2.6- ¿Qué hacer? El sujeto revolucionario: dialéctica de clases y dialéctica de estados.
Actualizado: 8 mar 2020
Por Jose Manuel Guirado Piñero
Resumen: A raíz de los últimos acotencimientos acaecidos en España, sobre todo a causa de las diferentes reformas laborales emprendidas por el bipartidismo PP, PSOE (ambas nefastas tanto para la patria española y su unidad nacional como para el proletariado), el intento de secesión por parte del catalanismo el día 1 de octubre, la situación de España en torno a la UE, o la sustitución por parte de las élites universitarias y políticas en torno al izquierdismo(enfermedad infantil) de la dialéctica de clases y de estados por la lucha de minorías con un claro marcado acento idealista y posmoderno, es preciso esclarecer a partir del análisis concreto de la situación concreta la coyuntura en la que se halla inmerso el sujeto revolucionario en España. Para ello partiremos desde los postulados del materialismo histórico y dialéctico acerca de la cuestión que nos atañe, y a partir del análisis que realizaron los principales exponentes del mismo(Marx, Engels, Lenin, Stalin) para elevar al proletariado a condición de clase nacional, se intentará dilucidar en la manera de lo posible y con el máximo rigor teórico la objetividad de unos hechos de vital importancia, siempre con cierta crítica (en sentido análitico) de algunos aspectos del mismo.
Palabras clave: Materialismo, Proletariado, Izquierdismo, dialéctica, patria.

I. Elección del título
El título elegido hace referencia al texto de Lenin “Qué hacer, problemas candentes de nuestro movimiento” en el que el autor confronta la problemática de la estrategia y organización que debe seguir todo movimiento revolucionario para alcanzar el poder. Recordemos que este folleto redactado en 1901 estaba destinado a desarrollar las ideas expuestas en el artículo “Por dónde empezar” (Iskra, Núm 4, 1901). Más de un siglo después, trataremos de analizar la situación del proletariado español, así como las posibilidades de que se pudieran desarrollar en el panorama actual situaciones revolucionarias.
I. 1 Toma de partido de una filosofía materialista
A la hora de abordar la situación del proletariado en España hemos de tener como base una filosofía materialista (frente a las filosofías espiritualistas, posmodernas o idealistas), pues pensar -como refería el propio F. Engels- es pensar contra alguien (nadie piensa desde el desde un punto de coordenadas cero o desde el vacío o incluso desde el cogito cartesiano), que nos permita analizar las condiciones materiales existentes para comprender la coyuntura teórico-práctica en la que se halla inmerso el sujeto revolucionario, creador del plusvalor (relativo y absoluto, abordados tanto por Marx como por Althusser). Aludimos al concepto de plusvalor como “la cantidad resultante de restar el valor producido en una determinada cantidad de tiempo y el salario percibido por el obrero, por el asalariado” (Santiago Armesilla Conde, Breve historia de la economía).
Es importante para ello tener en cuenta los conceptos de base o infraestructura y de superestructura que determinan todo orden social existente (Engels, Del socialismo utópico al socialismo científico).
Frente a los idealistas, que tratan de cambiar la superestructura para determinar la infraestructura, los materialistas -en concreto el materialismo histórico y el materialismo dialéctico-, parten de la idea formulada por Marx en su obra “La ideología alemana”, según la cual “es la vida la que determina la conciencia, y no la conciencia la que determina la vida”, así como “es el ser social el que determina la conciencia, y no la conciencia la que determina el ser social”, debido a que es el “individuo humano viviente” el que al crear sus propios medios de vida, crea sus medios de vida materiales.
La desigualdad precisamente estriba según Marx en el inicio de la división del trabajo (que se va acrecentando hasta alcanzar su cénit con el capitalismo), así como en la propiedad privada (que no personal) de los medios de producción. Es precisamente la anarquía social de la producción, en la que el producto elaborado en las fábricas no pertenece a un sujeto en particular, debido a que ha pasado por una cantidad incipiente de obreros antes de ser vendido en el mercado. El propio Engels diferenciaba entre propiedad personal (típica de la edad media, sobre todo en los artesanos que eran dueños del valor de su producto) y la propiedad social antes descrita en el proceso de elaboración.
Por ello en el manifiesto comunista Marx establece que “la historia de las sociedad (y no de la humanidad como han traducido erróneamente algunas editoriales) es la historia de la lucha de clases", lucha de clases que dará surgimiento a la creación artificial del estado, del Leviatán como afirmaba Hobbes, ya que el estado es concebido precisamente como un instrumento de represión de una clase sobre otra (aunque no entendido a la manera de los anarquistas, sobre todo de Bakunin o Malatesta).
Es por ello que esta lógica dialéctica (frente a la lógica formal que excluye la contradicción, el no ser de Parménides) concibe la realidad en continuo movimiento, tal y como Engels lo plasma en su “Dialéctica de la naturaleza”. Todo nace, crece y perece, y es sustituido por algo superior. El propio Marx expone que el comunismo es el movimiento real que anula y supera el estado de cosas actual, y por tanto se concebiría como un progreso (una dialéctica lineal al más puro estilo hegeliano) de la historia con respecto de otros movimientos anteriores. Por lo tanto, para transformar la vida de los sujetos, del proletariado (pues frente al socialismo utópico de Charles Fourier, Owen o Saint Simon que se planteaban la idea de salvar al género humano, el marxismo propone emancipar a una clase, y en este caso la clase obrera) es necesario abolir la infraestructura. En cuanto a la base, esta está conformada por las relaciones sociales de producción (capitalista-obrero) y las fuerzas productivas, mientras que la superestructura es un epifenómeno, en el que entraría la ideología, la religión etc. La infraestructura será precisamente lo que determine la superestructura.
I. 2 ¿Son todas las situaciones revolucionarias?
Sin duda, España es actualmente una democracia burguesa, una monarquía parlamentaria en la que impera la socialdemocracia (como modelo hegemónico en Europa) basada u orientada en una economía social de mercado completamente desmarxistizada tal como recoge la infame constitución de 1978 elaborada por los padres de la patria para vergüenza y bochorno del PCE.
Es incluso hilarante escuchar a algunos antiguos dirigentes, y me estoy refiriendo en particular a Julio Anguita, quien se reclama comunista, afirmar que se conforma con que se cumpla a rajatabla lo redactado por la misma. Ello no es más que un revestimiento, una pátina de un encubrimiento socialdemócrata, como actualmente es la totalidad de partidos autoproclamados de izquierdas.
La propia constitución establece en el artículo primero que España es un estado social y democrático de derecho; es decir socialdemócrata. Una socialdemocracia, que desde el XXVIII congreso del partido socialista obrero español celebrado en Madrid (1979), y a cargo de Felipe González, abandonó la línea marxista, hecho que se fue gestando desde 1974 en Francia, en Suresnes. Cierto es que la socialdemocracia desde un primer momento, cuyo partido iniciático fue el partido socialdemócrata alemán, y el segundo el PSOE de Pablo Iglesias, abandonó la via revolucionaria propugnada por el marxismo (el propio Lenin tildará a estos de oportunistas, socialchovinistas y socialfascistas, así como a Kautsky de renegado).
Debido a que es imposible la unión de la izquierda, como el filósofo español Gustavo Bueno postuló y demostró en su libro “El mito de la izquierda” dado que la historia ha demostrado que las diferentes generaciones sucesivas de izquierdas son incompatibles (ejemplo de las disputas entre comunistas y anarquistas en la guerra civil, en la guerra civil rusa etc) el comunismo negará la distinción entre izquierda y derecha por ser una distinción burguesa, tal como explicó Lenin en “La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo” y la sustituirá por comunismo vs capitalismo.
Será el propio Lenin quien en “La bancarrota de la II internacional” señale la traición de los socialdemócratas con respecto a lo pactado en el congreso de Basilea, en el que se acordó no entrar en guerra, pues la guerra es “imperialista y de rapiña (Tesis de abril, Lenin), y la socialdemocracia fue finalmente quien aprobó los créditos de guerra, además de asesinar a Rosa Luxemburgo y dejar su cuerpo a la merced de las aguas de un río. Precisamente en esta obra, Lenin explica la coyuntura o no de una situación revolucionaria.
Para que una situación sea revolucionaría se precisa de una serie de condiciones.
Primero, que haya un debilitamiento de la fuerza social dominante por incapacidad manifiesta de imponer su fuerza; segundo, que se produzca un agravamiento de la condición de los explotados, tanto del campesinado como del proletariado industrial, y tercero, que la situación sea insostenible, pues será precisamente en la Primera guerra mundial cuando los bolcheviques tomen el poder, pues si no hubiera acontecido dicha situación habría sido prácticamente imposible lleva r a cabo dicha empresa, debido a la presión ejercida por el resto de estados (como de hecho ocurrió en la guerra civil rusa, donde más de diez naciones se aliaron para atacar a los bolcheviques, además de la figura del reaccionario A. Kolchak). Así mismo puede ocurrir que una situación sea revolucionaria pero no cristalice causada por la incapacidad de organización de los movimientos obreros (así ocurrió en 1905 en Rusia).
I. 3 ¿España: tradición revolucionaria?
Lenin también hace hincapié en que no todas las situaciones son revolucionarias, y en concreto, actualmente, en España no se encuentra dicha coyuntura. Ello se debe, sobre todo, a que no se cumplen todas las condicionas requeridas por el autor. En primer lugar, no hay un debilitamiento por parte del poder imperante, sino al revés, un fortalecimiento del mismo, tal como se demuestra en el aumento del número de ricos y multimillonarios en los últimos años, o que en la última crisis se rescatase con dinero público a las entidades bancarias. Así mismo, es falso también que haya una opresión por parte del estado español sobre Cataluña, pues según demuestran las cifras, es precisamente en esta comunidad de España donde la burguesía tiene un mayor poder adquisitivo, región más rica de España, y región donde el número de ricos es superior en más de un 20% con respecto de la segunda comunidad más rica de España, que es la comunidad valenciana. En cuanto a la segunda condición es patente el agravamiento de la clase obrera, mermada sobre todo por las diferentes leyes laborales, las cuales han recortado sucesivamente derechos tanto cuando ha gobernado el PSOE como cuando ha gobernado el PP, así como sería de la misma manera si gobernara la derecha liberal conservadora (VOX) como si gobernara el liberalismo tibio de CS, o el populismo posmoderno de Unidas Podemos. Con respecto de este último partido, hay que recordar que a partir del célebre 15M no se ha producido ni siquiera una manifestación de trabajadores, con lo que han debilitado los lazos y vínculos existentes de la clase obrera diversificándolos en luchas minoritarias basadas en la concepción de poder transversal de Foucault, así como en el filósofo Ernesto Laclau (La razón populista), o el concepto de hegemonía cultura de Gramsci. Bien describe ello en su libro Daniel Bernabé: La trampa de la diversidad. Así mismo, el PSOE de Felipe González fue el partido que llevó a cabo las privatizaciones masivas de la mayoría de empresas que eran públicas, como Telefónica, o que nos metió en la OTAN, entre otras cosas.
Ello no implica que España haya sido un país carente de revoluciones, ni mucho menos, aunque lo afirme el propio Trotsky en su obra: La revolución española (1930-1939) en la que sugiere la inexistencia de operatoriedad por parte de las fuerzas revolucionarias ante la dictadura de Primo de Rivera, además de otros disparates como el de argüir que el mayor aliado de Francisco Franco fue J. Stalin. Sin embargo, disponemos de los escritos de Karl Marx y F. Engels sobre España, en la que señalan los diferentes periodos revolucionarios de la misma durante el siglo XIX (y aún con anterioridad, pues Marx señala que hubo alzamientos insurreccionales en el siglo XIV contra Juan II y Don Álvaro de Luna, en el siglo XV contra Enrique IV y su camarilla Don Juan Pacheco, y también contra Carlos II, cuando se subordinan contra la camarilla de la reina formada por la condesa de Barlepsch, y los condes de Oropesa y Melgar). El propio Marx analiza como forma revolucionaria la constitución de las cortes de Cádiz (1812) que se vería truncada posteriormente por Fernando VII, (aunque estas cortes que tienen su origen en las concilia medievales tendrán elementos franceses pero también de tradición española, por lo que serán de gran originalidad) que se hallaba recluido durante la Guerra de la independencia (1808-1814) en Francia, tras el infame tratado de Fontainebleu. Será, precisamente durante la guerra de la independencia cuando se produzca el hecho decisivo de la conformación de España como nación política (como indica Gustavo Bueno), y esta será la segunda generación de izquierdas definidas, la liberal, que se oponía tanto al invasor francés como al monarca español. Después de este tenemos el Trienio Liberal de 1820-1823, así como la Revolución liberal- progresista que abarca desde 1834 a 1843, y por último el Bienio progresista de 1854 a 1863. Por lo tanto, podemos decir que en España sí hubo una verdadera revolución burguesa, tiempo este de las revoluciones establecido por Lenin desde 1789 (revolución francesa) hasta 1871 (La comuna de París, que abordaron tanto Marx como Engels, como el citado Lenin, en la el proletariado era la principal fuerza revolucionaria).
II. Importancia de la teoría
II.1. ¿Teoría sin práctica, o práctica sin teoría?
Otra de las condiciones que antes no mencionábamos es la inexistencia de un marxismo puramente español.
Ello se debe, sobre todo, a lo que Santiago Armesilla analizó en su obra: “El marxismo y la cuestión nacional”, en la que aborda las diferentes causas que llevaron al impedimento de un marxismo propio, autóctono, o como decía el filósofo peruano marxista José Carlos Mariátegui: “ni calco ni copia sino creación heroica”. Entre las causas más importantes destacaremos dos: la importación de la figura del filósofo idealista Krausse, quien fue tomado y plagiado por Sanz del Río, y que taponó la entrada de Hegel en España, lo que impidió que se concibiera de manera adecuada el método dialéctico, sustituido este por una metafísica vulgar en la obra de Krausse: Ideal de la humanidad para la vida. Y la segunda causa estaría relacionada con la importancia que tuvo el movimiento anarquista en España, tanto la FAI como la CNT. Esta última tuvo un número de afiliados masivo. El movimiento comunista, por su parte, no tuvo siempre tanta preponderancia, y alcanzará esta con la figura de José Díaz Ramos, secretario general del PCE, que previamente tuvo militancia en el anarquismo.
Sin embargo, este movimiento comunista osciló respecto de varias cuestiones, como es el ejemplo de la cuestión nacional, en la que siempre fue inconstante y veleidoso (el contraste manifiesto lo tenemos entre la figura de Jordi Solé Tura y de Vicente Uribe). Así mismo, tras el infame congreso por la libertad de la cultura, en el cual el PCE no tuvo participación inicial debido a que este fue organizado por personas contrarias a la dictadura de Franco y preconizadores de un estado federal, la figura de Salvador de Madariaga, liberal y anticomunista confeso, se opuso tajantemente a la inclusión en dicho congreso de las fuerzas de oposición comunistas. También podemos citar entre otras cosas que las obras completas de Marx y Engels no fueron traducidas por completo hasta finales de la década de los 90, o sobre todo el infame papel y traición llevada a cabo por Santiago Carrillo en la transición española, y la idea completamente desbocada del Eurocomunismo.
Frente a estos ejemplos que hemos puesto acerca de la ausencia de un marxismo netamente español, nos encontramos con las potencia teórica de de las obras de Lenin y Stalin. Stalin en “Fundamentos del leninismo” hará hincapié en la importancia del desarrollo de la teoría. Tomará como ejemplo las palabras de Lenin en Qué hacer: “Sin teoría revolucionaria no puede haber tampoco movimiento revolucionario”. De hecho, uno de los temas fundamentales del libro es la importancia de la teoría. Stalin nos dice: “Hay quien cree que el leninismo es la primacía de la práctica sobre la teoría en el sentido de que lo principal en él es la aplicación de los principios marxistas a la práctica, la “realización” de estos principios, y que, en lo que respecta a la teoría, el leninismo se despreocupa, al parecer de esto. Es sabido que Plejanov hizo más de una vez chanzas de la despreocupación de Lenin por la teoría y en especial por la filosofía… He de declarar que esta opinión, por demás extraña, que se tiene de Lenin y del leninismo, es completamente falsa y no corresponde en modo alguno a la realidad, y que la tendencia de los militares ocupados en trabajos prácticos a prescindir de la teoría va en contra de todo el espíritu del leninismo y encierra grandes peligros para la causa. La teoría es la experiencia del movimiento obrero de todos los países, tomada en su aspecto general. Naturalmente, la teoría deja de tener objeto cuando no se haya vinculada a la práctica revolucionaria”.
Y es que Lenin no se ocupó únicamente de la praxis revolucionaria, sino que fue un gran conocedor tanto de las obras de Marx como de Engels. Ejemplo de ello lo tenemos tanto en los “Manuscritos filosóficos” o en “Materialismo y empiriocriticismo donde precisamente, tomando el modelo de Marx a la hora de realizar la crítica a la filosofía alemana (Ideología alemana) va a ir realizando la crítica uno por uno a los “machistas” (no entendido en un sentido peyorativo de la creencia en superioridad del hombre sobre la mujer, sino como seguidores de Ernst Mach). Entre ellos podemos citar a Bogdanov, Avenarius etc. Así mismo, en otras obras de contenido menos filosófico y más político como “El estado y la revolución” o “Qué hacer” aborda continuamente las doctrinas y enseñanzas de Karl Marx y Engels. El propio Lenin referirá lo siguiente: “Si sé que sé poco, me esforzaré por saber más, pero si un hombre dice que es comunista, y que no tiene necesidad de conocimiento sólidos, jamás saldrá de él nada que se parezca a un comunista”.
Sin lugar a dudas, el punto que se ha tergiversado dentro del marxismo proviene de las tesis sobre Feuerbach, y, precisamente, en la onceava tesis donde Marx expone lo siguiente: “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”. Pero lo que no se ha comprendido seguramente de esas tesis es el contenido de la crítica implícita. Marx nunca afrimó que la labor de los filósofos fuere únicamente transformar el mundo (cosa que ya estaba en la República de Platón, con la figura del rey filósofo), pues para transformar el mundo, primero es necesario comprenderlo, y esto es completamente flagrante cuando analizamos la importancia que Marx, Engels y los marxistas le dieron a las diferentes ciencias. Ejemplo de ello lo tenemos en el estudio de la historia, de la antropología (El origen de la familia, la propiedad privada y el estado), las ciencias naturales (dialéctica de la naturaleza), la economía (El capital, trabajo asalariado y capital, Grundrisse) etc.
El propio Engels en el funeral tras la muerte de Marx afirmó aquello de que Marx había descubierto el socialismo científico. De lo que trataban precisamente dichas tesis, que en muchas ocasiones se han estudiado de manera aislada fuera de su contexto, de su conjunto, es la crítica a los neohegelianos. Marx lo expresa certeramente en La ideología alemana. “Y, como para estos neohegelianos las ideas, los pensamientos, los conceptos, y en general, los productos de la conciencia por ellos sustantivada eran considerados como las verdaderas ataduras del hombre, exactamente lo mismo que los viejos hegelianos veían en ellos los auténticos nexos de la sociedad humana… Pese a su fraseología supuestamente revolucionaria, los ideólogos neohegelianos son, en realidad, los perfectos conservadores. Los más jóvenes entre ellos han descubierto la expresión adecuada para designar su actividad cuando afirman que solo luchan contra frases”. Es decir, lo que está recuperando Marx, con respecto de los neohegelianos es el lado activo de la filosofía, que en cierto modo preconizaba el idealismo. Alejar a la filosofía de ese lado gremial, abstracto y metafísico, de esa torre de marfil, pero nunca por ello descuidando la teoría, que como hemos demostrado es fundamental para todo movimiento revolucionario, y para todo comunista.
III. Análisis de los diferentes medios de producción
Como antes referíamos el materialismo histórico es el estudio de las sociedades, y la propia historia de las sociedades según Marx es la historia de la lucha de clases en un constante dialéctica (eliminando así el concepto de armonía entre las clases, tal como dice K. Marx: “la violencia es la partera de la historia”, que está determinada por el “modo de obtención de los medios de vida, y del modo de producción, por las condiciones de vida materiales de la sociedad” (Stalin “sobre el materialismo dialéctico e histórico).
”La concepción materialista de la historia parte de la tesis de que la producción , y tras ella el cambio de sus productos, es la base de todo orden social; de que en todas las sociedades que desfilan por la historia, la distribución de los productos, y junto a ella la división social de los hombres en clases o estamentos, es determinada por lo que la sociedad produce y cómo lo produce, y por el modo de cambiar sus productos” (Engels, Del socialismo utópico al socialismo científico, pág 99).
Así mismo en los Grundrisse, Marx enuncia también los modos de apropiación, cotejados estos con la tesis de Proudhom en su libro “Qué es la propiedad”. En cuanto a los modos de apropiación está enmarcando el concepto de la dialéctica de estados (frente al concepto de dialéctica de clases), tal como sostiene Santiago Armesilla en su libro “El marxismo y la cuestión nacional”. El materialismo histórico parte del análisis, pero no metafísico, sino como método materialista del mismo, de la historia como una materia sometida a cambio, no de una manera estática, sino dinámica, dialéctica. Al mirar, estudiar la historia nos damos cuenta de una realidad, y es la de los antagonismos de clase que imperan en esta.
Así mismo la base sobre la que se sustenta todo orden social es la producción, y de esta producción el cambio de productos que es resultado de la misma. Por ello, es esta base la que determina la realidad (de ahí la frase expuesta por Marx en el capital de: “es el ser social el que determina la conciencia, y no la conciencia la que determina el ser social”). No es que surjan “genios” (tal y como los entendía el idealismo alemán, sobre todo en las figuras como Goethe o I. Kant) que descubrieran una verdad eterna, sino que el análisis del mismo ha de descubrir la realidad, los hechos materiales que hasta el momento no se habían determinado en el estudio. “Esos medios no han de sacarse de la cabeza de nadie, sino que es la cabeza la que tiene que descubrirlos en los hechos materiales de la producción, tal y como los ofrece la realidad” (Engels, Del socialismo utópico al socialismo científico, pág 100).
Dentro de los distintos modos de producción nos encontraríamos con los siguientes: comunismo primitivo, que engarza, siguiendo al historiador Morgan, citado por Engels (“El origen de la familia, la propiedad privada y el estado”) con la prehistoria. Engels cita la distinción entre salvajismo, cuya equivalencia es el paleolítico, barbarie (correspondiente con el neolítico y su revolución como también señalará con posteridad Gordon Childe) y civilización (superación del estado de salvajismo, y surgimiento de las primeras civilizaciones, lo que podríamos establecer con el inicio de la Edad Antigua). No hay un anhelo por parte de Marx y Engels de retorno a este periodo (como una especie de Arcadia ideal, divina), sino que este está asociado a la cantidad ingente, profusa de recursos existentes que superaba con creces a las posibilidades de explotación de los mismos, en la cual existía una “propiedad social sobre los medios de producción”. Engarzaría ello con el concepto de extinción del estado formulado por Engels en el mismo libro (como la tercera de las fases comprendidas en el campo revolucionario) y por Lenin (El estado y la revolución). El concepto de extinción del estado no está asociado a la idea de Bakunin (Dios y el estado), Proudhom o Kropotkin (La conquista del pan) como destrucción, aniquilamiento del mismo, sino al concepto de ruptura del estado burgués, pero no para volver a una situación previa (comunismo primitivo), dado que es imposible retornar a dicho periodo, sino a un orden social nuevo, post-estatal (superando así mediante las leyes dialécticas al orden social anterior). Durante este comunismo primitivo la economía estaría basada en la caza y recolección mediante el descubrimiento de herramientas de piedra, así como el arco, el hacha, lascas, o las flechas pero de manera bastante rústica. En este período los hombres carecían de una filosofía en sentido estricto, ya que lo primaba era la satisfacción de las necesidades básicas, del instinto natural, entendido estas como la pervivencia del ser, lo que correspondería con el funcionalismo de Malinovski.
El segundo modo de producción es el esclavista, en el que Marx pone por ejemplo a Grecia (tanto a Atenienses como Espartanos) y también a Roma. En cuanto a los espartanos podemos citar el caso de los denominados “ilotas” carentes de todo tipo de derechos (económicos, políticos etc). En Atenas hemos de nombrar a los metecos (como lo era el propio Aristóteles) que carecían de posibilidad de voto. En este modo de producción recae la propiedad privada sobre la propia figura del esclavista que podía comprar, vender e incluso tenía la potestad de matar al esclavo. Ya no se van a utilizar las herramientas de piedra, sino que se llegan a desarrollar las herramientas de metal (tal y como se habían descubierto en el periodo de edad de los metales, en sus sucesivos periodos: cobre, bronce, hierro). Empiezan a surgir durante este periodo el concepto de riqueza (descrito por Marx en la crítica del programa de Gotha: “el trabajo es la fuente de toda la riqueza, y la naturaleza la fuente del bien material”). Así como surge la ganadería, la agricultura, la artesanía, e incluso el concepto de “división del trabajo”. En este período la urbanización alcanza un nivel bastante elevado, así como la construcción de edificios (cada vez más sofisticados) que se va desarrollando de manera sucesiva, paulatina.
El siguiente modo de producción está caracterizado por la presencia de dos clases antagónicas, el señor feudal y el siervo de la gleba o de la tierra. Este señor feudal tiene la propiedad de los medios de producción, e incluso una propiedad parcial o semiparcial (ya no total como en el régimen de esclavitud) de los propios siervos o productores. Esta conlleva la imposibilidad de matar al siervo o productor, pero aún dispone este del derecho a venderlo o comprarlo (incurriendo en régimen de semiesclavitud o esclavitud económica). Por lo tanto el señor feudal posee una propiedad feudal y una propiedad individual sobre el siervo. Estos siervos entregan una parte variable de la producción al señor feudal, que dispone de amplias tierras (latifundios) por explotar. Así mismo se desarrollan durante este periodo las primeras manufacturas, lo que implica un desarrollo claro de la propiedad privada.
Analiza Marx, en “el proceso de acumulación originaria de Capital” otros modos de producción, como el mercantilismo o la fisiocracia. Estos modos de producción que anticipan de manera directa el modo de producción capitalista son desarrollados mediante la presencia de los imperios en su acción colonial, en la que imperaba el comercio de la metrópoli con la colonia (por lo que la intervención del estado en la economía es necesaria, recalcando de nuevo esa idea de la dialéctica de estados). Marx analiza, por ejemplo el impacto del imperio español durante el siglo XVIII en las colonias americanas, así como el imperio inglés en el denominado Raj Británico (siglo XIX) en “La dominación británica en la India” en la cual nos encontramos con una situación bastante peculiar, pues esta está formada por un sistema de castas (brahmanes, parias etc.), que agudiza aún más el conflicto entre las clases. En la fisiocracia, por otra parte, desarrollada sobre todo por el economista francés Francois Quesnay, lo que cobra verdadera importancia es la tierra y la extracción de joyas preciosas, o materiales como el oro, plata etc. Buen ejemplo de ello es la “Mita” en el Perú que analiza el José Caros Mariátegui, en la cual se lleva a cabo la extracción de estos minerales o joyas preciosas en las minas.
El modo de producción capitalista tiene su arranque, su inicio en la denominada revolución industrial (mediados del siglo XVIII en Inglaterra), y sobre todo en el concepto de inversión teológica acuñado por el filósofo Gustavo Bueno. Este término alude a la importancia, a la inversión del concepto de “Gracia divina” tipificado sobre todo por la escolástica, y en concreto por la escolástica española (Luis de Molina, Francisco Suárez o Francisco de Vitoria) en el cual la armonía establecida se daba mediante el elemento divino (Dios). Dicha armonía es sustituida por el concepto del mercado (el mercado pasa a ser el agente regulador, del equilibrio de la vida de los sujetos). Los principales artífices de esta inversión van a ser sobre todo Nicolás Malebranche, René Descartes, así como Leibniz. El aspecto común que reúnen estos tres filósofos es el uso de la epistemología (sujeto-objeto) que supone el punto de partida de la filosofía moderna. En Leibniz (“Monadología”) se nos describe el concepto de mónada como sustancia simple (sin partes) que se opone al concepto de res extensa cartesiano (Meditaciones metafísicas). Dice Leibniz “Es necesario que haya sustancias simples, puesto que hay compuestas” (2, Leibniz Monadología). Si no están compuestas de partes, las mónadas son indivisibles, así como carecen de extensión o figura. Este concepto de Mónada aislada es comparable al concepto de átomo en Epicuro, aunque en Epicuro los átomos como partes indivisibles sí que ocupaban espacio y eran infinitos (obras completas). Esta concepción epistemológica del conocimiento cartesiano, al espíritu (cogito ergo sum) como sujeto de conocimiento del objeto va a dar origen a la miríada o retahíla de filósofos preocupados por la economía de las diferentes sociedades y estados. Así mismo es flagrante la asociación establecida entre Adam Smith y Leibniz (puesto que el propio Adam Smith en “La riqueza de las naciones” va a colocar al individuo, al sujeto individual como generador de la “riqueza”, y por lo tanto, al igual que en Marx, “el trabajo constituye la fuente de toda riqueza”), y en tanto trabajo, este se manifiesta en el trabajo individual. Por lo tanto los medios de producción está en manos del capitalista (ya no hay un régimen de esclavitud, sino de lo que llamamos asalariado). El régimen capitalista va a engendrar la figura del obrero que acude al mercado de trabajo, y llega mediante un acuerdo con el capitalista a cambio de un salario, por el cual se le retribuye el valor, no de su trabajo, sino el valor de su fuerza de trabajo (Engels, trabajo asalariado y capital). El capitalista va a obtener mediante los conceptos de plusvalor relativo y plusvalor absoluto derivados de la producción de la fuerza de trabajo, el beneficio (aunque este beneficio puede ser el resultante también del mercado mediante la constitución de la oferta y la demanda). Los productores carecen, por lo tanto, de la propiedad de su trabajo (he aquí otra de las contradicciones internas del régimen capitalista), pues con respecto de la Edad Media, los medios de producción eran personales, y el producto del valor de su trabajo iba destinado al propio productor (manufactura), mientras que en el régimen capitalista los medios de producción son sociales, pero la apropiación del valor de los mismos pasa a manos del capitalista, con lo cual se reduce el número de acumuladores de capital, mientras se incrementa la miseria en la figura de los proletarios. En cuanto a los precios, va a prevalecer en un primer instante la denominada escuela del valor-trabajo (u ordinariamente llamada precio-coste), en la que señalaríamos los nombres de William Petty, Adam Smith, David Ricardo, o el propio Marx. Dice Ricardo: “El valor de un artículo por el cual puede intercambiarse por la determinada cantidad de otro artículo depende de la cantidad de trabajo (Principios de la economía política y tributación”). Para Marx el valor de los artículos depende del trabajo socialmente necesario en la producción (El capital, Tomo 1, capítulo 1: Análisis de la influencia y la magnitud del valor). Van a ser precisamente las contradicciones internas del régimen de producción capitalista (Caída de la tasa de ganancia, crisis cíclicas engendradas por la superproducción de bienes o productos y la anarquía social de la producción) las que generen una alternativa a este modo de producción y que se desarrollaron sobre todo a partir de los denominados socialistas utópicos: Saint-Simon, Charles Fourier, y Robert Owen, estudiados por Engels, en su obra: “Del socialismo utópico al socialismo científico”.
Modo de producción socialista: en este modo de producción las relaciones sociales de la producción están caracterizadas por la socialización de los medios de producción (oponiéndose al concepto de propiedad privada, y abogando por el colectivismo). En el manifiesto comunista aclara Marx la diferencia entre la propiedad privada (medios de producción) y la propiedad personal (bienes propios que pertenecen al individuo; tales como una casa, la vestimenta o la propia herencia). Y dentro de este modo de producción Engels señalará el antecedente los mismos en los socialistas utópicos franceses: Owens, Charles Fourier y Saint-Simon; sin embargo en estos, la solución propuesta era utópica, pues pretendían salvar la humanidad en su conjunto, en vez de partir de una parte de la misma, como la propuesta por Marx, mediante la figura del proletario (acrecentando la importancia de los antagonismos de clase). La llegada al comunismo (desaparición de las clases y extinción del estado) supondría la culminación de los medios de producción previos: tesis (capitalismo), antítesis (socialismo) y síntesis (comunismo). En este modo de producción ya no se daría la “explotación del hombre por el hombre”, ya que cada trabajador cobraría íntegramente por el valor de su trabajo realizado, por lo que supondría a su vez la desaparición de la plusvalía.
IV. Dialéctica de clases y dialéctica de estados (la vuelta al revés de Marx).
Una vez abordado el análisis de los diferentes medios de producción históricos y sucesivos en el tiempo entraremos ahora en la problemática de la dialéctica de clases y la dialéctica de estados. Para ello nos serviremos del análisis acometido por Gustavo Bueno en el artículo publicado en la revista de filosofía “El Catoblepass” (2008) con el nombre de “La vuelta del revés de Marx”). Si nos vamos al tomo 1 del Capital de Marx, nos encontramos con las siguientes palabras en el postfascio (L