfacer a los intereses de la clase económicamente dominante.
ㅤ
Lenin prosigue su análisis:
ㅤ
«Las formas de dominación del Estado pueden variar: el capital manifiesta su poder de un modo donde existe una forma de dominación y de otro modo diferente donde existe otra forma, pero el poder está siempre, esencialmente, en manos del capital, ya exista o no el voto restringido u otros derechos, ya sea en un Estado constituido como república democrática o no; en realidad, cuanto más democrática es, más burda y cínica será la dominación del capitalismo.»
ㅤ
La burguesía perfecciona constantemente el Estado burgués, y es el sistema democrático-liberal la fase más recientemente alcanzada. El capitalismo tiene una gran capacidad para renovarse constantemente, logrando de este modo esquivar una vez tras otra su agotamiento a una velocidad sin precedentes en ningún sistema anterior ya abolido. La teoría marxista tiene como objetivo adaptarse a la realidad cambiante para tratar de superar el capitalismo, pero el problema ha aparecido cuando el marxismo ha sido despojado de su parámetro, que es lo que permite que se mantenga una evolución materialista adaptada a la realidad. Sin su eje, los pretendidos «marxistas» se ven superados por el esplendor de los sistemas democrático-liberales más puros, sin comprender al Estado, ni comprender demasiado bien las implicaciones que tiene la infraestructura en el brillo de la superestructura. El marxismo, que ha logrado grandes avances en su implantación práctica y en su desarrollo continuado desde 1917 hasta la actualidad permite considerar, contra lo que gustaría a los liberales, que el marxismo sigue totalmente vivo. Sin embargo, la gran tarea pendiente es lograr la derrota de un Estado burgués democrático-liberal avanzado y lograr la construcción de un Estado socialista en su lugar.
ㅤ
¿Significa, por todo lo dicho, que todo marxista debe despreciar el sistema de todo Estado burgués porque, a la postre, no es más que la misma máquina de la burguesía con diferente envoltorio? En absoluto. Citando de nuevo a Vyshinski:
ㅤ
«Por supuesto, el hecho de que el poder del capital sea dominante en los Estados burgueses modernos, en sus diversas formas políticas, no excluye de la necesidad de que la relación del proletariado varíe, al igual que la forma de dominación política burguesa.
Las repúblicas democrático-burguesas y los regímenes de representación parlamentaria, el sufragio más amplio y el sufragio más limitado, el régimen fascista o el régimen democrático-burgués, no son en absoluto una cuestión de indiferencia para el proletariado, el cual debe diferenciarse en la construcción de su propia política con respecto a los Estados burgueses.»
ㅤ
No es, en conclusión, el sistema del Estado burgués una cuestión irrelevante para los marxistas. Aunque la historia mostró una gran expansión del comunismo con la derrota de la Alemania Nazi, este auge fue debido mucho más al factor de la dialéctica de Estados que a la dialéctica de clases interna en cada uno de ellos. En la actualidad, el sistema democrático-liberal –al menos en países como España, puesto que hay democracias liberales que prohíben el comunismo– permite la organización y reunión entre trabajadores, lo cual da la posibilidad de un desarrollo más rápido y consistente del movimiento obrero, además de existir la posibilidad de ganar el reconocimiento de la población por vías legales –sufragio, entrevistas, publicidad…– sin temor, en principio, a represalias. El marxismo entiende que las circunstancias para alcanzar el poder no son rígidas, y la crítica al parlamentarismo no debe implicar el rechazo a hacer uso de él, igual que la participación en el sistema parlamentario no debe implicar la renuncia a destruir el Estado burgués para levantar, en su lugar, un Estado de los trabajadores. Uno de los mayores problemas de los partidos comunistas actuales –y lo que genera en el sistema democrático-liberal la confianza en que no se logrará nada para poder ser permisivos– es el manifiesto desconocimiento sobre qué pensar y qué hacer. Nada puede temerse de quien se encuentra perdido.
ㅤ
Una gran tarea olvidada del marxismo en estos momentos es la crítica del parlamentarismo, modelo erróneamente considerado nuevísimo, del que muchos creen que no ha podido ser abordado por los grandes teóricos del marxismo debido a que es algo posterior a su época, pero no hay nada más lejos de la realidad. El mismo Lenin abordó en su obra El Estado y la Revolución la importancia de la crítica al parlamentarismo para todo marxista, con la vista puesta en su abolición. Esta crítica del parlamentarismo desarrollada por Lenin, continuadora de las críticas de Marx a cuenta de la Comuna de París, mantiene su vigencia en la actualidad incluso al firmar Lenin que la crítica al parlamentarismo está entre las «palabras olvidadas» del marxismo. A continuación, reproduzco el fragmento: ㅤ
«Los ministros y parlamentarios profesionales, los traidores al proletariado y los «mercachifles» socialistas de nuestros días han dejado íntegramente a los anarquistas la crítica del parlamentarismo, y sobre esta base asombrosamente juiciosa han declarado toda crítica del parlamentarismo ¡como «anarquismo»! No tiene nada de extraño que el proletariado de los países parlamentarios «adelantados», asqueado de «socialistas» como los Scheidemann, David, Legien, Sembat, Renaudel, Henderson, Vandervelde, Stauning, Branting, Bissolati y Cía., haya puesto cada vez más sus simpatías en el anarcosindicalismo, a pesar de que éste es hermano carnal del oportunismo.»
ㅤ
Este fragmento es de especial importancia para España, donde el marxismo ha quedado taponado por el krausismo y el anarquismo, que fue el movimiento que lideró gran parte del movimiento obrero durante la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX, empañando con su idealismo utopista los proyectos del movimiento obrero, impidiendo de este modo un desarrollo mínimo de un marxismo español. El autor, acto seguido de este fragmento, recuerda que Marx sabía romper implacablemente con el anarquismo por su incapacidad para aprovecharse hasta del establo del parlamentarismo burgués, sin perder nunca la capacidad para hacer una crítica revolucionario-proletaria del parlamentarismo.
ㅤ
La esencia del parlamentarismo burgués es, según Lenin y siguiendo la línea de Marx, decidir una vez cada cierto tiempo qué miembros de la clase dominante han de oprimir y aplastar al pueblo en el parlamento –en el cual, sostiene, solo se dedican a la charlatanería, ya que la política real se hace entre bastidores y la ejecutan los poderes que ostentan la fuerza del Estado–, y esto es así tanto en las monarquías constitucionales parlamentarias –lo que hoy son España, Suecia u Holanda– como en las repúblicas más democráticas –Suiza, Italia o Alemania–. Esta crítica, aislada del resto del pensamiento marxista-leninista, sería comprada total o parcialmente por muchísimos políticos, en especial por los fundamentalistas democráticos, que se lo tomarían como una crítica constructiva a un sistema democrático-liberal que puede ser perfeccionado, pero no del parlamentarismo en sí mismo, siendo para ellos sencillamente incomprensible otra crítica al parlamentarismo que no sea la anarquista o reaccionaria.
ㅤ
Sin embargo, el parlamentarismo es una de las cubiertas del Estado burgués, por lo que los empeños por hacer una «democracia pura», que modifique al Estado hasta sus cimientos, mediante la perfección de una cubierta carecen de recorrido práctico. Es por ello por lo que es normal que se tache de cínicas las posturas de toda izquierda indefinida cuando alcanza unos niveles mínimos de poder, en los que renuncia a todos sus discursos iniciales sobre renovar la política y recuperar la fe en la democracia, pero hay que tener en cuenta que todo discurso fundamentalista democrático está destinado a ser la misma experiencia que Unidas Podemos, ya se haga por cinismo o por ingenuidad.
ㅤ
¿Cómo realizar una crítica fundamentada al parlamentarismo? Lo primero es no confundir parlamentarismo con instituciones representativas. Todos los Estados socialistas que han existido hasta la fecha han estado formados por instituciones que representan a su población mediante sufragio. El marxismo no busca en absoluto la abolición de las instituciones representativas, por el contrario, busca que dichas instituciones dejen de ser lugares inútiles de cháchara y teatro para convertirse en una corporación de trabajo, y esto, según Lenin, es lo que va directamente contra el corazón de los oportunistas.
ㅤ
En palabras textuales de Lenin durante una ponencia, el problema del Estado es uno de los más complicados y difíciles, tal vez aquel en el que más confusión sembraron los eruditos, escritores y filósofos burgueses (Lenin: 1919). Gran parte de la dificultad del estudio del Estado se debe a la oscuridad que los teóricos del liberalismo han vertido sobre la idea de este, desde sus orígenes hasta su función, pues estos eruditos y escritores han embrollado tanto este problema que, para poder estudiarlo seriamente y dominarlo mínimamente, debe ser abordado varias veces, y volver sobre él una y otra vez desde todos los ángulos posibles, para lograr una comprensión clara y definida del asunto del Estado. A la postre, y también en palabras de Lenin, es [el Estado] un problema tan fundamental, tan básico en toda política y porque, no solo en tiempos turbulentos y revolucionarios como en los que vivimos, sino incluso en los más pacíficos, se encontrarán con él todos los días en cualquier periódico.
ㅤ
Analizando las afirmaciones de Lenin con la perspectiva histórica que nos brinda leer estas líneas justo un siglo después, podemos afirmar, por la historia reciente, que no solamente los teóricos del liberalismo se han dedicado a oscurecer todo lo relacionado con el Estado con anterioridad a Lenin, sino que este oscurecimiento teórico se ha incrementado exponencialmente durante el siglo XX, sobre todo a raíz de la invención de la Carta Universal de los Derechos Humanos, que viene a ser la sucesión de los Derechos del Hombre y el Ciudadano de la Revolución Francesa, que a su vez vino a imponerse a los derechos divinos de los hombres de la Iglesia, pero adaptada a las aspiraciones expansionistas del imperialismo estadounidense. La justificación del Estado capitalista no puede depender de realidades materiales, por lo que los presuntos y denominados «derechos naturales» tienen un papel fundamental en los fundamentos jurídicos de todos los Estados constituidos como democracias liberales –lo cual no implica que solo en democracias liberales haya un fundamento iusnaturalista– por más que el iuspositivismo sea la corriente mayoritaria actualmente entre juristas.
ㅤ
Sobre la cuestión del Estado, en lo que quizás haya más oscuridad es sobre los orígenes. Los politólogos liberales ponen todo su esfuerzo, cada uno siguiendo diferentes vías, en tratar de demostrar que el Estado existía desde el inicio de los tiempos –por ejemplo, con la teoría del contrato social, que incluso sus defensores reconocen que es una situación hipotética indemostrable y sin indicio alguno de que esto pueda haber sido así en ningún momento y en ningún lugar–. Afirman estos teóricos de la política que el Estado está por encima de la vida y de la historia, una especie de categoría eterna de algún tipo, por lo que siempre ha existido y jamás podrá extinguirse. Sin embargo, esta afirmación es totalmente arbitraria. Sí hubo un período en que no había Estado: en esa etapa en que no existían clases en la sociedad y, por lo tanto, no podía darse ninguna división de esta en explotadores y explotados. Es decir, no hubo Estado en tanto que el Estado es, como se ha dicho al inicio de este artículo, la maquinaria de la clase dominante para mantener el control sobre la otra.
ㅤ
Para evitar que el lector caiga en especulaciones y en divagaciones diversas es necesario explicar que, en esa época anterior a la existencia del Estado, lo que ha sido llamado por Engels como «comunismo primitivo», sí existía igualmente un orden derivado de una autoridad –la inexistencia del Estado no ha implicado el antiautoritarismo anarquista ni siquiera en los orígenes del ser humano. No escatima Engels en críticas contra los anarquistas, que confunden «Estado» y «autoridad», sustituyendo «autoridad» por un sinónimo cuando les interesa y creyendo que el problema ya está resuelto–, siendo los miembros del clan más viejos o las mujeres en ciertas tribus quienes ostentaban esta función social. Es necesario tener en cuenta también que la inexistencia de un Estado para reprimir sistemáticamente en esta fase primitiva era debido al escaso desarrollo de la producción y a las rudimentarias herramientas de trabajo empleadas por los humanos en su etapa primitiva, puesto que estas pequeñas poblaciones carecían de capacidad de generar excedentes, es decir, apenas se lograba mantener lo necesario para asegurar la subsistencia. Con esta economía primitiva en fase embrionaria era imposible, pues no había una base material para ello, que pudiera haber una división de la sociedad en clases y, por lo tanto, completamente innecesario el Estado por falta de objeto.
ㅤ
En torno a esta época en la que todavía no existía el Estado, Lenin explicó en su conferencia Sobre el Estado ante los alumnos de la Universidad Sverdlov en 1919:
ㅤ
«Antes de que surgiera la primera forma de explotación del hombre por el hombre, la primera forma de la división en clases –propietarios de esclavos y esclavos–, existía la familia patriarcal o, como a veces se la llama, la familia del clan –clan: gens; en ese entonces vivían juntas las personas de un mismo linaje u origen–. Las huellas de estos tiempos primitivos quedaron suficientemente bien definidas en la forma de vida de muchos de esos pueblos originarios, y si se toma cualquier obra sobre la cultura primitiva, se tropezará con descripciones, indicaciones y reminiscencias más o menos precisas del hecho de que hubo una época más o menos similar a un “comunismo primitivo”, en la que aún no existía la división de la sociedad en esclavistas y esclavos. En esa época no existía el Estado, no había ningún aparato especial para el empleo sistemático de la violencia y para someter a las gentes al mismo. Ese aparato es lo que se llama Estado.»
ㅤ
Una vez desarrolladas las relaciones de producción y sus mecanismos, cuando apareció el excedente y este ya no era completamente necesario para la subsistencia del individuo, pudo aparecer por primera vez la división de los humanos en clases sociales y, con ello, surgió el Estado.
ㅤ
El Estado esclavista fue la maquinaria de los propietarios de esclavos para lograr mantener el control sobre sus esclavos, que tenían la consideración de res mancipi, es decir, de una propiedad de gran valor, equivalente a un animal de arado o a unas tierras. Resulta revelador que, en el Derecho Romano –recordemos que tanto la Antigua Roma como la Antigua Grecia tenían sistemas económicos basados en la esclavitud–, la res mancipi –cuya adquisición requería formalidades especiales más allá de la mera transmisión (traditio) de la cosa– era muy a menudo aquello con lo que se podía obtener beneficio mediante su explotación, mientras que la res nec mancipi –la adquisición quedaba perfeccionada con la mera traditio de la cosa– equivalía a lo que podríamos catalogar de productos o bienes de intercambio, por ejemplo, trajes, herramientas, comida u oro. Los esclavos, como cosas objeto de comercio que eran, carecían completamente de los derechos básicos de sus propietarios, no permitiéndose de modo alguno la involucración de los esclavos en la vida política de la sociedad esclavista. En este hecho puede verse con total claridad la relación entre la infraestructura –la base material económica, es decir, las fuerzas y relaciones de producción– y la superestructura –derecho, política, filosofía, forma de gobierno… en definitiva, todo el entramado social de un momento histórico concreto–, y con ello, la esencia del Estado como máquina de control de una clase sobre otra en su fase más transparente, una máquina que, sin ningún tipo de tintes, se muestra como la garantía de que los esclavos permanecerán en la esclavitud como vía para proteger y asegurar el poder y la propiedad de las clases dominantes.
ㅤ
En la Antigua Roma, época en la que el Estado dio los pasos más decisivos en su desarrollo como máquina del poder de la clase dominante, se puede ver con claridad las dinámicas del desarrollo de la historia, siendo especialmente sencillo de entender la metodología de la concepción materialista de la historia con los sucesos y el desarrollo de esta etapa. Puede verse cómo la lucha de clases –codeterminada recíprocamente con la dialéctica de Estados– es el motor de la historia en la aparición de la primera ley escrita de la historia: las XII Tablas. Esta Ley de las XII Tablas, o Ley de Igualdad Romana, encuentra su origen en la prolongada lucha entre patricios y plebeyos, reclamando estos últimos la elaboración de una serie de leyes como la equiparación con el patriciado, tanto en el aspecto jurídico como en el político, social y económico; limitar el poder de los cónsules; el cese de la prohibición de contraer matrimonio entre miembros de ambas clases y el fin de la triste suerte de los deudores, siendo de especial relevancia la exigencia que las leyes sean puestas al alcance de todos. Esta última condición dio lugar a la primera ley escrita, pues solo de este modo se creía que podía evitarse que los patricios, dueños del Estado, pudieran ocultar y manipular las leyes a su antojo en perjuicio de los intereses de los plebeyos, sin embargo, estas exigencias no se materializaron hasta que el Estado romano vio peligrar su existencia ante las inminentes amenazas externas y, para poder hacer frente a ellas, accedió a la creación de las XII Tablas, que fueron expuestas al público, para mantener una convivencia en el seno de la sociedad romana que permitiera la estabilidad necesaria para resistir y vencer a los ataques venideros.
ㅤ
Debido a que la dialéctica de clases en el marco de la sociedad esclavista estaba desprovista de las condiciones materiales para alcanzar la victoria y erigir un Estado de las clases oprimidas, la lucha de clases consistió, hasta la superación del sistema esclavista, en repetidas rebeliones que eran aplastadas y volvían a levantarse, y así sucesivamente hasta que el sistema fue mutando lentamente a un orden menos conflictivo que el esclavismo: el feudalismo. Tal afirmación fue planteada por Serguéi Kovaliov su obra Historia de Roma, que consideró que las viejas clases en conflicto fueron progresivamente desapareciendo para dar lugar a nuevas clases de explotadores y explotados: señores feudales y siervos.
ㅤ
Con la lucha de clases y el mismo desarrollo de las relaciones de producción, el esclavismo fue reemplazado por el feudalismo, donde ya la clase dominante no era la propietaria de esclavos, sino la propietaria de las tierras, a las cuales iba sujeto el siervo. La servidumbre significa precisamente eso, que va unido a la tierra. En Derecho Civil se conoce como «servidumbre» aquel gravamen que incluye de forma inherente un bien inmueble, pero del que el propietario no puede disponer a su gusto, por ejemplo, una servidumbre de paso es un camino que pasa por las tierras del propietario para dar derecho a una tercera persona, o una servidumbre de agua es un canal que pasa por la finca para el beneficio de un tercero. Esto son las servidumbres: «cosas» sobre las que el propietario del terreno en la que se encuentran no tiene derecho a disponer. La relación del señor feudal con el siervo se entiende de este modo: la clase explotadora no era dueña de esclavos, pero sí de la tierra a la que la persona se hallaba unida, lo que viene a resultar una relación de producción en la que, igualmente, el explotador era dueño de la vida y la cosecha del explotado, a quien se le otorgaba una pequeña porción de su tiempo de trabajo para que produjera el mínimo para su subsistencia.
ㅤ
Por el desarrollo de las fuerzas de producción dentro del feudalismo surgieron las bases de la economía capitalista, siendo este el inicio de una nueva clase: la burguesía. Lenin considera que el desencadenante que propició la aparición de estas nuevas formas de producción fue el descubrimiento de América, ya que permitió que ciertos individuos acumularan grandes cantidades de riqueza que desbordaron las capacidades del sistema feudal.
ㅤ
«La plata y el oro fueron reconocidos como riqueza en todo el mundo. Declinó el poder económico de la clase terrateniente y creció el poder de la nueva clase, los representantes del capital. La sociedad se reorganizó de tal modo, que todos los ciudadanos parecían ser iguales, desapareció la vieja división en propietarios de esclavos y esclavos, y todos los individuos fueron considerados iguales ante la ley, independientemente del capital que poseyeran propietarios de tierras o pobres hombres sin más propiedad que su fuerza de trabajo, todos eran iguales ante la ley. La ley protege a todos por igual; protege la propiedad de los que la tienen, contra los ataques de las masas que, al no poseer ninguna propiedad, al no poseer más que su fuerza de trabajo, se empobrecen y arruinan poco a poco y se convierten en proletarios. Tal es la sociedad capitalista.»
ㅤ
Las revoluciones burguesas fueron, por lo tanto, poner en consonancia el poder político, creando un Estado efectivamente al servicio de la clase que, mediante el desarrollo de las fuerzas de producción y la consecuente acumulación de capital, ya habían adquirido el poder económico. Ninguna revolución burguesa hubiera sido posible, ni siquiera de plantear, sin burguesía, y no es posible burguesía sin la existencia de una economía capitalista previa al Estado capitalista.
ㅤ
Sin embargo, se dice que el desarrollo del capitalismo no va a hacer aparecer las bases de una economía socialista en su seno, como ocurrió con el capitalismo en el feudalismo, sino que ha hecho aparecer al proletariado y al resto de trabajadores asalariados, siendo esta la primera vez en la historia en que la clase oprimida cuenta con el desarrollo de las condiciones materiales necesario para optar a la consecución del poder, a la edificación un Estado dirigido y destinado por y para los trabajadores. Esta diferencia fundamental que pone un abismo entre las formas de la revolución burguesa y la revolución proletaria es contemplada, entre otras cuatro, por Stalin en su obra